“Venga tu reino”: la causa de Dios y del hombre: justicia, igualdad, bienestar, plenitud “Padre”, la revelación clave de Jesús (Domingo 17º TO C 24.06.2022)

“Padre mío, me pongo en vuestras manos...”

Comentario: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino...” (Lc 11,1-13)

El texto inicial (vv. 1-4) procede de la fuente Q, compartida com Mateo (6,9-13). Más breve. Pronunciado en arameo, lengua coloquial de entonces. Sin duda de autenticidad. El agrupamiento del Padrenuestro (vv. 1-4), con la parábola del amigo inoportuno (vv. 5-8) y la insistencia perseverante en la oración (vv. 9-13) es una catequesis sobre la oración.

Jesús está orando en cierto lugar. Aquí, Lucas no aporta datos sobre lugar y tiempo. En otros textos sobre la oración de Jesús hay algunos datos: 3,21: en el bautismo; 5,16: en lugares solitarios; 6,12: en el monte; 9,18.28-29: a solas, en el monte con tres discípulos; 22,44-46: en Getsemaní. La tradición sitúa esta oración en una cueva del Monte de los Olivos. Allí los peregrinos visitan la Iglesia del Páter Noster. En sus paredes y claustro hay 43 placas de cerámica con las traducciones del Padrenuestro en 43 idiomas.

Uno de sus discípulos le dijo:`Señor, enséñanos a orar, como Juan...´”. Así surgió la gran plegaria cristiana. La versión de Mateo (6,9-13), utilizada en nuestra liturgia, es más larga. Idéntica en lo esencial. Quizá sean elaboraciones litúrgicas sobre el texto primitivo. No es una fórmula mágica. Transmite lo esencial de la oración de Jesús. “Resumen de todo el evangelio”, dirá Tertuliano (s. II-III).

“Padre”:es la revelación clave de Jesús. El mismo Lucas, poco antes, pone en boca de Jesús: “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (10, 22). De esta revelación hace partícipes Jesús a los que creen en él. Así decimos: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo... Él nos eligió en Cristo... Nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos” (Ef 1, 3-5).

Santificado sea tu nombre. “Nombre” es la realidad. “Santificar” la realidad divina es reconocerla como real, como “padre-madre”, totalmente bueno, capaz de librar del mal y llevarnos a una vida justa y dichosa. 

Venga tu reino: petición comprometida de que el reino de Dios, que es vida justa para el hombre, se manifieste y se haga realidad. Esta fue la causa de Jesús: causa de Dios y del hombre: futuro de justicia, igualdad, bienestar y plenitud. Esta es “la voluntad divina”.

Danos cada día nuestro pan cotidiano”. Recuerda el proverbio que pide a Dios: “no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: «Quién es el Señor?»; no sea que robe por necesidad y ofenda el nombre de mi Dios” (Prov. 30,8bc-9). “Cotidiano” traduce “epioúsion”, palabra nueva griega, cuyo significado etimológico (epí-oúsios) es “supersustancial”, esencial, indispensable.

Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos...”. Es experiencia de la falta de fe, de agresiones a la vida, de desequilibrios en la dirección de nuestros instintos... La actitud con los demás muestra la sinceridad de nuestra petición a Dios.

Y no nos dejes caer en tentación”. La inclinación al mal, revestida de mil formas, nos acompaña toda la vida. Se pide a Dios que seamos capaces de soportar la tentación.

La catequesis sobre la oración de Jesús añade la parábola del amigo intempestivo (vv. 5-8) y la perseverancia (vv. 9-13) . La oración cristiana confía en el amor del Padre. Por eso es siempre eficaz, pero no mágica: el Padre, como todo buen padre, nos dará lo que realmente necesitamos. Siempre nos dará “un espíritu santo”, dice literalmente Lucas. La traducción litúrgica: “dará el Espíritu Santo”. En el texto griego no hay artículo definido ante “espíritu”. Luego no se refiere al Espíritu Santo, como fórmula trinitaria. El Padre Dios dará “un espíritu santo”, bueno: hará que nuestro espíritu piense y acepte la realidad conforme con la voluntad divina.

