“Conducir” la vida en Amor exige dejar la codicia del dinero, honores, dominio... Mirar a Jesús, para no perder el rumbo (Domingo 20º TO C 2ª Lect. 17.08.2025)
Mirar a Jesús, para no perder el rumbo (Domingo 20º TO C 2ª Lect. 17.08.2025)
| Rufo González
Comentario: “fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe”(Hebr 12,1-4)
La última parte de la carta subraya su objetivo: sostener la fe ante el final que no llega y el “amor primero” agotado. Hay opresión, avaricia, orgullo, lujuria, rutina, nostalgia del culto y de la ley… Cunde el desánimo por el politeísmo ambiental y la animadversión social. Termina recordando lo básico: “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Heb 13,16).
Los dos primeros versículos forman una oración gramatical compleja exhortativa. El sujeto es “nosotros”, los cristianos. Tenemos “una nube ingente de testigos”. Nuestra fe surge de quienes nos preceden. De ellos viene la llamada de Jesús y la“renuncia a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia”.
- “Estorbo” (ὄγκον) dos significados griegos: gancho (garfio) y peso (masa, volumen, fastuosidad, majestad, orgullo). Vivir en Cristo exige desprenderse de vicios que atan: “ganchos”, y de “pesos” insostenibles cristianamente. Por ejemplo: avaricia, vanidad, fastuosidad, honores mundanos, nombres rimbombantes, ropajes distintivos, etc.
- “Pecado que nos asedia” (hamartían euperístaton: pecado que nos rodea bien). En algunos papiros (el 46 y el manuscrito 1739) el adjetivo de pecado es “euperíspaston” (que desgarra bien). Variante que concreta la malicia del pecado: rasga, arranca, aleja, separa, descoloca…, la relación filial y fraternal con Dios y los hermanos.
El predicado de la oración principal es “corramos (τρέχωμεν), con constancia (δι’ ὑπομονῆς: con paciencia), en la carrera (τὸν ἀγῶνα: “la competición) que nos toca”.Esta imagen le encanta a Pablo (1Cor 9,24ss; Gál 2,2; Flp 3,13s). “No renunciéis a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa. Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. Un poquito de tiempo todavía y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá por la fe, pero si se arredra le retiraré mi favor. Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma” (Heb 10,35-39). “Que nos toca” (prokeímenon: “propuesta”) es la vida concreta ofrecida “para ganar una corona que no se marchita. Por eso corro yo, pero no al azar; lucho, pero no contra el aire” (1Cor 9,25s).
Nuestra actitud básica es tener “fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús”. En participio presente: “mirando por todos lados” (aforôntes). Esa mirada va dirigida “hacia (eís, como “in” latino con acusativo: hacia dentro) Jesús, el iniciador y consumador de la fe” (tòn tês písteos arxegòn kaì teleiotèn Iesoûn). Exhortación similar a “tened entre vosotros los mismos sentimientos propios de Cristo Jesús” (Flp 2, 5). Él precedió:“en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios” (v. 2b). La cruz era la ejecución más terrible y despiadada. Por eso “despreció la ignominia (deshonor, deshonra)”.
“Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo”(v. 3). “Recordad” traduce el imperativo “analogísasze”, de analogízomai: considerar detenidamente. El segundo párrafo es una expresión de la finalidad: “paraque no os canséis (hína mè kámete) desanimados en vuestras almas”. Remedio eficaz para no desanimarse en la vida cristiana es “considerar detenidamente” al Crucificado.
“Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado” (v. 4). Se trata de comunidades sin mártires. Antes: “recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: unos, expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros, solidarios de los que eran tratados así” (Heb 10,32s). No hay razón de apostasía sin siquiera sufrir persecución violenta.
Oración:“fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe”(Hebr 12,1-4)
Jesús, “que inicias y completas nuestra fe”:
hoy somos invitados a “correr, con constancia,
en la carrera que nos toca,
renunciando a todo lo que nos estorba
y al pecado que nos asedia”.
“Lo que nos estorba”, Señor, son ataduras y pesos
que impiden la fraternidad: avaricia, vanidad,
tiranía, crueldad, fastuosidad, honores mundanos,
nombres rimbombantes, ropajes distintivos, etc.
“El pecado que nos asedia”, Señor:
rasga, arranca, aleja, separa, descoloca…, nuestra persona;
nos hace perder la relación filial y fraternal
con el Padre creador y con los hermanos;
nos encierra en nuestro egoísmo;
apaga la inquietud infinita de nuestros deseos;
nos deja sin sentido, sin esperanza, sin alegría.
Jesús, “probado en todo menos en el pecado” (Hebr 4,15):
“hecho semejante a los seres humanos,
reconocido como hombre por tu presencia” (Flp 2,7);
no compartes el pecado, porque deshumaniza;
tu vida, al revés, humaniza la nuestra;
trabajas por la salud, el pan, la relación fraternal;
el Amor del Padre enciende tu pasión por nosotros.
Tu confianza en el amor del Padre te llevó:
a crecer física, intelectual y moralmente;
a vivir la familia, el trabajo, la amistad…;
“soportas la cruz, desprecias la ignominia...;
padeces la oposición de los pecadores”:
que acumulan y no comparten;
más amigos de la Ley que de las personas;
que “se hacen llamar bienhechores”;
que piensan que Dios reparte pobreza y riqueza;
que consideran la enfermedad castigo por los pecados.
Como siervo fiel al Amor de Dios:
“resolviste ponerte en camino para
encararte con Jerusalén” (Lc 9,51; J. Mateos);
“con semblante duro te encaminaste
hacia Jerusalén” (Lc 9,51; Cantera-Iglesias);
“te afirmaste en tu voluntad de ir a Jerusalén”
(Lc 9,51; Biblia de Jerusalén);
“tomaste la decisión de ir a Jerusalén”
(Lc 9,51; versión litúrgica).
“Yendo a Jerusalén” enfrentas el mal legalizado:
les molestó tu cercanía a los marginados;
critican tus comidas con pecadores;
no aceptan tu libertad ante el ayuno y la pureza ritual;
reaccionan ante tu denuncia del templo
como “cueva de bandidos” (Mt 21,13),
reductor del proyecto divino al culto fastuoso;
se sienten ridiculizados por sus vestidos deslumbrantes,
sus títulos autoritarios y supremacistas,
sus rangos de honor y dignidad creados por el egoísmo;
les duele tu apelación de sepulcros blanqueados (Mt 23,1-31).
Tu actitud, Señor, es fruto de tu fe en el Dios-Amor:
“la fe, fundamento de lo que se espera
y garantía de lo que no se ve” (Heb 11,1);
la fe que asegura que, “aunque llegaran a abandonarte
todos los santos y todas las criaturas,
Dios estará siempre a punto en todas tus necesidades”
(Epístola de san Cayetano a Isabel Porto.
2ª lectura, 7 agosto. Oficio de Lectura).
Tu fe, Cristo, ha despertado y sostiene nuestra fe;
“fijamos los ojos en ti,
que inicias y completas nuestra fe;
tú, que, en lugar del gozo inmediato, soportas la cruz,
despreciando la ignominia,
y ahora estás sentado a la derecha del trono de Dios.
Recordamos tu aguante ante la oposición de los pecadores;
tú sí llegaste a la sangre en pelea contra el pecado;
eso nos fortalece y anima a seguir tu camino” (Heb 12,2-4).
rufo.go@hotmail.com