Viernes Santo (19.04.2019): Día del sufrimiento por Amor

HOMILÍA HECHA ORACIÓN y ORACIÓN UNIVERSAL

Comentario: “Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia” (Heb 4,14-16; 5,7-9)

Jesús merece ser creído

La primera parte (Heb 4,14-16) es una invitación a la fe en Jesús. Jesús merece ser creído por su calidad sacerdotal y por su vida histórica. “Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe” (Heb 4,14). Jesús no está reducido en santuarios terrestres. Jesús, por su resurrección, llega a la presencia misma de Dios, abre horizontes nuevos, nos precede en la dicha humana. Fiándonos de él, mantenemos la esperanza de vida plena.

También su vida histórica merece nuestra fe: “no es incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado” (Heb 4, 15). Avala la solidaridad en debilidad y experiencia de tentación (dinero, prestigio, poder...). Por tanto: “comparezcamos confiados (“metà parresías”: con claridad, con confianza) ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para unauxilio oportuno” (Heb 4,16). Jesús, “trono de la gracia”, del amor gratuito, da su Espíritu, que abre a la experiencia del Amor universal.

La “escucha” de Dios acompaña siempre

La segunda parte (5,7-9) ahonda en el proceder histórico de Jesús. En “los días de su vida mortal (lit.: “de su carne”, en la fragilidad agudizada ante la muerte), agritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial” (5,7). Jesús confía en el amor del Padre que “puede salvarle de la muerte”. No le salvó de la muerte física. Pero le “escuchó” y le salvó como Dios “salva”: acogiendo y dando plenitud. La “escucha” se da siempre. Pero no siempre según nuestra pretensión, sino según la voluntad del Padre. Este es, pues, el camino a seguir, dice al final de la carta: “por medio de él(Jesús), ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre. No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Heb 13,15-16).

Dios quiere la vida plena, la gloria, la perfección

Y, aún siendoHijo, aprendió, sufriendo, a obedecer” (Heb 5,8). Para el autor de la carta a los Hebreos, Dios quiere “llevar muchos hijos a la gloria” y “perfeccionar mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación” (2,10). La voluntad de Dios, por tanto, no es el sufrimiento, sino la vida plena, la gloria, la perfección. Este es el camino que sigue y revela Jesús. Por eso pone en sus labios: “no quisiste sacrificiosni ofrendas; pero me formaste un cuerpo..Entonces dije: ¡he aquí que vengo... para hacer, oh Dios, tu voluntad!” (10, 5-7). Obedecer (latín: “obaudire”, griego: “hypo-akoé”: oír debajo) es ponerse “bajo” una palabra, “escucharla” y cumplirla. Es acto de la voluntad guiada por la razón. En el fondo todos intentamos hacerlo. Es conciencia: “En lo profundo de la consciencia el ser humano detecta una ley, que no se da él mismo, pero a la que debe obedecer, y cuya voz, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal, resuena cuando conviene en los oídos del corazón: haz esto, evita aquello... La consciencia es núcleo secretísimo y sagrario del ser humano, en la que está solo con Dios, cuya voz resuena en su intimidad” (GS 16). Esta voluntad para Jesús el Reino de Dios. Concretado más en “su mandamiento”: “este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). “Permaneced en mi amor... para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud” (Jn 15, 9-11). Así Jesús, “llevado a la consumación se convirtió, para todos los que le obedecen, en autor (griego: “aítios”: causa, origen, guía) de salvación eterna” (Heb 5,9). El Resucitado es sacerdote eterno que inaugura la verdad del hombre, la revela y atrae hacia ella (“intercede”). Los cristianos somos sacerdotes al vivir su mismo amor. 

Oración:Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia (Heb 4,14-16; 5,7-9)

Jesús resucitado, “trono de la gracia”, dador del Espíritu:

hoy, Viernes Santo, celebramos el camino “angosto” de tu vida;

camino para buscar la verdad, trabajar y respetar la dignidad humana;

para evitar el sufrimiento y construir la fraternidad;

para enfrentarse a las causas del mal...;

camino que “endurece el rostro para ir a Jerusalén” (Lc 9,51).

Te miramos a ti, Jesús, nuestro Sumo Sacerdote:

que has penetrado los cielos, has logrado la alegría plena, la perfección;

tú eres el Hijo de Dios, “el que abre el camino de la fe y la perfecciona...,

el que soportas la cruz, sin hacer caso de la ignominia” (Hebr 12,2);

tu camino de fe pasa por la conversión al Amor del Reino de Dios:

amor que alentaba tu vida y marcaba la ruta de tu actividad;

amor que te llevó a “curar todo achaque y enfermedad del pueblo”;

amor que te autorizaba a saltarte las normas religiosas.

