Queremos que el Espíritu de Dios “reproduzca en nosotros la imagen de su Hijo” (Rm  8,29) María de Nazaret creyó la vida como gracia (Inmaculada Concepción 8.12.2021)

Hemos sido “elegidos antes de la fundación del mundo para ser santos e intachables ante el Padre por el amor” Ef 1, 4)

Comentario: “Has encontrado gracia ante Dios” (Lc 1,26-38)

La teología, siguiendo la investigación bíblica, ha superado el concepto tradicional de “pecado original”, heredado de la teología de san Agustín. No hay pecado fruto de una culpa heredada ni de la sexualidad impura en sí misma, transmitido al engendrar para nacer en pecado. No puede concebirse el bautismo como limpieza de pecado original.

Hablar de la “Inmaculada Concepción de María” es una metáfora del Amor purísimo de Dios, origen del ser humano, manifestado claramente en la concepción de la Madre de Jesús, en cuya vida hemos conocido, como en la de su Hijo, el Amor limpio y gratuito del Misterio-Dios. Así lo reconoce la fe cristiana: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado” (Ef 1,3-6). En la vida espiritual de María brilla la gratitud por “la grandeza del Señor que salva, que mira la humildad, hace llegar su misericordia...” (Lc 1, 46-55).

Los capítulos 1-2 de Lucas ponen en paralelo los anuncios, nacimientos, circuncisiones, crecimiento de Juan y Jesús. Paralelismo no es semejanza ni igualdad. La concepción de Juan es similar a la de Isaac; la de Jesús a la creación de Adán. Con Jesús nace una nueva humanidad. El Espíritu creador “vendrá sobre” María para formar en sus entrañas al Hijo de Dios. Este acontecimiento singular, la Encarnación, sigue activo siempre en la historia. Dios humanado glorioso actúa siempre en nuestra vida por su Espíritu: vive en nosotros.

El género literario “anuncio”, conocido en el Antiguo Testamento, lo recrea Lucas para transmitir la noticia más decisiva de la historia: en Jesús se ha hecho hombre el Hijo de Dios. Para hacer posible esta realidad, Dios ha respetado la libertad de María, que acepta libremente el don de Dios. Con su libertad debía contar el Dios que hizo dueño de sí a todo ser humano. Hoy leemos la anunciación a María, leyenda tradicional no inventada por Lucas, de anuncio celeste de una concepción milagrosa: visión, turbación o miedo del ser humano, exhortación a no tener miedo, mensaje y cumplimiento. Nazaret, sin cita en el Antiguo Testamento, estaba mal visto en aquella época (Jn 1, 46). Galilea está lejos del centro institucional judío. El anuncio no ocurre en ambiente de poder, ni en el templo, ni a clérigo. En casa, a una virgen sin genealogía (cf 1, 6), sin relieve social. En todo brilla la gratuidad de Dios que nos regaló al Hijo por puro amor.

El anuncio angélico proclama el cumplimiento de las promesas de Dios a David (2 Sam 7,14.16; 1Cro 17,12-14). Se invita a la alegría, como los profetas a Sión, el barrio nuevo de Jerusalén, norte de la ciudad de David, que acogió a los refugiados del Reino del Norte tras la caída de Samaría (Sof 3,14-15; Za 2,14). Sión es “el resto de Israel”, “madre” del pueblo, como María, madre de Jesús, figura del nuevo Pueblo.

Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo”: expresa la cercanía de Dios con todos a los que encomienda alguna misión (Lc 1,66; Hch 7,9; 10,38; 11,21; 18,10; cf. Dt 2,7; 20,1, etc.). “No temas, María, pues has encontrado gracia ante Dios” (cf. Gn 6,8; Jue 6,17, etc.). No hay temor cuando se entiende la vida y sus dones como gracia. Concebir un hijo no mancha ni transmite mancha alguna al hijo. Nadie nace manchado, ni mancha a su madre cuando nace. Toda concepción es obra de los padres y del Espíritu creador, misterio de gracia original. Con mayor razón en la de María que iba a engendrar al Hijo del Altísimo, al lleno del Espíritu. Dios “nos eligió en Cristo, antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e intachables en ante él por el amor” (Ef 1, 4). 

Oración: “has encontrado gracia ante Dios” (Lc 1,26-38)

Jesús, hijo de María, por obra y gracia del Espíritu Santo:

muchos hoy dudan sobre la “gracia de la vida”;

interpretan la vida como fruto ciego de la evolución;

se creen incluso con derecho a rechazarla o eliminarla;

no aceptan la Fuente de bondad gratuita, creador de todo.

