“Queremos adorarte en toda persona” Natividad del Señor (25.12.2020): Jesús, Sol Invicto, “sol de justicia”

Los Magos y la estrella de Belén
Los Magos y la estrella de Belén

También en la Iglesia tenemos personas “en el pesebre”

Comentario:le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito” (Lc 2,1-14)

Como texto simbólico, no hay que entenderlo literalmente. De modo significativo expresa el hecho de que Dios se humaniza en Jesús de Nazaret. Es la narración central del llamado “evangelio de la infancia”, el testimonio más famoso y bello de la Navidad cristiana. Lo importante es el hecho: “le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito”).

Es simbólico Belén como el lugar del nacimiento. De las veinte citas alusivas a la procedencia de Jesús en el Nuevo Testamento, sólo dos pasajes señalan a Belén (Mt 2,1 y Lc 2,4). No es un dato geográfico, sino un símbolo de la vida de Jesús, nacido en pobreza, pero enriquecido por el Espíritu de Dios, como David de Belén. Hay que seguir utilizándolo, como el 25 de diciembre, símbolo de Jesús, Sol Invicto, “sol de justicia” (Mal 3,20), “sol que nace de lo alto” (Lc 1,78), “lámpara de la ciudad nueva” (Ap 21,23) aunque sabemos que Jesús no nació ese día. La profecía de Miqueas (sobre el 500 a.C.) -“Pero tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacaral que ha de gobernar Israel... Pastoreará con la fuerza del Señor, su Dios..” (Mi 5,1.3)- anuncia que el Mesías, descendiente de David, procederá de la pequeña ciudad de David (Belén) y no de la regia Jerusalén. No se refiere directamente al nacimiento de Jesús, que vendrá al mundo medio milenio más tarde. Los profetas no son adivinos que intentan predecir hechos al margen de la realidad coetánea. Su misión es anunciar la voluntad de Dios en el presente. El profeta dice que el Mesías de Dios no puede compartir el espíritu de la corte de Jerusalén. Ahí no puede nacer el Mesías descendiente del rey David, “hombre conformea mi corazón” (He 13,22), nacido en la humilde Belén. Si quieren que venga el Ungido de Dios, hay que revivir el mismo ambiente de Belén. Es, por tanto, una propuesta a los dirigentes de Jerusalén para volver a la humildad y sencillez de los orígenes, donde surgió un gran rey.

En la época de Jesús, esta profecía se aceptaba en su literalidad. Por ello, algunas comunidades cristianas presentaban el nacimiento de Jesús como sucedido en la ciudad de Belén. Para ellos lo importante era el hecho de que Jesús es el Mesías de Dios. Esta realidad había que explicarla a judíos en su literatura. Mateo y Lucas, cuyos destinatarios eran mayoritariamente judíos, utilizan la narración teológica del nacimiento en Belén. Mateo pone a Jesús naciendo en Belén porque su familia era de allí. Lucas dirá que Belén fue un accidente histórico providencial para confirmar que Jesús es el Mesías verdadero, esperado por Israel, el descendiente de David. Marcos, primer escrito para lectores paganos, no tuvo problemas en conservar el recuerdo de que había nacido en Nazaret. Para Juan, convencido de que Jesús era Dios, que “había salido de Dios y había vuelto a Dios” (Jn 13,3), el origen mundano, en Belén o en Nazaret, carecía de importancia. El hecho de que venía de Dios (Jn 1,1-18) bastaba para declararlo Mesías..

Belen
Belen

El contexto histórico también sirve para explicar el significado del nacimiento. El Dios de la vida nace en donde hay menos vida. Nace bajo un emperador universal que ejerce su poder organizando un censo de súbditos para conocerlos, exigirles tributo y tenerlos sometidos. No se sabe si ese censo se hizo cuando nació Jesús, ni si obligaba a todos a empadronarse en el lugar de origen, pero sitúa a Jesús en el contexto histórico de un imperio que quiere tener dominio sobre todo, incluso sobre Dios. Pero Dios no se deja “contar” de esa manera, sino que ofrece vida por encima de los cálculos humanos. No le acoge el pueblo de Belén, ni las casas pudientes; nace en los márgenes, a cielo abierto y recostado en un pesebre de animales. Nace el rey de la gloria (cf. Lc 1, 32-33) y sólo le acogen María, su marido José y los marginados pastores.

El texto subraya el protagonismo de María y José, obligados a trasladarse a Belén. María pare a su hijo, le envuelven en pañales y le recuestan en un pesebre. Colaboran totalmente con Dios. La buena noticia la da Dios mismo, simbolizado en un ángel del cielo: quien nace tan humilde es el Salvador, el Mesías, el Señor, el que trae la verdadera paz.Los pastores creen el mensaje, corren al encuentro, se hacen mensajeros de la buena noticia y alaban a Dios por la experiencia. Como han hecho los pobres que se han ido encontrando en la vida con Jesús de Nazaret: creen, comparten lo que tienen, lo anuncian, lo celebran. 

Oración:le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito” (Lc 2,1-14)

Jesús de la Navidad:

Hoy te adoramos como los pastores.

Tú, Salvador, Mesías, Señor, eres pequeño y pobre;

estás envuelto en pañales y recostado en un pesebre;

necesitado de calor y de ternura, tienes frío y lloriqueas;

empiezas ya a estar rodeado de marginados y excluidos.

Así es el Dios Padre, que Tú nos has manifestado:

a Dios nadie le ha visto jamás, el Hijo nos lo ha dado a conocer”.