La causa de tu vida fue eliminar el sufrimiento:

por curar en sábado intentaron acabar contigo (Mc 3,1-6; Lc 13,10-17; Jn 5,1-18);

“pecado” para ti no era incumplir las leyes religiosas; 

“pecado” para ti era hacer daño o no ayudar al necesitado; 

“pecado” para ti se entiende desde tu amor a las personas; 

nos realizamos (“salvamos”) cuando damos de comer, curamos... (Mt 25,31-46); 

tenemos la vida” cuando nos encargamos de los que sufren (Lc 10,31-32);

nos condenamos” cuando pasamos de largo de los necesitados (Lc 16,19-31);

El núcleo de tu buena noticia fue la dicha verdadera:

el compartir, el servicio mutuo, el amor sincero, la confianza en el bien;

la esperanza en el amor de Dios, más fuerte que la muerte;

ni tú, Jesús, ni tu Padre del cielo, amáis el sufrimiento;

tu evangelio quiere nuestra felicidad, la felicidad de todos;

en el trabajo por ser felices nos encontramos contigo y con el Padre:

mi Padre sigue actuando y yo también actúo” (Jn 5,17).

Cuántas veces dirías con el salmista:

bendice, alma mía, al Señor...,

él perdona todas tus culpas ,

y cura todas tus enfermedades;

él rescata tu vida de la fosa

y te colma de gracia y de ternura...

elSeñor hace justicia y defiende a todos los oprimidos...;

el Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia;

no está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo;

no nos trata como merecen nuestros pecados

ni nos pagan según nuestras culpas;

como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad...;

como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos;

cual un padre siente ternura por sus hijos,

siente el Señor ternura...” (Salmo 103, 1-13).

Tu experiencia del amor del Padre determinó tu opción vital:

hizo que te dolieran los enfermos, los leprosos, los marginados;

te “endureció el rostro” (Lc 9,51) para subir a Jerusalén

a dar la cara por la verdad, la libertad, la salud, la vida de todos...;

el Padre no quiso tu sufrimiento para “satisfacer” su honor mancillado:

quiso tu amor para hacer felices a sus hijos;

amor que acarreó sufrimientos, esfuerzos, riesgos...

Hoy, Viernes Santo, queremos acercarnos a tu “trono de gracia:

a tu corazón abierto y sangrado por nuestros odios ancestrales;

a tu “sangre y agua”, tu vida, tu Espíritu, que cura y da vida;

a tu Amor, como el del Padre, que dinamiza nuestra vida.

ORACIÓN UNIVERSAL

POR LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS

Oremos, hermanos, por “todos los creyentes que miran a Jesús como autor de la salvación y principio de unidad y de paz” (LG 9). Ellos son la Iglesia. Pidamos que sean fieles al Evangelio y se renueven constantemente bajo la acción del Espíritu Santo.

Dios Padre todo bondadoso, que has hablado en Cristo, tu Hijo, y nos has manifestado tu voluntad. Queremos realizar obras de amor, siguiendo el camino de Jesús. Queremos mantener nuestra fe con la fuerza del Espíritu recibida en el bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

POR EL PAPA

Oremos, hermanos, por el Papa Francisco, obispo de Roma, para que, como Pedro, impida postrarse ante él: “levántate, también yo soy un hombre”; se enfrente a los amigos de la ley: “¿por qué tentáis a Dios imponiendo sobre el cuello de los discípulos un yugo, que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?”; sólo quiera evangelio, instando “que no nos olvidemos de los pobres”; ame sin medida “confirmándonos en la fe a nosotros, sus hermanos” (He 10,26; 15,10; Gál 2,10; Lc 22,32).

Dios Padre todo bondadoso, cuyo Espíritu habita en la Iglesia y en nuestros corazones, te pedimos ahora por el obispo de Roma, el papa Francisco. Que tu Espíritu lo consuele y lo fortalezca para que nos ayude a seguir las huellas de tu hijo Jesús, animándonos a participar solidariamente en el anuncio del Evangelio, en la vida comunitaria, en la extensión de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

POR LOS MINISTROS Y POR LOS FIELESDE LA IGLESIA

Oremos, hermanos, por todos los que ejercen algún servicio en las comunidades cristianas: obispos, presbíteros, diáconos, catequistas, teólogos, miembros de Cáritas, monitores..., y por todos los miembros del pueblo santo de Dios, para que todos se consideren igualmente hijos de Dios y hermanos de todos.