, Jesús, creías que la vida era un regalo:

creías haber “salido del Padre y venido a este mundo”,

y que “otra vez dejarías el mundo e irías al Padre” (Jn 16,28);

creías que la vida tiene sentido dialogando con el Padre:

agradeciendo todo progreso en justicia y fraternidad;

reconociéndole como Padre que escucha siempre;

pidiéndole luz y fuerza para toda decisión;

notando sus impulsos a vivir en su amor a todos;

repitiendo: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23,46).

También María de Nazaret creyó la vida como gracia:

alaba y se estremece de gozo ante la bondad de Dios;

agradece la mirada y el cuidado, sobre todo de los humillados;

“no fue usada por Dios meramente de modo pasivo,

cooperó a la salvación humana con fe y obediencia libres.

`obedeciendo causó salvación para sí y para toda la humanidad´” (LG 56).

Como María, todos “encontramos gracia ante Dios”:

negamos la nada y el azar ciego como origen de la vida;

optamos por la luz del amor del Padre:

de su Amor venimos y a él nos encaminamos;

somos “misterio”, realidad inabarcable, buscadora de plenitud;

creemos en ti, Jesús, como “imagen del Dios invisible” (Col 1,15).

Como María, queremos que el Espíritu avive nuestra vida:

reproduzca en nosotros la imagen de su Hijo” (Rm  8,29);

nos dé a sentir lo que realmente somos: “hijos de Dios” (1Jn 3,1);

nos intime “el ser uno en Cristo... varones y mujeres...” (Gál 3,28;

nos conduzca a “la libertad para la que nos ha liberado Cristo:

manteniéndonos firmes, sin dejarnossometer a yugos de esclavitud...;

viviendola fe que actúa por amor” 5,1.6).

Nosotros, Jesús, hijo de María, nos sentimos:

elegidos en ti antes de la fundación del mundo

para ser santos e intachables ante el Padre por el amor” Ef 1, 4); 

vemos en tu madre la “purísima gratuidad” del amor divino; 

creemos con ella en la promesa de plenitud del amor;

queremos hacer la voluntad de Dios: la fraternidad universal.

Preces de los Fieles (Inmaculada Concepción 08.12.2021)

En medio del Adviento celebramos esta fiesta de María. La “llena de gracia” nos invita a vivir en acción de gracias al Padre “que nos eligió en Cristo, antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor” (Ef 1,4). Pidamos responder como María, diciendo: queremos hacer tu voluntad, Señor.

Por la Iglesia:

- que reconozca la vocación de toda persona a vivir humanamente;

- que anuncie a todos el proyecto, la Buena Noticia, del Reino de Dios.

Roguemos al Señor: queremos hacer tu voluntad, Señor.

Por las intenciones del Papa (diciembre 2021):

- que surjan “catequistas, llamados a proclamar la Palabra de Dios”;

- que “sean testigos con valentía, creatividad y con la fuerza del Espíritu Santo”.

Roguemos al Señor: queremos hacer tu voluntad, Señor.

Por los gobernantes:

- que sean elegidos consciente y libremente por los ciudadanos;

- que sean honrados trabajando por el bien común.

Roguemos al Señor: queremos hacer tu voluntad, Señor.

Por nuestro pueblo:

- que respetemos y cuidemos los bienes comunes;

- que no permitamos que nadie pase hambre ni miseria.

Roguemos al Señor: queremos hacer tu voluntad, Señor.

Por las comunidades cristianas:

- que sean participativas, acogedoras, inquietas por los más pobres;

- que inciten a la plenitud, al desarrollo humano, a la esperanza...

Roguemos al Señor: queremos hacer tu voluntad, Señor.

Por esta celebración:

- que María, la llena de gracia, nos mueva a vivir según el Espíritu Santo;

- que sintamos su presencia resucitada en medio de nosotros.

Roguemos al Señor: queremos hacer tu voluntad, Señor.

María inmaculada, llena del amor de Dios: nos confiamos a tu amor de Madre. Tú quieres siempre lo mejor para nosotros, nos acompañas siempre con tu Hijo y Hermano de todos. Que tu Espíritu nos anime al seguimiento de Jesús por los siglos de los siglos.

Amén.

Leganés (Madrid), 8 de diciembre de 2021

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