Por eso tu nacimiento provoca en nosotros acercamiento a ti:

como “los pájaros sin pareja en el tejado”(Sal 102,8);

como los niños abandonados;

como las víctimas del terrorismo;

como los enfermos necesitados e incurables;

como los sin techo y excluidos socialmente...

Tu nacimiento nos incita a tu vida:

“haciéndonos pobrecitos y esclavitos indignos,

mirarte, contemplarte, servirte en tus necesidades,

como si presente nos hallásemos...”

(Contemplación del nacimiento de san Ignacio: EE, 114).

El signo de tu presencia es siempre la debilidad:

Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,12);

Tuve hambre, sed, fui forastero, desnudo, enfermo, en la cárcel...” (Mt 25,31ss).

Hoy evocamos tu nacimiento con signos de tu presencia:

el portal pobre de Belén, lejos de los palacios y casas señoriales;

tu imagen semidesnuda recostada en un pesebre;

las figuras de José y María que te envuelven en cariño y en pañales;

los mal vistos por la sociedad bienpensante, entonces los pastores;

el buey y la mula que te hermanan con todo ser vivo;

los cielos y las estrellas que buscan la armonía universal...

Cristo niño, recostado en un pesebre:

queremos reconocerte como centro de nuestra vida;

el pesebre es el signo de la cruz de tu amor;

“estar junto al pesebre” es estar contigo, reconocerte crucificado,

darte calor, envolverte en pañales, alimentarte, adorarte;

queremos salir a saludar a los sin techo, a los marginados...;

te llevaremos ropa adecuada, alimento digno...;

te promocionaremos laboralmente...;

te pediremos perdón, te adoraremos en “el pesebre” de sus vidas...

También en la Iglesia tenemos personas “en el pesebre”:

- “puedo atestiguar que cuando uno sale de ahí,

los que durante años se llamaron tu familia y tus hermanos,

`con lazos más fuertes que los de la sangre´,

ni se enteran ni les preocupa en absoluto nada de ti” (testimonio de un ex Opus Dei)?

- “Con todo y con ser tantos -ahí están las cifras- el silencio es clamoroso.

Compañeros con los que habíamos trabajado toda la vida,

¿qué digo?, hermanos con los que habíamos convivido durante tantos años.

No existen. Sin más. Son una vergüenza pública de la que no se habla

para que no cunda el (mal) ejemplo.

Para mí este silencio es el auténtico escándalo”

(Testimonio de sacerdote casado en Curas Casados. Moceop. Albacete 2006, p. 178).

Queremos, Jesús de la Navidad, pedirte perdón:

por nuestra intolerancia y falta de respeto a muchas conciencias;

por nuestras leyes puramente humanas, innecesarias,

contraproducentes para algunos;

por el modo autoritario de presidir y celebrar los sacramentos...;

por nuestra incapacidad de crear comunidades de tu amor.

Al adorar hoy tu imagen de niño, queremos adorar a:

“no tanto a los amigos y vecinos ricos

sino sobre todo a los pobres y enfermos,

a esos que suelen ser despreciados y olvidados,

a aquellos que `no tienen con qué recompensarnos´ (Lc 14,14)” (EG, 48).

Preces de los Fieles (Natividad del Señor 25.12.2020)

Celebramos el nacimiento de Jesús, nuestro hermano mayor. Él nos ha mostrado al Padre, entregándonos el Espíritu de familia. Este Espíritu nos intima su presencia “en cada persona y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y, por el amor demos testimonio de la espera gozosa de su reino” (Prefacio I/B de Adviento). Pidamos “nacer de nuevo” diciendo: “Queremos adorarte en toda persona”.

Por nuestro mundo:

- que sea capaz de erradicar la pobreza y el hambre;

- que promueva los derechos y deberes humanos en todos los ámbitos.

 Roguemos al Señor: “Queremos adorarte en toda persona”.

Por la Iglesia:

- que sea “bien visible en línea de animación/fermento...; 

- que sea “impulso libre y creador de vida, de oración, de amor mutuo...”.

Roguemos al Señor: “Queremos adorarte en toda persona”.

Por las intenciones del Papa (Diciembre 2020):

- que nuestro anuncio evangélico surja de la amistad con Jesús en la oración;

- que “nuestra relación con Jesucristo se alimente de Palabra de Dios y de oración”.

 Roguemos al Señor: “Queremos adorarte en toda persona”.

Por los más débiles:

- que trabajen por superarse y colaborar con quienes les ayudan;

- que tengan conciencia de su dignidad humana.

Roguemos al Señor: “Queremos adorarte en toda persona”.

Por los responsables políticos:

- que trabajen honestamente por el bien común;

- que distribuyan las cargas y beneficios equitativamente.

Roguemos al Señor: “Queremos adorarte en toda persona”.

Por muestra parroquia:

- que sea una comunidad abierta a la colaboración de todos;

- que respetemos y cuidemos los carismas de todos.

Roguemos al Señor: “Queremos adorarte en toda persona”.

Por esta celebración:

- que nos devuelva al espíritu del Niño que nace;

- que nos ayude a “nacer de nuevo”, a vivir en el amor.

Roguemos al Señor: “Queremos adorarte en toda persona”.

Queremos, Señor, “imitar y parecernos más a Cristo nuestro Señor”, “lavando los pies” a quien nos necesite, construyendo fraternidad y viviendo en su amor por los siglos de los siglos.

Amén.

Leganés, 25 diciembre 2020

Volver arriba