Cuidar la Tierra implica “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (Laudato Si 49)” En torno al Sínodo de la Amazonía (IX): La conversión ecológica

La ecología integral conduce al agua limpia del Espíritu de Jesús

Sin duda, gran signo de los tiempos, hoy de especial urgencia, es la necesidad de cuidar “la casa común”, “la madre Tierra”. El mundo desarrollado la está poniendo en peligro. En la Amazonía, por dimensiones y estado, por su gran atractivo económico, brilla más este signo. Lo han sabido detectar y compartir las iglesias cristianas de la zona. Hay que agradecer que hayan sido capaces de organizar un Sínodo para oír la voz del Creador en aquellas tierras y estudiar el modo mejor de cuidar la creación. Se inspiran en la “ecología integral”, expuesta en la “Laudato si” del Papa Francisco, aceptada por los ecologistas mayoritariamente.

Signo ecológico y signo eclesial. Si a la vez la ecología ayuda a ser más Iglesia de Jesús en nuestros días, bendito sea el Señor, que sigue siendo “Enmanuel” (Dios con nosotros) hasta el fin de los tiempos. Comparto la idea, subrayada por algún blog de RD, de que la Iglesia de aquellas latitudes ha vuelto a las aguas limpias del Jordán, al bautismo de Jesús, donde empezó a desplegarse la fuerza del Espíritu en Jesús de Nazaret. Quieren reavivar el proyecto originario del Evangelio. Quieren promover comunidades para vivir como hermanos, iguales en dignidad, comprometidos con la restauración de personas en la verdad y en el amor, en comunión con todos, pero con atención preferente a los más necesitados y vulnerables. Dispuestos a reformas de la Iglesia, conforme al Evangelio y necesarias para la cultura actual.

Nuevos caminos de conversión ecológica (n. 65-85).Las Iglesias en la Amazonía, siguiendo a quien dijo: “he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10.10), reconocen que la Tierra es un regalo divino. Están viendo “la agresión cada vez mayor a nuestro bioma amenazado por su desaparición con consecuencias tremendas para nuestro planeta”. Por ello afirman: “queremos cuidar nuestra “casa común” en la Amazonía y proponemos nuevos caminos para ello” (n. 65).

Ecología integral desde la encíclica Laudato si’”.Parten del dato contrastado de que la ecología integral afecta a la justicia social. Cuidar la Tierra implica “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49)” (n. 66). La Iglesia no puede obviar la ecología integral en esta tierra amenazada: “único camino posible para salvar la región. Depredación del territorio viene acompañada del derramamiento de sangre inocente y de la criminalización de los defensores de la Amazonía” (n. 67). El bioma amazónico tiene un papel central en el clima del planeta, y, por tanto, toda la humanidad debe preocuparse por solucionarlo y procurar que no se violen derechos humanos personales y de los pueblos indígenas (n. 68-69). Defender y promocionar los derechos humanos es un deber social para todos. Para los cristianos es “también y sobre todo una exigencia de fe” (n. 70).

Contra la “actitud voraz y predatoria”. Es un hecho la agresividad con que se actúa en la explotación de los recursos de la Amazonía. Proponen un “desarrollo sostenible, socialmente inclusivo, combinando conocimientos científicos y tradicionales para empoderar a las comunidades tradicionales e indígenas, en su mayoría mujeres, y hacer que esas tecnologías sirvan al bienestar y la protección de los bosques” (n. 71). Este desarrollo debe atenerse al “valor real que la actividad económica o extractiva posee, el valor que aporta y devuelve a la tierra y a la sociedad...” (n. 72). Igualmente que “los criterios comerciales no estén por encima de los medioambientales y de los derechos humanos”(n. 73). Nada de violencia y atropello, sino paz y respeto a las personas y a la naturaleza.

Los pueblos amazónicos “quieren que la Iglesia los acompañe”. Las comunidades cristianas tienen conciencia que el protagonismo de aquella región deben llevarlo los pueblos amazónicos. “Son ellos los agentes de su propio destino, de su propia misión... Ellos saben cómo cuidar la Amazonía, cómo amarla y protegerla; lo que necesitan es que la Iglesia los apoye.” (n. 74). Están orgullosos de algunos misioneros que defendieron sus pueblos al anunciarles el Evangelio. Por ello hay que promover agentes pastorales respetuosos con su territorio y “el ‘buen vivir’ de los que allí habitan” (n. 75). La Iglesia les ayuda a evitar la “biopiratería”: robo de la sabiduría originaria, de la soberanía de los pueblos en controlar recursos, reparto de beneficios, innovaciones y demás prácticas que aseguren su “desarrollo sostenible e inclusivo” (n. 76). Atención especial merecen las políticas energéticas protectoras del clima, y la dotación de “agua potable y segura”, derecho humano “básico y universal” (n. 77). La Iglesia debe acompañar toda necesidad humana para ser signo de la libertad y realización plena del Evangelio. Incluso en el “registro, sistematización y difusión de datos e informaciones sobre sus territorios y la situación jurídica de los mismos...” (n. 78). Para ello proponen “crear ministerios para el cuidado de la “casa común”en la Amazonía, que tengan como función cuidar el territorio y las aguas junto con las comunidades indígenas, y un ministerio de acogida para aquellos que son desplazados de sus territorios hacia las urbes” (n. 79).

Iglesia pobre, con y para los pobres desde las periferias vulnerables”. La Iglesia pretende comunicar su Espíritu para sostener “una vida propia y tranquila, respetando los valores de sus tradiciones, costumbres y culturas, preservación de ríos y bosques, que son espacios sagrados, fuente de vida y sabiduría... Nuestro servicio pastoral es un servicio a la plena vida de los pueblos indígenas que nos obliga a proclamar a Jesucristo y a la Buena Nueva del Reino de Dios, frenando situaciones de pecado, estructuras de muerte, violencia e injusticias internas y externas, y promoviendo el diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico” (n. 80).

Nuevos caminos para la promoción ecológica integral.En cinco apartados el Sínodo hace una “interpelación profética y mensaje de esperanza a toda la Iglesia y a todo el mundo” (81-84):

  • 1) La Iglesia debe “desaprender, aprender y reaprender, para superar cualquier tendencia hacia modelos colonizadores que han causado daño en el pasado... Abrazar una espiritualidad de la ecología integral... Debemos ser una comunidad de discípulos misioneros mucho más participativa e incluyente” (n. 81).
  • 2) Existe un “pecado ecológico” de acción u omisión. Contaminación y destrucción de la armonía ambiental, que atenta contra la interdependencia y solidaridad de los seres humanos. Para luchar contra este pecado proponen “crear ministerios especiales para el cuidado de la “casa común” y la promoción de la ecología integral a nivel parroquial y en cada jurisdicción eclesiástica” (n. 82).
  • 3) Para reparar la deuda ecológica con la Amazonía, proponen crear “un fondo mundial” para ayudar a los pueblos amazónicos a sostener modelos sostenibles de desarrollo integral y evitar la tentación que les ofrecen empresas explotadoras (n. 83).
  • 4) Hay que promover hábitos de reúso y reciclaje, de consumo responsable de sustancias fósiles y plásticos, de alimentación sobria, de siembra de árboles, de agricultura sostenible, de educación ecológica y modelos económicos (n. 84).
  • 5) Crear un Observatorio socioambiental pastoral, para realizar diagnósticos, detectar conflictos socioambientales, asumir posiciones, decidir y defender derechos (n. 85).

Leganés, 23 enero 2020

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