La fe, confianza en el Dios de la vida, hecha amor en toda situación, produce salvación, realización personal
Hoy, Jesús, tu evangelio es la fe-bondad de José (Domingo 4º Adviento 21.12. 2025)
Nos ha llamado tu Iglesia, “comunidad convocada”, a vivir el Evangelio
Comentario: “que caminéis de una manera digna de la vocación -la Iglesia-” (Ef 4,1-6)
Durante cinco domingos (17º-21º) leemos fragmentos de la carta a los Efesios (de la segunda parte: la vida práctica cristiana), y el capítulo sexto del evangelio de Juan sobre la multiplicación de los panes y la Eucaristía como centro de vida evangélica.
La exhortación sobre la conducta se inspira en la Iglesia, como cuerpo de Cristo. Lo vemos en los tres últimos versículos de hoy: “un solo cuerpo y un solo Espíritu…” (4, 4-6). Y en los siguientes sobre las funciones eclesiales “para la edificación del cuerpo de Cristo…; hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través del complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor” (4,11-16). Hasta la moral matrimonial: “el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo…” (5,21-27).
Se exhorta en nombre de Pablo: “yo, el prisionero por el Señor”. También en el inicio del capítulo anterior: “me dirijo a vosotros yo, Pablo, el prisionero por Cristo Jesús en favor de vosotros los gentiles” (3,1). La alusión a la cautividad es artificio literario para escribir a Colosenses (Col 4,18) y Efesios, imitando a Pablo, como la Carta a Filemón, desde la prisión, dando realismo y valor a su contenido. Escribe un discípulo de Pablo.
La lectura se inicia con esta exhortación: “os ruego que andéis” (peripatêsai: pasear, circular, pisar alrededor...). Es imagen de comportarse, conducirse, vivir. “Como pide la vocación a la que habéis sido convocados”. Literalmente: “digno de la vocación desde la que habéis sido convocados” (axíos tês kléseos `ês eklézete). Sustantivo y verbo tienen la misma raíz léxica. El sustantivo significa también “asamblea convocada”. Es “algo muy principal en la semántica paulina, heredado del uso bíblico y judaico muy extendido, el sentido comunitario-eclesial de algunos sustantivos abstractos... Así ocurre con `agápe´ (`la caridad´, la comunidad del amor), `pistis´ (`la fe´, la comunidad de la fe), `jará´ (`la alegría´, la comunidad de la alegría), `klésis´ (“la vocación”, la comunidad de llamados) ... La Iglesia llama para ella y en ella para el mundo” (J. M. González Ruiz: “El evangelio de Pablo”. 2ª ed. Sal Terrae. Santander 1988. Excursus I, p. 233-239). Lo que pide el texto es “vivir digno de la Iglesia desde la que habéis sido llamados”.
Cinco recomendaciones humanas y cristianas: “Sed humildes y amables, comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz” (Vv. 2-3). Exhortaciones originadas en los sentimientos humanos y en “la vocación a la que habéis sido convocados”. “Vocación” unida a elección: “bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido” (1Tes 1,4). Convocados “con el fin de dar a conocer la riqueza de su gloria en favor de los objetos de misericordia… Y estos tales somos nosotros, a los que ha llamado no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles…” (Rm 9,23-26). “Es voluntad de Dios santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente” (Vaticano II: LG 9).
Fuentes de nuestra vida espiritual: “Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos” (vv. 4-6). Son siete realidades que nos vinculan y ayudan a vivir “humildes y amables, comprensivos, sobrellevándonos con amor, manteniendo la unidad del Espíritu en la paz”. Como los miembros de un cuerpo, animado por un único espíritu, esperando la realización personal y comunitaria, siguiendo a Jesús en su fe y bautismo, sabiéndonos hijos del Padre “que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos” (v. 6).
Oración: “que caminéis de una manera digna de la vocación -la Iglesia-” (Ef 4, 1-6)
Jesús, Hijo del Padre, lleno de su Espíritu:
escuchamos hoy esta hermosa exhortación:
“os ruego que andéis como pide la vocación
a la que habéis sido convocados” (4, 1);
nos ha llamado tu Iglesia, “tu comunidad convocada”;
nos ha llamado a vivir tu Evangelio;
tu Iglesia es tu cuerpo, lleno de tu Espíritu,
que nos hace santos al acoger y vivir tu Amor;
que nos une en familia, en pueblo, en mesa compartida;
que nos hacer orar y vivir en verdad;
que nos lleva a servirte en los hermanos.
Tu Amor, Jesús, nos ha vinculado:
a “un solo cuerpo y un solo Espíritu”;
a “una sola esperanza de la vocación
a la que hemos sido convocados”;
a “un Señor, una fe, un bautismo”;
a “un Dios, Padre de todos,
que está sobre todos,
actúa por medio de todos
y está en todos” (vv. 4-6).
Queremos, Cristo Jesús, creer:
que “es voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres,
no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros,
sino constituyendo un pueblo,
que le confiese en verdad
y le sirva santamente” (Vaticano II: LG 9);
que “el Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles…;
en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos;
guía la Iglesia a toda la verdad, la unifica en comunión y ministerio;
la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos;
la embellece con sus frutos;
con la fuerza del Evangelio la rejuvenece,
la renueva incesantemente y la conduce
a la unión consumada con su Esposo” (LG 4).
Tu Padre es “Padre de todos”: a todos ha llamado a la existencia:
“está sobre todos” acariciándoles, respetando su libertad y autonomía;
“actúa por medio de todos”, inspirando su amor gratuito;
“está en todos”, como un padre en sus hijos.
Tu Palabra, Jesús, y tu Espíritu de amor:
nos han llevado al “bautismo” de tu vida entregada;
nos ha consagrado con tu mismo Espíritu para proseguir tu misión:
hacer presente el amor del Padre;
ser “otros cristos”, portadores de la misericordia divina;
vivir como miembros de tu Pueblo, tu Cuerpo, tu familia.
Hoy somos urgidos por la carta a los Efesios:
a vivir de manera digna de la “comunidad de tus llamados”:
“comunidad de la confianza” en el amor de Dios;
“comunidad del amor” divino;
“comunidad de la alegría”, fruto del amor;
“comunidad de la misericordia”.
Jesús, Hijo del Padre, lleno de su Espíritu:
queremos vivir la libertad de tu Evangelio;
queremos ser hermanos de todos;
queremos dialogar y hacernos responsables de la Iglesia;
queremos que brille entre nosotros la “humildad y la amabilidad,
la comprensión, la carga mutua con amor,
el esfuerzo por la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz”.
Que tu Espíritu nos inspire:
“un vivir digno de la Iglesia desde la que hemos sido llamados”;
una reforma acorde con el Evangelio y con el sentido espiritual de hoy.
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