Nosotros tenemos claro que amar como Jesús es vivir en plenitud Queremos ser imagen de Jesús (Domingo 15º C TO 2ª Lect. 13.07.2025)

Nuestro prójimo es Jesús, presente en toda persona

Comentario: “por él y para él quiso reconciliar consigo todos los seres” (Col 1, 15-20)

En cuatro domingos sucesivos leemos parte de Colosenses. Colosas estaba en el valle de río Lico, sur de Frigia, en la península de Anatolia (Turquía), cerca de Hierápolis (22 km) y Laodicea (19 km), que se comunicaban sus cartas (4,13). Región de las siete iglesias del Apocalipsis (Ap 2-3). Había sido evangelizada por Epafras, discípulo de Pablo: “nuestro querido compañero de servicio, fiel servidor de Cristo en lugar nuestro. Él es quien nos ha informado del amor que sentís por nosotros en el Espíritu” (Col 1,7-8).

La lectura (1,15-20) es de la parte doctrinal de la carta (1,15-2,23). Es un himno del autor o recogido de la liturgia. Algunos lo creen un poema precristiano a una divinidad pagana salvadora. De 112 palabras (1,15-20), sólo 8 son de uso cristiano. Las otras son en mayoría usuales en textos gnósticos. Canta la primacía de Cristo sobre elementos creados: “Cuidado con que nadie os envuelva con teorías (lit.: a través de la filosofía) y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en los elementos del mundo y no en Cristo” (2,8). “Filosofía” explicativa de elementos espirituales, controladores del mundo.

El himno arranca tras una afirmación central: “Dios Padre… nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados” (1,12-14). Es evangelio: el Padre nos lleva al Amor, manifestado en Cristo. La primera parte del himno (Col 1,15-17) proclama el señorío de Cristo sobre toda la realidad creada: Cristo “es imagen (eikón, icono) de Dios”. Nosotros fuimos creados “a imagen (kat`eikona) de Dios” (Gn 1,27). “Primogénito (πρωτότοκος) de toda criatura” expresa la primacía sobre lo creado. No es “la primera creatura”, una entre las demás. Precede a toda la creación.

En él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él” (vv. 16-17). “En él”, “por él” y “para él” es la relación de lo creado con Dios. Como en el prólogo de Juan: “por medio de él se hizo todo y sin él no se ha hecho nada de cuanto se ha hecho” (Jn 1,3). Y 1ª Corintios: “para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede todo y para el cual somos nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe todo y nosotros por medio de él” (1Cor 8,6).

La segunda parte (Col 1,18-20) canta la obra salvadora de Jesús. Se ha puesto a “la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz” (vv. 18-20). Cristo tiene la primacía y plenitud sobre toda criatura. Por medio de Él, Dios ofrece a todos su perdón y su paz. La sangre de su cruz, perdonando a todos, ha traído la paz. Esta es la historia de la salvación: Dios quiere reunir a toda la humanidad en el Amor de su Hijo, Cristo Jesús. “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo ser humano” (GS 22). Nuestro prójimo es Jesús, presente en toda persona (Mt 25,31ss).

Oración: “por él y para él quiso reconciliar consigo todos los seres” (Col 1, 15-20)

Cristo Jesús, hijo de María, hermano nuestro.

Hoy, con la carta a los Colosenses, te reconocemos:

imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura;

porque en ti fueron creadas todas las cosas…;

todo fue creado por ti y para ti.

Tú eres anterior a todo y todo se mantiene en ti.

Tú eres también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.

Tú eres el principio, el primogénito de entre los muertos,

y así eres el primero en todo.

En ti quiso Dios que residiera toda la plenitud.

Por ti y para ti quiso reconciliar todas las cosas,

las del cielo y las de la tierra,

haciendo la paz por la sangre de tu cruz” (Col 1,15-20).

Con el evangelio de Juan confesamos:

En el principio existías tú, el Verbo, la Palabra,

que estaba junto a Dios, y eras Dios…

Por medio de ti se hizo todo,

y sin ti no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En ti estaba la vida,

y la vida era la luz de los seres humanos…

Tú, el Verbo, la Palabra, eras la luz verdadera,

que alumbra a toda persona, viniendo al mundo…

A quienes te recibieron,

les diste poder de ser hijo/as de Dios,

a lo/as que creen en tu nombre.

Esto/as no han nacido de sangre,

ni de deseo de carne, ni de deseo de varón,

sino que han nacido de Dios.

Tú, el Verbo, te hiciste carne y habitaste entre nosotros,

y hemos contemplado tu gloria:

gloria como del Unigénito del Padre,

lleno de gracia y de verdad…

A Dios nadie lo ha visto jamás:

Tú, Dios unigénito, que estás en el seno del Padre,

eres quien lo ha dado a conocer” (Jn 1-18).

Con el Vaticano II actualizamos nuestra fe:

“Tú, Cristo, señor nuestro,

al revelarnos el misterio del Padre y su amor,

manifiestas plenamente el ser humano al propio ser humano,

y le descubres su altísima vocación...

Tú, que eres imagen de Dios invisible,

eres también ser humano perfecto...

En ti, la naturaleza humana asumida, no absorbida,

ha sido elevada también en nosotros a dignidad sublime...

Conformados con tu imagen de Hijo,

Primogénito entre muchos hermanos,

recibimos las primicias del Espíritu,

las cuales nos capacitan para cumplir la ley nueva del amor.

Por medio de este Espíritu... se restaura todo el ser humano...

Tú, Cristo, has muerto a favor de todos;

la vocación última humana es en realidad única, a saber, divina;

creemos que tu Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad

de asociarse a tu misterio pascual,

del modo que sólo Dios conoce...

Por ti y en ti, Cristo, se ilumina

el enigma del dolor y la muerte...

Tú, Cristo Jesús, has resucitado;

con tu muerte has destruido la muerte

y nos has regalado la vida,

para que hijos en el Hijo,

clamemos en el Espíritu: ¡Padre!” (GS 22).

Cristo Jesús, queremos ser imagen tuya.

rufo.go@hotmail.com

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