Dios Padre todo bondadoso, que por el bautismo nos has hecho “linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de Dios...” (1Pe 2,9-10), nos has dado a Cristo por Cabeza, nos has revestido con la misma dignidad y libertad de hijos de Dios, y nos has inspirado el mandato del amor como Cristo nos amó (LG 9): te pedimos por las actividades de la Iglesia, para que no falte ningún servicio en las comunidades, para que ellas puedan elegir a sus ministros sabiendo que entre nosotros “todos somos uno en Cristo Jesús” (Gál 3, 28). Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

POR LOS CATECÚMENOS

Oremos por quienes se preparan a recibir el bautismo de forma consciente y libre. Ahora también llamamos “catecúmenos” a los bautizados sin conocimiento ni libertad, que quieren recibir el Evangelio, actualizar su fe e incorporarse activamente a la Iglesia. Por todos ellos hacemos esta oración.

Dios Padre todo bondadoso, que sigues llamando al seguimiento de Cristo a todo hombre y mujer. Ilumina con tu Espíritu a todos los que buscan sentido y camino de vida. Que quienes desean conocer el Evangelio encuentren maestros y guías que les conduzcan a la vida que nos abrió tu Hijo y que sigue nutriendo con sus sacramentos. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

Oremos para que “todos los creyentes que miran a Jesús como autor de la salvación y principio de unidad y de paz” (LG 9), vivan unidos en la fe y en el amor de Cristo, en una sola Iglesia.

Dios Padre todo bondadoso, que quieres que todos los creyentes en tu Hijo vivamos unidos en la fe y el amor, manifestados en la vida de Jesús de Nazaret, ilumina a todos los que nos llamamos “cristianos” (ortodoxos, protestantes, anglicanos...) para que encontremos la unidad del evangelio, respetando las diversas experiencias, valorando sobre todo los principios creadores de la gracia y comunión personal, por encima de nuestras instituciones externas. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

POR EL PUEBLO JUDÍO

Oremos por quienes siguen fieles a la Alianza de Abrahán, Moisés y los Profetas, el pueblo de Jesús.

Dios Padre todo bondadoso, que durante mucho tiempo hablaste a la humanidad por los profetas de Israel entre los cuales sobresalió Jesús de Nazaret. Nosotros creemos que él es el “reflejo luminoso de tu esplendor e impronta de tu ser” (Hebr 1,1-3),, el Hijo tuyo. Ilumina, Dios nuestro, a los que hoy siguen esperando a tu Mesías, para que lo encuentren. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

POR LOS QUE NO CREEN EN CRISTO

Oremos, hermanos, por todas las religiones, para que sean factores de humanización, den sentido y construyan la paz entre las personas.

Dios Padre todo bondadoso, que quieres que todas las personas vivan bien y se realicen en sus diversas culturas. Ilumina nuestra vida y fortalece nuestro espíritu para respetar todo lo bueno, todo lo que hace humanidad, todo lo que aporta vida, salud, cultura, justicia, bienestar. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

POR LOS QUE NO CREEN EN DIOS

Oremos, hermanos, por los que llamamos ateos, teóricos y prácticos: los que no creen o viven como si no creyeran. También ellos tienen la dignidad humana, digna del máximo respeto.

Dios Padre todo bondadoso, “cuya gloria es el ser humano viviendo” (San Ireneo), danos un corazón como el tuyo, que respete la inteligencia y libertad humanas. Que tu Espíritu nos haga testigos de tu amor ante los no creyentes, para que crean en tus obras. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

POR LOS GOBERNANTES

Oremos, hermanos, por los políticos, por quienes se sienten llamados a cuidar los bienes comunes para que todo ser humano encuentre respeto y protección.

Dios Padre todo bondadoso, que nos has llamado a vivir en comunidad. Ayúdanos a tener conciencia comunitaria, a procurar realizarnos en la ayuda mutua, en la participación social. Bendice nuestra convivencia, ilumina a todos los pueblos para que aprendan a elegir gobernantes honestos, transparentes, solícitos del bien común y preocupados por los más débiles. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

POR LOS ATRIBULADOS

Oremos, hermanos, por los más vulnerables de la sociedad: enfermos, víctimas de las guerras, parados, perseguidos por sus ideas y por trabajar por la justicia, refugiados, marginados sociales, presos, degradados por la miseria física o moral, emigrantes...

Dios Padre todo bondadoso, envía tu Espíritu de consuelo y fortaleza sobre todas las personas que pasan por cualquier calamidad o injusticia. Que encuentren en tu Iglesia acogida, comprensión, misericordia, ayuda... para que puedan alcanzar la dignidad que merecen como hijos tuyos y hermanos de Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

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