Suprimir el hambre, la guerra, curar, amar a todos, ofrecer sentido pleno a la vida... Tarea de Jesús: alimento, salud, fraternidad en el amor del Padre (D. 26º C TO 28.09.2025)
“El combate de la fe” es esfuerzo de realizar el proyecto de Jesús, el Reino de Dios
| Rufo González
Comentario: “combate el buen combate de la fe” (1Tim 6,11-16)
Leemos un fragmento del último capítulo de la carta. Califica a Timoteo de “hombre de Dios”. Como en el Antiguo Testamento a los profetas: “Un hombre de Dios se presentó a Elí, y le dijo: «Así dice el Señor…” (1Sam 2,27). “Bajo la orden del Señor, un hombre de Dios llegó de Judá a Betel…” (1Re 13,1-2). “Hombre de Dios” es el profeta definitivo; Jesús, “mi Hijo, sujeto a mí y sujetado por mi amor, y afligido”, como le califica san Juan de la Cruz (Subida n, 22, 6).
El versículo 11 tiene dos núcleos verbales contrapuestos: “huye de estas cosas” (referido a las riquezas que “han apartado de la fe y han acarreado muchos sufrimientos” –v. 10-) y “busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”. “Buscar esto” es lo propio del “hombre de Dios”. Es lo mismo que “buscar” al Dios manifestado en “la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”. “Paciencia” y “mansedumbre” afectan más a lo personal. “Justicia” y “amor” relacionan más con los demás. “Piedad” y “fe” señalan la relación con Dios.
“Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado y que tú profesaste noblemente delante de muchos testigos” (v. 12). El esfuerzo de realizar el proyecto de Jesús, el Reino de Dios, es “el combate de la fe”. Metáfora querida de Pablo para definir su vida cristiana y apostólica (1Cor 9,25-26). En 2Tim 4,7 se repite: “he combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe”. La versión litúrgica habla de “conquistar”. El verbo original (“epí-lambano”: coger, vivir, apoderarse de, gozar de...) permite traducción más amplia: vive, goza la vida eterna, iniciada en el bautismo. “¿Qué pides a la Iglesia de Dios?” era la pregunta inicial de la liturgia bautismal; la respuesta era: “la vida eterna”. Es la vida en Cristo, en su Espíritu, en su amor... A esta vida“fuiste llamado y tú profesaste noblemente delante de muchos testigos”. Alusión al bautismo público de adultos, donde se hacía profesión de “la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rm 10,8- 9-).
Los vv. 13-14 solemnizan la exhortación: “Delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que proclamó tan noble profesión de fe ante Poncio Pilato, te ordeno que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo”. La fe en el Padre y en Jesús, testigo de su amor hasta muerte, es el apoyo para vivir “el mandamiento”: el Evangelio, la “vida eterna”, el Amor. El concilio Vaticano II cita este versículo al subrayar que “no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo (1Tim 6, 14; Tit 2,13)” (DV 4).
Manifestación“que, en el tiempo apropiado, mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor y poder eterno. Amén” (vv. 15-16). Esta solemne doxología, resto de himno litúrgico primitivo, es una mezcla de textos bíblicos referidos a Dios y a Cristo Jesús: “el Señor, vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores” (Deut 10,17). “Pero el Rey de reyes excitó la cólera de Antíoco contra aquel malvado” (2Mac 13, 4a). El Apocalipsis da este título a Cristo resucitado: “Combatirán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes, y con él los llamados, elegidos y fieles»” (Apoc 17,14). Que Dios “habita una luz inaccesible” recuerda al “Bendice, alma mía, al Señor: Dios mío, ¡qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto” (Salmo 104,1-2). Luz invisible, como entendió Moisés desde el principio de su misión: “mi rostro no lo puedes ver, porque no puede verlo nadie y quedar con vida»” (Ex 33,20).
Oración: “combate el buen combate de la fe” (1Tim 6,11-16)
Jesús, trabajador del Reino de Dios:
la carta primera a Timoteo invita a ser coherentes;
coherentes con el bautismo de tu Espíritu;
bautismo que inició en notros una vida nueva;
la vida en tu amor, en tu fe, en tu esperanza;
la vida “a la que fuimos llamados y profesamos
noblemente delante de muchos testigos”
(alusión al bautismo público de adultos).
No queremos, Jesús, ser como tus piadosos enemigos:
“limpiáis por fuera la copa y el plato,
pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad…;
pasáis por alto el derecho y el amor de Dios…;
cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras
vosotros no tocáis las cargas…” (Lc 11, 39.42.46);
“gustáis de pasear con amplias y ricas túnicas,
sois amigos de ser saludados en las plazas
y de ocupar los primeros asientos en las sinagogas
y los primeros puestos en los banquetes;
devoráis las casas de las viudas y
aparentáis hacer largas oraciones”(Lc 20,46s).
Es la tentación trágica de mucha gente religiosa:
“cuidado con la levadura de los fariseos,
que es la hipocresía” (Lc 12,1b);
cumplir la letra de leyes religiosas no realiza, no salva;
tú no vinculas promesas de “vida eterna” a prácticas religiosas,
sino a “ser prójimo del que cae en manos de bandidos” (Lc 10,25ss);
tú combates el egoísmo de “indulgencias plenarias” interesadas,
de “jubileos” para agrandar graneros de otra vida.
Muchos cristianos siguen fieles a estas actitudes:
absolutizan el afán de tener: “siempre ha habido ricos y pobres”;
para Dios lo mejor, lo más caro, lo más valioso, lo más regio;
admiran el lujo y la gloria, ropajes y títulos honoríficos;
compran marquesados para estar con “los grandes”;
dominan y se hacen obedecer “como sea”, sin escrúpulos;
reparten los puestos: “ad nutum” de su voluntad,
“con base en un poder absoluto y discrecional”;
quitan el sustento al disidente,
sin derecho jurídicamente defendible;
se instalan en el inmovilismo legal absoluto...
Jesús del Reino de la vida en Amor:
conviértenos a tu modo de vida;
tú “nos has revelado que Dios es amor;
la ley fundamental de la perfección humana...
es el mandato nuevo del amor;
nos has dado la certeza de que el abrir
el camino del amor a todos los hombres y
el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal,
no es cosa baladí;
nos has advertido que este amor hay que vivirlo,
no solo en las grandes cosas,
sino en las circunstancias ordinarias de la vida.
Sufriendo la muerte, nos enseñas a llevar la cruz
que la carne y el mundo imponen sobre los hombros
de quienes trabajan por la paz y la justicia.
Resucitado, actúas por la fuerza de tu Espíritu…,
no sólo despertando el anhelo del mundo futuro,
sino animando, purificando y robusteciendo
los deseos generosos que vuelven la vida más humana
y someten toda la tierra a esta finalidad humanitaria” (GS 38).
Este es “el buen combate de la fe, la vida eterna,
a la que fuimos llamados y profesamos noblemente
delante de muchos testigos”.
Tu Espíritu, Cristo Jesús, nos mantenga en este combate:
“huyendo del amor al dinero, raíz de todos los males,
que nos aparta de la fe y acarrea muchos sufrimientos;
buscando la justicia, la piedad, la fe, el amor,
la paciencia, la mansedumbre”;
procurando alimento, salud, fraternidad
en el amor del Padre que a todos quiere y
desea que se realicen y vivan bien.
rufo.go@hotmail.com