Oración: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino...” (Lc 11,1-13)

Hoy, Jesús de todos, nos entregas tu oración:

la que Tú rezabas al Padre,

la que reza toda la Iglesia desde que existe,

la que nace de verdadero espíritu cristiano.

Un místico francés escucha así al Padre Dios:

“mi Hijo ya les ha dicho suficientes veces

que yo soy su Padre...;

Ellos son los hermanos de mi Hijo;

ellos son mis hijos;

yo soy su Padre...

Mi Hijo supo bien lo hacía aquel día;

él que tanto les ama...

Esas tres o cuatro palabras que me vencen,

a mí, el invencible...

Bien sabía lo que hacia mi Hijo Jesús

cuando puso entre los hombres y yo

esas tres o cuatro palabras del padrenuestro

como una barrera que mi cólera y

mi justicia no franquearán jamás...

Pero ¿cómo querrán que les juzgue yo ahora después de eso?

¡Bien sabía mi Hijo Jesús lo que había que hacer

para atar los brazos de mi justicia

y desatar los de mi misericordia!

Así que ya no tengo más remedio que juzgar a los hombres

como juzga un padre a sus hijos.

Y ¡ya se sabe cómo juzgan los padres!” 

(Charles Pierre Péguy: El misterio de los santos inocentes.1912)

Con otro místico francés, reconocido santo, rezamos:

“Padre mío, me pongo en vuestras manos;

Padre mío, me confío a vos;

Padre mío, me abandono a vos;

Padre mío, haced de mí lo que os plazca;

sea lo que sea lo que hagáis de mí, os lo agradezco;

gracias por todo.

Estoy dispuesto a todo; lo acepto todo; os doy gracias por todo,

con tal que vuestra voluntad se haga en mí, Dios mío;

con tal que vuestra voluntad se haga en todas vuestras criaturas,

en todos vuestros hijos,

en todos aquellos a los que ama vuestro corazón;

no deseo nada más, Dios mío;

Pongo mi alma en vuestras manos;

os la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón,

porque os amo, y para mí es una necesidad de amor el darme,

ponerme en vuestras manos sin medida;

yo me pongo en vuestras manos con infinita confianza,

porque vos sois mi Padre” (San Carlos de Foucauld).

Preces de los Fieles (17º TO C 24.06.2022)

Con el Espíritu de Jesús rezamos el Padrenuestro. Con Pablo reconocemos que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. Dios nos lo ha revelado por el Espíritu...Nosotros tenemos la mente de Cristo” (1Cor 2,9-16). Con esta “mente”, oremos diciendo: Padre, venga tu reino”.

Por la Iglesia:

- que explique y reflexione constantemente el “Padre nuestro”;

- que su conducta sea guiada por el “Padre nuestro”.

Roguemos al Señor: Padre, venga tu reino”.

Por las intenciones del Papa (Julio 2022):

- que cuidemos a los ancianos “raíces y memoria del pueblo”;

- que “su experiencia y sabiduría ayude a los más jóvenes

a mirar hacia el futuro con esperanza y responsabilidad”.

Roguemos al Señor: Padre, venga tu reino”.

Por la paz del mundo:

- que creamos incompatible la guerra y el “Padre nuestro”;

- que la dignidad humana exija concordia entre los pueblos.

Roguemos al Señor: Padre, venga tu reino”.

Por las fiestas de nuestros pueblos:

- que sean humanizadoras, respetuosas con la naturaleza;

- que alegren y vivifiquen a todos en la mutua amistad.

Roguemos al Señor: Padre, venga tu reino”.

Por los refugiados, emigrantes, marginados...:

- que los acojamos como queremos que nos acojan;

- que procuremos a todos el “pan de cada día”.

Roguemos al Señor: Padre, venga tu reino”.

Por esta celebración:

- que nos ayude a entender bien el “Padre nuestro”;

- que nos fortalezca y nos comprometa a vivirlo.

Roguemos al Señor: Padre, venga tu reino”.

No queremos, Señor, separar Padre” de “nuestro”. Como tú, Jesús, que vivías la fraternidad, surgida del amor del Padre, con entrega a todos, especialmente a los enfermos, marginados, más débiles... Contamos con tu Espíritu por los siglos de los siglos.

Amén.

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