La fe en Jesús inicia la transformación humana por obra del Espíritu Queremos, Jesús, sentir el gemido de la vida (Domingo 15º TO A 2ª Lect. 16.07.2023)

La historia humana es una “ansiosa espera” de vida feliz

Comentario: “nosotros poseemos las primicias del Espíritu” (Rm 8,18-23)

En la carta a los Romanos, Pablo expone la oferta de vida de Jesús. Empieza narrando la situación dramática y sin salida de la humanidad. Destaca el deseo dicha, propio de la dignidad humana. Dicha a la que responde la vida de Jesús. Quien se fía de Jesús intuye “el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,2-5). 

Desde este hecho fundamental (“el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo”, Pablo entiende la peripecia vital, llena de sentido y realización. Lo contemplamos hoy en la lectura: “considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará” (v. 18).Concreta lo dicho en el versículo anterior: “si sufrimos con él, seremos también glorificados con él” (Rm 8,17c). Idea reseñada en 2Cor 4,17: “la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria”.

Pablo interpreta la historia humana como una “ansiosa espera” de vida feliz. Vida ofrecida por Jesús como Hijo de Dios: “la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (vv. 19-21). Creo mejor traducir “ktisis” (sustantivo del verbo “ktidso”: fundar, construir, organizar, crear...) por “humanidad”. Es la acepción del mismo término en otros textos: “si alguno está en Cristo es una criatura nueva” (2Cor 5, 17); “lo que cuenta es la nueva criatura” (Gál 6,15); “id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Se refiere a seres humanos, no al cosmos. Son humanos los que se sienten “frustrados”. “Su voluntad” sigue “esperando liberarse de la corrupción”, que esclaviza y no deja vivir “la libertad de los hijos de Dios”.

Es la humanidad quien “gime y sufre dolores de parto... También nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo” (vv. 22-23). La humanidad “gime y sufre” porque vive en egoísmo, avaricia, violencia, soberbia, honor mundano, odio y ley del más fuerte, ”pasa de largo” ante el que está sin techo, sin trabajo, sin comida, sin cultura, sin salud, sin sentido, sin alegría... Hasta los cristianos, “que poseemos las primicias del Espíritu”, “gemimos” porque aún no vivimos la filiación plena de Jesús.

La fe en Jesús inicia la transformación humana por obra del Espíritu que humanizó a Dios en Jesús, guió su vida y la resucitó. Los que siguen a Jesús son los que viven según les sugiere su Espíritu: “nacen de nuevo, de lo alto, del Espíritu” (Jn 3, 5 ss). Hacen una “humanidad nueva” con sentido y proyecto adecuados a sus deseos más humanos. Es el camino de las bienaventuranzas, reinado del Bien en todos sus aspectos. Reino que ya vamos saboreando en parte, que esperamos en plenitud tras la muerte física. “Los bienes de la dignidad humana, la comunión fraterna y la libertad, es decir: todos estos frutos buenos de la naturaleza y de nuestro trabajo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, de nuevo los encontraremos, aunque limpios de toda inmundicia, iluminados y transformados, cuando Cristo devuelva al Padre el reino eterno y universal, reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz (Prefacio de la fiesta de Cristo Rey). En estas tierras el reino está presente misteriosamente; cuando el Señor venga se consumará” (GS 39).

Oración: “nosotros poseemos las primicias del Espíritu” (Rm 8,18-23)

Jesús resucitado, humanidad glorificada:

al fiarnos de ti, encontramos “el acceso a esta gracia,

en la cual nos encontramos:

el amor de Dios ha sido derramado

en nuestros corazones por el Espíritu Santo

que se nos ha dado” (Rm 5,2.5).

Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu

de que somos hijos de Dios;

y, si hijos, también herederos;

herederos de Dios y coherederos con Cristo;

de modo que, si sufrimos con él,

seremos también glorificados con él” (Rm 8, 16-17).

Somos la “nueva humanidad” del Espíritu:

poseemos las primicias del Espíritu”;

hemos sido bendecidos en Cristo...;

elegidos en él antes de la fundación del mundo

para que ser santos e intachables por el amor;

destinados por medio de Jesucristo,

a ser hijos de Dios para alabanza de su gracia,

que nos ha concedido en el Amado” (Ef 1,3-6).

Gracias, Jesús del evangelio:

bienaventurados nuestros ojos porque ven

y nuestros oídos porque oyen” (Mt 13,16);

hemos visto tus obras de amor;

hemos oído tus palabra de vida;

hemos creído en el Espíritu que nos habita;

hemos despertado al Amor

“que hace salir su sol sobre malos y buenos,

y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45);

hemos avivado tu esperanza y tu fuerza

que cura, habla claro, comparte el pan....

Queremos, Jesús, sentir el gemido de la vida:

los daños de la naturaleza que agreden la vida;

los gritos de la humanidad pobre, forzada injustamente;

el hambre de pan y de vida fraterna;

la violencia de la guerra, siempre sin sentido;

el escándalo de la riqueza retenida en pocas manos;

la enfermedad, la incultura, la desidia...

Queremosdejarnos guiar por tu Espíritu:

que él nos ayude a  ser “tierra buena...

que escucha la palabra y la entiende;

da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno” (Mt 13,23);

que nos haga creer en un mundo más solidario y justo;

que nos comprometa en alguna acción concreta en pro de tu reino,

aunque sea pequeña como “un grano de mostaza” (Mt 14,20).

Preces de los Fieles (D. 15º TO A 2ª Lect. (16.07.2023)

A pesar de que poseemos las primicias del Espíritu nos resistimos a sus impulsos. El espíritu del egoísmo, avaricia, honor mundano, odio... nos domina. Jesús ofrece sin cesar su camino de seguimiento del Espíritu bueno. Pidamos escucharlo y entenderlo, diciendo: “Señor, haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por la Iglesia:

- que proclame el Evangelio, sin más exigencia que la propuesta de Jesús;

- que escuche el gemido de los más débiles y alivie sus necesidades.

Roguemos al Señor: “Señor, haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por las intenciones del Papa (julio 2023):

- “que los católicos pongan en el centro de su vida la celebración de la Eucaristía”;

- “que ella transforme las relaciones y abra al encuentro con Dios y los hermanos”.

Roguemos al Señor: “Señor, haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por los emigrantes, refugiados, marginales...:

- que sean respetados, acogidos, acompañados...;

- que ellos también respeten, sean honrados, trabajadores...

Roguemos al Señor: “Señor, haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por los enfermos:

- que tengan fortaleza de ánimo para aceptar y superar su situación;

- que sean agradecidos, ofrezcan sus dolores por el bien de todos.

Roguemos al Señor: “Señor, haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por el mundo laboral:

- que todos quieran y puedan trabajar según su capacidad;

- que los trabajos sean dignos y los salarios suficientes.

Roguemos al Señor: “Señor, haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por esta celebración:

- que sintamos el talante y compromiso de Jesús;

- que nos consuele y anime para desarrollar nuestros talentos.

Roguemos al Señor: “Señor, haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Queremos, Jesús, dejarnos guiar por tu Espíritu. Queremos trabajar contigo y con tu Espíritu para suprimir el sufrimiento, alegrar la vida, compartir lo que somos y tenemos. Como tú, Cristo Jesús, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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