La razón para “decir bien” (bendecir) de Dios es que, “por su gran misericordia” Vivir en Amor es vivir resucitado (D. 2º Pascua 2ª Lect. 16.04.2023)

La fe en el Amor está siendo un nacimiento constante

Comentario: “la resurrección nos ha regenerado para una esperanza viva” (1Pe 1,3-9)

En los domingos de pascua del ciclo A, excepto el de Pentecostés, la segunda lectura es de la Primera Carta de Pedro. Esta carta, profundamente pascual, es una exhortación a ser fieles a la fe en toda situación. La regeneración cristiana, procedente de la resurrección de Jesús, exige una conducta concorde con el evangelio. La fe afecta a toda la vida: eclesial, familiar y civil. Los cristianos deben vivir agradecidos por su identidad y futuro glorioso. Apuros y persecuciones ayudan a centrarse y afirmarse más en la fe (1Pe 1,6-7).

Leemos una bendición ascendente,dirigida a “Dios,Padre de nuestro señor Jesucristo”. La razón para “decir bien” (bendecir) es que, “por su gran misericordiamediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final”.

Dios es el “Padre de nuestro señor Jesucristo. Recuerda el himno de Efesios (1,3ss). El “que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5, 45). Resalta “su gran misericordia” (miseri-cor-dare: dar su corazón al miserable). Al “resucitar a Jesucristo”, “nos ha regenerado” a nosotros, nos ha hecho nacer de nuevo. Esta “regeneración” ha sido posible “mediante la resurrección y la fe”. Ambos términos están precedidos de la preposición griega “diá” con genitivo. Expresa la idea de atravesar, desgarrar, pasar por medio de... Resurrección y fe en Cristo, acción divina y humana, han conseguido el Espíritu Santo nos atraviese. Esta vida nueva suscita “una esperanza viva”. Esperanza inclusiva deuna herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios”. Es la “salvación dispuesta a revelarse en el momento final”. 

Así lo entiende también la carta a los Hebreos: “ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno” (Hebr 4,14-16). La conciencia, fruto de la fe en la resurrección de Jesús “alegra” nuestra vida, “aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas. Así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo”.

Esta esperanza nos afecta totalmente por dentro y por fuera. A Jesús, “sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas”. “Lo amáis,creéis en él, os alegráis”. Esta forma verbal griega es idéntica para presente de indicativo e imperativo. El indicativo expresa la acción real de la gracia, que produce amor, fe y alegría en el creyente. La autenticidad de la fe nos realiza personalmente. Para vivir en amor “es preciso padecer un poco en pruebas diversas”, según la historia real de cada uno. Este sufrimiento sirve para que “la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merezca premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo”. Esencial es, pues, la autenticidad de la fe, no la fe aparente, sociológica, folclórica, forzada... La fe auténtica encuentra alabanza, gloria, honra, amor, alegría..., es decir, salvación, realización plena. Es verificable en las obras de misericordia, fruto del amor gratuito.

Oración: “Por la resurrección de Jesucristo..., nos ha hecho nacer de nuevo” (1Pe 1,3-9).

Jesús resucitado:

Hoy nuestra oración es alabanza al Padre;

sentimos su inmensa misericordia;

nos vemos agraciado con su amor, sin merecerlo.

Su Misterio es entrañas de Padre-Madre:

nos ama en toda situación y cuida de nosotros;

quiere nuestra vida autónoma y libre;

su amor se ha humanizado en Ti, el Hijo de su amor;

tu Padre y tú seguís actuando”(Jn 5, 17)

para que vivamos en libertad, fraternidad, alegría...

Tu vida, Jesús de Nazaret, es“día sin noche”:

en Ti nos sentimos acogidos y perdonados gratis;

en Ti vemos la bondad y el amor del Padre-Madre,

a los más débiles, excluidos, apestados...;

en Ti encontramos “rostro endurecido” ante la injusticia...

