Tras unos siete siglos, la parodia sigue en pie: amantes de clérigos, seminaristas abusados por sus formadores, de monjas por sus directores espirituales... Sigue vigente “un mandato no vil que, si a alguno agradó, pesó a más de dos mil”

Hablemos claro sobre la ley del celibato (23)

Las dos primeras semanas de noviembre, concretamente los días 3 y 10, comenté la famosa parodia “Cántica de los clérigos de Talavera”, inserta en el “Libro de Buen Amor”, del Arcipreste de Hita, Juan Ruiz. Tras unos siete siglos (mitad del s. XIV - s. XXI), el problema que denuncia la parodia sigue en pie: el rechazo del Pueblo de Dios al celibato obligatorio para los servidores de la comunidad eclesial. La situación social, económica, cultural, política... es distinta. Pero resulta muy triste que aún, tras cambios y evoluciones diversas, permanezca en pie este problema, con la misma virulencia, con casi los mismos argumentos, con consecuencias similares, con las mismas tretas, apaños y enredos, dignos de idénticas parodias burlescas. Siguen surgiendo amantes de clérigos y cardenales, abusos de seminaristas por sus formadores, de monjas por sus directores espirituales, “las vecinas del barrio murmuran, comentando que acoge a una de noche”...

Sigue vigente “un mandato no vilque, si a alguno agradó, pesó a más de dos mil. La bondad del arcipreste libera a esta ley de los diversos significados que el diccionario de la Real Academia Española proporciona al adjetivo “vil”: “ruin, deleznable, cruel, mezquino, bajo, innoble, despreciable, indigno, infame, abyecto, alevoso, detestable, villano, sinvergüenza, bellaco”. Por ello, atendiendo a la conciencia inicial subjetiva del legislador, podemos aceptar que el “mandato celibatario” sea “no vil”, como dice el Arcipreste. Hoy con el “crecimiento de la conciencia de la excelsa dignidad de la persona humana, de su superioridad sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables” (GS 26), resulta más difícil negar la “vileza” de dicho mandato. La deserción masiva de clérigos, la opinión social, el conocimiento y valoración del sexo..., son signos indiciarios de que muchos lo consideran “vil”.

Aunque la parodia se escribe a mediados del siglo XIV, el clero español vive la misma resistencia que en el s. XI presentó el clero alemán a los decretos de Gregorio VII (1073-1085). En el año 1074, envía dos cardenales legados ante el emperador (Enrique III) para promulgar los decretos romanos sobre la simonía y el celibato clerical. Los decretos se habían promulgados en su primer concilio romano (Cuaresma de 1074). Excomulgaban a los sacerdotes casados y movilizaban al pueblo contra los que viven con sus esposas. El desacuerdo de los obispos hizo imposible la celebración del sínodo alemán. Busca la colaboración del emperador Enrique IV. En una carta (diciembre 1074), llegó a proponer al emperador administrar la Iglesia para imponer por vía civil lo que por vía eclesial no lograba. Mientras, él iría a Tierra Santa a conquistar Jerusalén. Los acontecimientos no dejaron lugar a este camino. Se limitó a enviar cartas a los obispos de Francia y Alemania instándoles con graves censuras a obedecer. El monje Lamberto (director de la Escuela de la Abadía de Hersfeld entre 1063 y 1073, cronista de su tiempo) cuenta en sus Annales las protesta del clero:

          “Contra este decreto se levantó improvisamente con violencia todo el grupo de los clérigos afirmando que era él (el papa) herético por cultivar una doctrina absurda. El ha olvidado la palabra del Señor que dice: no todos pueden entenderlo sino sólo aquellos a los que les ha sido concedido. Y el Apóstol: si no saben vivir en continencia, se casen.

          El papa quiere constreñir a los hombres de manera violenta a vivir como ángeles, negando el camino habitual de la naturaleza; habría dejado libre salida para la fornicación y para la inmundicia.

