“El Evangelio nos dice que lo mejor para la Iglesia no es la buena imagen de sus dirigentes, sino la verdad y transparencia de lo que cada cual vive en el seguimiento de Jesús” Pidamos por quienes presiden nuestras comunidades (Domingo 25º TO B 2ª lect. 22.09.2024)
“¿Tienen los dirigentes eclesiales una mentalidad capaz de captar y acoger los «signos de los tiempos»?”
| Rufo González
Comentario: “La sabiduría que baja de lo alto” (St 3, 16-4,3)
Santiago, buen maestro espiritual, invita a vivir la “sabiduría que baja de lo alto”. El capítulo 3º se inicia con sugerentes comparaciones (freno del caballo, timón de un barco, fuego pequeño, el animal indómito) para que nuestra habla no contamine ni queme la convivencia (3, 2-12). “El sabio y experto muestra sus obras como fruto de buena conducta, con la delicadeza propia de la sabiduría. Si en vuestro corazón tenéis envidia amarga y rivalidad, no presumáis, mintiendo contra la verdad. Esa no es la sabiduría que baja de lo alto, sino la terrena, animal y diabólica” (Sant 3,14s).
La lectura de hoy constata una realidad:“donde hay envidia y rivalidad, hay turbulencia y todo tipo de malas acciones” (Sant 3,16). Es el pan de cada día. En el mundo y en la Iglesia. La libertad interior del cardenal Martini denunciaba los vicios clericales: “el vicio clerical por excelencia es la envidia, y otros pecados capitales como la vanidad y la calumnia ¡Qué grande es la vanidad en la Iglesia! Se ve en los hábitos. La Iglesia se reviste de ornamentos inútiles. Tiene tendencia a la ostentación, al alarde… Carrerismo clerical, especialmente en la Curia Romana... Ciertas cosas no se dicen, ya que se sabe que bloquean la carrera” (Efe/ReL 08 junio 2008).
La carta de Santiago respira también gran libertad interior para denunciar el mal que aqueja a las comunidades cristianas. También el Evangelio airea los defectos de los Apóstoles: miedos, afán de poder, ignorancia, negación... “El Evangelio nos dice que lo mejor para la Iglesia no es la buena imagen de sus dirigentes, sino la verdad y transparencia de lo que cada cual vive en el seguimiento de Jesús” (cf. Mc 9,30-37).
El final de la lectura de hoy denuncia “conflictos y luchas”: “¿De dónde procedenlos conflictosy las luchas que se dan entre vosotros?¿No es precisamente de esos deseos de placer, que pugnan dentro de vosotros?” (4, 1). Es la satisfacción propia, egoísmo, sin tener en cuenta a los otros: “Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis y no podéis conseguir nada, lucháis y os hacéis la guerra, y no obtenéis porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones” (Sant 4,2-3). La oración de petición puede viciarse por motivos puramente egoístas. Oraciones de tantos creyentes que piden la victoria nacionalista, negocios y trabajos propios, aunque sean criminales y lleven la ruina de otros...
La lectura proclama “la sabiduría que viene de lo alto”. Meditemos bien este saber vivir. “Es intachable (`agné´: inocente, sin culpa, sin mala intención, limpio de corazón), apacible (`eireniké´: ofertado en amistad, no impuesto ni agresivo), comprensivo (`epieikés´, de ahí viene “epiqueya”: “interpretación moderada y prudente de la ley, según las circunstancias de tiempo, lugar y personas”; justo, conveniente, equitativo, indulgente, benigno), conciliador (`eupeizés´: dispuesto a ceder, abierto, razonable, obediente, persuasivo), lleno de misericordia y buenos frutos (`mestè eléous kaì karpôn agazôn´: abundante en empatía, perdón, paciencia, compasión... y en buenos frutos; no sólo en palabras), imparcial(`adiákritos´: sin prejuicios ni favoritismos, imparcial, sin doble vara) y sincero (`anupókritos´: sin fingimiento, sin actuación cómica...) (v. 17).
“El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz” (v. 18). Justicia y paz están muy vinculadas: se viven en reciprocidad. Donde hay paz hay justicia y viceversa. Son fruto y causa mutuamente.
Oración:“La sabiduría que baja de lo alto” (St 3,16-4,3)
Jesús, maestro de sabiduría divina:
tu vida y tu evangelio respiran sabiduría buena;
transparentan gran libertad interior para airear
los defectos de los Apóstoles:
miedos, afán de poder, negación...;
esperan la conversión de las conciencias libres:
“«quien quiera ser el primero,
que sea el último de todos y el servidor de todos».
Tomando un niño, lo puso en medio de ellos…” (Mc 9,30ss).
También la carta de Santiago respira tu libertad:
“donde hay envidia y rivalidad,
hay turbulencia y todo tipo de malas acciones” (3,16).
¿De dónde procedenlos conflictosy las luchas
que se dan entre vosotros?
¿No es precisamente de esos deseos de placer,
que pugnan dentro de vosotros?
Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis
y no podéis conseguir nada,
lucháis y os hacéis la guerra,
y no obtenéis porque no pedís.
Pedís y no recibís, porque pedís mal,
con la intención de satisfacer vuestras pasiones” (4,1ss).
También el Papa actual muestra libertad interior
contra “el clericalismo institucionalizado”:
“clérigos que maltratan al pueblo de Dios,
con actitudes machistas y dictatoriales”.
“Es doloroso encontrar ‘lista de precios’ de los servicios
sacramentales al modo de supermercado”.
“Basta ir a sastrerías eclesiásticas en Roma para ver
el escándalo de sacerdotes jóvenes probándose sotanas
y sombreros o albas y roquetes con encajes”.
“El clericalismo es un látigo, un azote, una forma de mundanidad
que ensucia y daña el rostro de la esposa del Señor,
que esclaviza al santo pueblo fiel de Dios”
(Discurso del Papa en la 18ª Congregación General del Sínodo.
Roma, miércoles 25 de octubre de 2023)
Pero qué poco, Señor, se hace por desinstitucionalizarlo:
quizá se deba a lo que denuncia un clérigo escritor:
“La Iglesia, y en particular los «equipos eclesiales de gobierno»
(salvo algunas excepciones de lo que yo he alcanzado a conocer
y que es muy limitado), no tienen una mentalidad capaz
de captar y acoger los «signos de los tiempos»” (RD 03.09.2024).
Hoy, Jesús, te pedimos por quienes presiden nuestras comunidades:
abre su mente y corazón a “la sabiduría que viene de lo alto”;
que procedan siempre de modo “intachable”, sin intención egoísta;
que su hablar sea “apacible”, amistoso, no impositivo, ni amenazador;
que “comprendan” tu voluntad en tiempo, lugar y personas;
que sean“conciliadores”, abiertos a toda verdad;
que su corazón sea como el tuyo:
“lleno de misericordia y buenos frutos”;
quesean “imparciales”, sin favoritismos ni doble vara;
que brille en ellos la“sinceridad” de vida y palabra (Sant 3, 17);
que “muestren sus obras como fruto de buena conducta,
con la delicadeza propia de tu sabiduría” (Sant 3,13).