Tu  fe en elAmor está siendo nacimiento constante:

hace surgir una fuente, una fuerza, un aliento de vida;

despierta deseos de amar como el Padre-Madre;

supera contradicciones y sufrimientos;

sostiene “una esperanza viva, para una herencia incorruptible,

intachable e inmarcesible,

reservada en el cielo a nosotros,

que, mediante la fe, estamos protegidos

con la fuerza de Dios;

para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final”.

La carta de Pedro invita a la autenticidad de la fe:

transparencia, sencillez, actividad digna;

cuidado de los más débiles, tesoro nuestro;

en ellos “te amamos a ti, Jesús, sin haberte visto”;

por ellos, “sin contemplarte todavía, creemos en ti”;

conellos “nos alegramos con un gozo inefable y radiante,

alcanzando así la meta de vuestra fe:

la salvación de nuestras almas”.

Jesús resucitado, haznos renacer a tu amor:

queremos “amar a enemigos, y hacer el bien aquiennos odia”;

bendecir a quien nos maldice, y orar porquiennos calumnia”;

presentar una mejilla al que nos pegue en la otra”;

dar también la túnica a quien nos quita la capa”;

dar al que pide y no reclamaral que se lleva lo nuestro”;

tratara los demás como queremos que nos traten” (Lc 6, 27-31).

Nuestra vida está contigo, Cristo, escondida en Dios” (Col 3,3):

renueva nuestras comunidades, renacidas del Espíritu;

muévenos a la adoración “en espíritu y verdad” (Jn 4, 23-24);

queremos ver tu presencia en los débiles y excluidos;

renunciamos a la riqueza, al lujo, a la apariencia;

nuestra “premio, gloria y honor” es el servicio fraterno;

derechos y deberes básicos son sagrados para nosotros;

igualdad y libertad, mesa compartida y fraternidad universal,

son nuestra esperanza viva para una herencia incorruptible,

intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a nosotros”.

Preces de los Fieles (D. 2º Pascua 2ª Lect. 16.04.2023)

Mediante la fe, estamos protegidoscon la fuerza de Dios” (1Pe 1,5). El Espíritu divino nos habita, nos da conciencia de hijos de Dios, nos incita a vivir en fraternidad. Pidamos dejarnos llevar de esta “fuerza” diciendo: hágase tu voluntad, Padre”.

Por las comunidades cristianas:

- que la Pascua las renueve y vuelvan “al amor primero” (Apoc 2,4);

- que “amemos a la comunidad fraternal” (1Pe 2, 17).

Roguemos al Señor: hágase tu voluntad, Padre”.

Por las intenciones del Papa (abril 2023):

- que cada día haya “mayor difusión de una cultura de la no violencia”; 

- que “cada vez haya un uso menor de las armas de Estados y de ciudadanos”.

Roguemos al Señor: hágase tu voluntad, Padre”.

Por quienes presiden las iglesias:

- que “no apaguen el Espíritu, ni menosprecien las profecías”;

- que “examinen todo y se queden con lo bueno” (1Tes 5,19-21).

Roguemos al Señor: hágase tu voluntad, Padre”.

Por la paz:

- que cesen todas las guerras;

- que surjan gobernantes pacíficos, dignos ser “llamados hijos de Dios”.

Roguemos al Señor: hágase tu voluntad, Padre”.

Por los más débiles:

- que se sientan “protegidos por la fuerza de Dios”;

- que nuestra compañía le infunda “esperanza viva”.

Roguemos al Señor: hágase tu voluntad, Padre”.

Por esta celebración:

- que sintamos la presencia del Resucitado que nos da su Espíritu;

- que nos anime a renovarnos, a ser libres, a amar a todos.

Roguemos al Señor: hágase tu voluntad, Padre”.

Que tu Espíritu, “Padre de nuestro Señor, Jesucristo, nos ilumine y fortalezca para lograr que nuestras Iglesias sean “recintos de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz” (Plegaria eucarística Vb). Por Jesucristo que vive por los siglos de los siglos.

Amén.

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