“Como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino” Semana Santa: momentos estelares del Amor (D. de Ramos B 2ª lect. 24.03.2024)

Jesús hizo visible el Amor del Padre

Comentario:Se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo” (Flp 2,6-11)

Leemos un himno de la carta a los Filipenses. Pudo componerlo Pablo, que le gustaba orar cantando: “A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los presos los escuchaban” (He 16,25). El canto retiene mejor algo tan básico como “los sentimientos propios de Cristo Jesús” (Flp 2,5).

Pablo insta a tener las actitudes interiores de “Cristo Jesús”. Dos veces usa el verbo “froneo”, procedente del sustantivo “fren, frenós”: “diafragma y membrana envolvente de un órgano”, como el corazón, el hígado, las vísceras... De aquí, que signifique la envoltura espiritual que unifica al ser humano: corazón, alma, inteligencia, voluntad. Al cristiano y a su comunidad los unifica el Espíritu Santo, derramando el Amor (agápe: amor incondicional), “vínculo de la unidad perfecta” (Col 3,14). Por eso, “no obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad (“tapeinofrosíne”: tapeinós -humilde- y fren -corazón, mente-) a los demás superiores a vosotros. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás” (Flp 2,3-4).

Leemos la entraña de la vida cristiana:Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús” (Flp 2,5). Literalmente: “Esto pensad en vosotros, lo que también en Cristo Jesús” (“Toûto froneîte en himîn ho kaì en Xristô Iesoû”). El cristiano está habitado por el Espíritu de Jesús, que con su Amor unifica la personalidad íntegra. Quien vive en Cristo tiene a Jesús como modelo y como “espíritu vivificante” (1Cor 15,45b). El Amor que es don y tarea que hay que cultivar y orar constantemente.

“Cristo Jesús” es modelo de vida humana. No vivió como ser superior, defendiendo su condición divina. Al contrario, “se despojó de sí mismo (ekénosen: se vació, se privó, renunció) tomando la condición de esclavo”. Vivió sirviendo, hecho semejante al ser humano “por su presencia” (sxêma: forma exterior). “Se humilló a sí mismo, hecho obediente (hipékoos: de hip-akoúo, “que escucha bajo” la realidad, la vida…) hasta la muerte, y una muerte de cruz”.

Es el camino para contagiar el Evangelio. La vida de Jesús provoca amor gratuito. El Vaticano II nos recuerda este texto al hablar de la Iglesia como signo visible de Cristo: “como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres. Cristo Jesús, «existiendo en la forma de Dios..., se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo» (Flp 2,6-7), y por nosotros «se hizo pobre, siendo rico» (2 Co 8,9); así también la Iglesia, aunque necesite de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria terrena, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo. Cristo fue enviado por el Padre a «evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos» (Lc 4,18), «para buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10); así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo” (LG 8).

Jesús no hizo visible el Amor del Padre con ropajes destacados, títulos más parecidos a Dios que a seres humanos: santidad, beatitud, eminencia, excelencia, prelado, señor, monseñor... Hace años que el cardenal Martini denunciaba que el “vicio clerical por excelencia” es la envidia, junto con la vanidad y la calumnia, pecados fuertemente presentes en la Iglesia. “¡Qué grande es la vanidad en la Iglesia! Se ve en los hábitos... Asiduamente la Iglesia se reviste de ornamentos inútiles. Tiende a la ostentación, al alarde” (Efe/ReL 08 junio 2008). Se saltaron el espíritu de Jesús ya a principios del s. V, cuando el Papa Celestino I, en carta a obispos de la Galia (a. 428) se vio obligado a escribir: “Nosotros (obispos y clero) debemos distinguirnos de la gente común por nuestro conocimiento, no por nuestra ropa; por nuestra conducta, no por nuestro vestido; por limpieza mental, no por el cuidado dedicado a nuestra persona”.

Dios responde a la vida de Jesús y a la nuestra:Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre(Flp 2, 9-11).El afán de vida y de dicha es bendecido por el Padre. Tras la muerte física, Dios saciará los deseos humanos: “seremos semejantes a Dios, le veremos tal cual es” (1Jn 3, 2).

Oración:Se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo” (Flp 2, 6-11)

Jesús, siervo libre del Amor:

tu libertad, Señor, estuvo vinculada al Amor;

Amor que se hacía visible en tus obras y palabras;

tus entrañas se descubrían mientras “actuabas”

entre gente apasionada por el dinero, el honor y el poder;

te vemos acercarte a los que “apenas eran”:

            enfermos, leprosos, niños, mujeres, descreídos...;

Contemplamos tu rostro valiente,

cuando tomaste la decisión de ir a Jerusalén” (Lc 9,51b):

allí denuncias la inmoralidad del templo:

            “mi casa será casa de oración para todos los pueblos;

            vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos;

los sumos sacerdotes y los escribas…

buscaban una manera de acabar contigo” (Mc 11,17s).

Allí expones la parábola de los viñadores homicidas:

intentaron echarte mano, porque comprendieron

que habías dicho la parábola por ellos;

pero temieron a la gente y, dejándote allí, se marcharon” (Mc 12 12).

Allí instruyes a mucha gente que te escucha con gusto:

¡Cuidado con los escribas!

Les encanta pasearse con amplio ropaje y

que les hagan reverencias en las plazas,

buscan los asientos de honor en las sinagogas

y los primeros puestos en los banquetes;

y devoran los bienes de las viudas

y aparentan hacer largas oraciones.

Esos recibirán una condenación más rigurosa” (Mc 12,38ss).

Esto explica que conspiraran contra ti:

Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando

cómo prenderte a traición y darte muerte” (Mc 14,1b).

Encontraron un aliado entre los tuyos:

Judas Iscariote, uno de los Doce,

fue a los sumos sacerdotes para entregarte.

Al oírlo, se alegraron y le prometieron darle dinero.

Él andaba buscando ocasión propicia para entregarte” (Mc 14,11s).

Antes ponerte en sus manos, les dejas tu amor permanente:

Mientras comían, tomaste pan y, pronunciando la bendición,

lo partiste y se lo diste diciendo:

«Tomad, esto es mi cuerpo».

Después tomaste el cáliz, pronunciaste la acción de gracias,

se lo diste y todos bebieron.

Y les dijiste: «Esta es mi sangre de la alianza,

que es derramada por muchos” (Mc 14,22ss).

Hoy, domingo de Ramos, iniciamos la Semana Santa:

contemplaremos los momentos estelares de tu Amor:

la entrada del Amor montado “en un pollino de asna”,

            “bendito el que viene en nombre del Señor”;

la entrega de tu presencia y de su amor;

la oración agónica, pasión, muerte y sepultura;

la escucha del Padre: resurrección, vida ilimitada en gloria:

            “¡Ha resucitado! Él va por delante de vosotros a Galilea”.

Pablo nos recuerda hoy tu mensaje permanente:

Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.

El cual, siendo de condición divina,

no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;

al contrario, se despojó de sí mismo

tomando la condición de esclavo,

hecho semejante a los hombres.

Y así, reconocido como hombre por su presencia,

se humilló a sí mismo,

hecho obediente hasta la muerte,

y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todo

y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;

de modo que al nombre de Jesús

toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo,

y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor,

para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 5-11).

Queremos, Cristo Jesús, seguir tus huellas:

compartir nuestra vida como “pan” de todos;

sufriendo la cruz del amor que libera y promociona;

como tú, Señor, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

Volver arriba