          Si él insiste en mantener su idea, estarían más dispuestos a abandonar el sacerdocio que a dejar a la mujer y entonces él habría necesitado conseguir ángeles para dirigir la iglesia de Dios (al rechazar a los hombres).

          A pesar de todo, Hildebrando permaneció firme en su convencimiento y metió a los obispos en una grave discordia entre ellos, mandándoles a ellos legaciones a propósito, una después de otra. Para hacer que se aplicaran los dictámenes de la iglesia de Roma, mientras que en aquellos que desobedecían recaían graves censuras apostólicas...” (Los Annales de Lambert; una de las fuentes más importantes disponibles sobre el reinado del rey Enrique IV, la controversia de las investiduras y la rebelión sajona de 1073-75).

Cuatro siglos después, el arcipreste de Hita se hace portavoz de la protesta general del clero hispano. Es el sentir general del clero alto y bajo en toda Europa. Sabe que tal mandato no procede del Evangelio, como venían repitiendo la Iglesia de Oriente y los movimientos de protesta occidentales. “Este pobre Arcipreste, que traía el mandado,más lo hacía a disgusto, creo yo, que de grado... Dijo: -“Si a vosotros apena, también me pesa a mí... Llorando de sus ojos comenzó esta razón: “¡El Papa nos manda esta Constitución!, os lo he de decir, sea mi gusto o no, aunque por ello sufra de rabia el corazón”.

El arcipreste grita la misma realidad, hoy vigente: “a alguno agradó, pesó a más de dos mil”. Este “peso” (pesadumbre) se hizo palpable nada más terminar el Vaticano II, Se hizo protesta y abandono masivo del ministerio. Más de cien mil clérigos, presbíteros y obispos, se vieron obligados a dejar de ejercer el ministerio. Quizá la primera Iglesia local que percibió el espíritu de cambio necesario fue la holandesa. El Sínodo holandés, iniciado en enero de 1970, destacó la voluntad mayoritaria pidiendo el celibato opcional. 130 personas formaban la asamblea. Sólo 108 tenían derecho a voto. 70 representaban a las diócesis. 30 habían sido elegidos por los obispos, representantes de religiosos, grupos apostólicos y otros. Los obispos, que eran 8, se abstuvieron de votar, por temor a Roma y para evitar interpretaciones más o menos torticeras. Estos fueron los resultados:

          - Proposición: “A los futuros candidatos al sacerdocio no se les ponga como condición necesaria el celibato obligatorio”.  A favor: 90 votos; en contra: 6; abstenciones: 4.

          - Proposición: “A los sacerdotes que pretendan casarse o que se hayan casado ya, désele la oportunidad, bajo determinadas condiciones, de continuar en el ministerio sacerdotal, o de ser admitidos de nuevo a él”.  A favor: 86 votos; en contra: 3; abstenciones: 11.

          - Proposición: “ Se conceda a los casados la posibilidad de ordenación sacerdotal”. A favor: 94 votos; en contra: 1 abstenciones: 5.

“El éxodo fue masivo entre los años 68 al 78. Encuestas previas pronosticaban que iban a salir el 1,5%... Pero el asombro fue mayúsculo cuando se constató que el 16% había colgado la sotana; así en diez años, más de 7.000 secularizados en España. Después, a lo largo de la década de los 80 había subido ya al 23%. Se hablaba que pasaban de 11.000. Casi la cuarta parte del clero español se había secularizado. No era escoria: muchos de cuantos abandonaron el sacerdocio eran considerados como de lo más selecto del clero” (J. M. Lorenzo Amelibia: Aquellas famosas secularizaciones. RD 03.08.2019).

El mes pasado, un artículo en “Vida Nueva” recoge la opinión mayoritaria en la Iglesia en Alemania: “El 95% de los católicos alemanes apuestan por abolir el celibato” (Mateo González Alonso, en Vida Nueva 16.11.2023).

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