Muerte y resurrección de Jesús revelan el Amor de Dios dando vida a toda persona Vuelta al “Amor primero” (Domingo 1º Cuaresma B 2ª lect. 18.02.2024)

Que tu Espíritu, Jesús, nos enamore de tu Amor

Comentario: “el bautismo actualmente os está salvando” (1Pe 3,18-22)

Leemos parte de una exhortación de la primera carta de Pedro. El fragmento sirve de apoyo a la conducta cristiana, expuesta en versículos anteriores, no leídos hoy (vv. 13-17). Ha partido de una obviedad que no lo es en la práctica: “¿Quién os va a tratar mal si vuestro empeño es el bien?” (3,13). “Pero si, además, tuvierais que sufrir por causa de la justicia, bienaventurados vosotros” (3,14). Ha recomendado no tener miedo, glorificar a Cristo razonando la esperanza de vuestra conducta (vv. 15-16). Concluye afirmando “es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el mal” (v. 17).

La lectura de hoy aporta la conducta de Jesús como el mejor argumento para vivir su camino: “Porque también Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu” (v. 18). Pasión, muerte y resurrección sintetizan la vida de Jesús. La pasión y muerte de Jesús es consecuencia de su vida: “el justo por los injustos”. El mundo injusto llevó a Jesús a la muerte. Pero el Espíritu que guiaba su vida le “vivificó”. Lo sustantivo es el hecho de la muerte y la resurrección de Jesús. Pero matizando que su muerte fue acompañada de sufrimiento añadido, obra de injusticia. Su muerte en cruz fue resultado de su vida anunciando y viviendo el reino de Dios: reino de la verdad, del amor, de la realización (justicia) de todos... El poder religioso y político lo creyeron un peligro y acabaron con él. El Espíritu de Dios lo resucitó, lo hizo presencia ilimitada y activa en los que quieren seguir su camino.

Muerte y resurrección de Jesús revelan el Amor de Dios dando vida a toda persona: “estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,38s). El texto de hoy lo expresa con la cultura bíblica de entonces: “en el espíritu fue a predicar incluso a los espíritus en prisión, a los desobedientes en otro tiempo, cuando la paciencia de Dios aguardaba, en los días de Noé, a que se construyera el arca, para que unos pocos, es decir, ocho personas, se salvaran por medio del agua” (vv. 19-20). Así lo expresa el actual Catecismo: “En la expresión `Jesús descendió a los infiernos´, el credo confiesa que Jesús murió realmente, y que, por su muerte en favor nuestro, ha vencido a la muerte y al diablo `Señor de la muerte´ (Hb 2, 14). Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendió a la morada de los muertos. Abrió las puertas del cielo a los justos que le habían precedido” (CIC n. 636-637).

La alusión al diluvio, en el que unas personas “se salvaron por medio del agua”, da pie a citar el bautismo: “aquello era un símbolo del bautismo”. “Símbolo” traduce el griego “antítypon”: el agua es antitipo del arca, medio muy limitado de salvación en la época de Noé. El agua, más accesible, es medio del “bautismo que actualmente os está salvando“Salvación” que espetición a Dios de una buena conciencia, por la resurrección de Jesucristo” (v. 21). “Petición” traduce el sustantivo “eperótema”: prenda (de buena conciencia para con Dios), promesa, respuesta, apelación (a Dios por parte de una buena conciencia...). Me parece mejor el significado de “prenda o respuesta”, Cuadra más con lo que dice Pablo: “es Dios quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros; y además nos ungió, nos selló y ha puesto su Espíritu como prenda en nuestros corazones” (2Cor,1,21s). El bautismo nos está salvando, ayudándonos a realizarnos, por el Espíritu que recibimos, y nos da conciencia de que somos hijos de Dios, nos enseña a orar y nos ilumina y fortalece en el seguimiento de Jesús.

Oración: “el bautismo que actualmente os está salvando” (1Pe 3,18-22)

Te contemplamos, Jesús, recién bautizado:

apenas saliste del agua, ves rasgarse los cielos y

al Espíritu que bajaba hacia ti como una paloma.

Oíste una voz desde los cielos:

«Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».

A continuación, el Espíritu te empujó al desierto.

Te quedaste en el desierto cuarenta días,

siendo tentado por Satanás;

vivías con las fieras y los ángeles lo servían. (Mc 1,12s).

El Espíritu, que enciende tu vida, “te empuja al desierto”:

donde hay menos vida;

donde gobiernan las alimañas y la soledad;

donde la sed de placeres es más insaciable;

donde la fuerza bruta aparece como lobo en la noche;

donde sobreviven los fuertes, inteligentes y hábiles...

Tu vida inflamada de amor y con ansias”:

trae “otra inflamación mayor de otro amor mejor,

que es el de tu Padre; 

porque, teniendo tu gusto y fuerza en el Padre,

tienes valor y constancia

para fácilmente negar todos los egoísmos”

(Juan de la Cruz: Subida del Monte Carmelo, l. 1º, c. 14).

Hoy, la carta de Pedro subraya “tu pasión” por amor:

también Cristo sufrió su pasión... por los pecados,

el justo por los injustos,  para conduciros a Dios.

Tupasión y muerte fueron consecuencia de tu vida:

anuncias y vives el reino de Dios:

reino de la verdad, del amor,

de realización (justicia) de todos...;

tu palabra y tu vida contradicen

la vida en la mentira y la apariencia,

la tolerancia del hambre y la marginación,

la religión centrada en la sumisión a los dirigentes,

que buscan su propio bien, su honor y poder.

Poder religioso y político te creyeron un peligro

y acabaron contigo.

Del silencio del sepulcro surgió el grito de la vida:

Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu;

 en el espíritu fuiste a predicar incluso a los espíritus en prisión,

a los desobedientes en otro tiempo,

cuando la paciencia de Dios aguardaba,

en los días de Noé, a que se construyera el arca,

para que unos pocos, es decir, ocho personas,

se salvaran por medio del agua” (vv. 18-20).

Nuestra fe cree que túdescendiste a los infiernos”:

“moriste realmente, y que, por tu muerte en favor nuestro,

has vencido a la muerte y al diablo `Señor de la muerte´ (Hb 2,14).

Tú, Cristo muerto, en tu alma unida a tu persona divina,

descendiste a la morada de los muertos.

Abriste las puertas del cielo a los justos

que te habían precedido” (Catecismo IC n. 636-637).

El bautismoactualmente nos está salvando” (v. 21s):

es tu Espíritu, Jesús, que recibimos con el agua;

nos incorporó a tu Iglesia, tu fraternidad;

nos da conciencia de hijos de Dios; 

nos enseña a orar, a pedir y dar perdón;

nos ilumina y fortalece en tu seguimiento.

Que tu Espíritu, Jesús:

nos dé conciencia de nuestras esclavitudes:

al dinero, a la comodidad, al aparentar,

a honores, venganza, dominio de otros...;

nos enamore de tu Amor  “paciente, benigno; sin envidia,

no presume, ni egoísta; no se irrita;

no lleva cuentas del mal;

no se alegra de la injusticia, goza con la verdad.

Todo lo excusa, cree, espera, soporta” (1Cor 13,4-7).

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