“El Señor... no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión” El cielo, la “nueva tierra”, urge a mejorar la vida (Domingo 2º Adviento 2ª lect. 10.12.2023)

“La espera... debe avivar la preocupación de perfeccionar esta tierra” (GS 39)

Comentario: “... mientras esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios!” (2Pe 3, 8-14)

Esta carta es el escrito más tardío de la Biblia. De un discípulo de Pedro, primera mitad del s. II. Hay varias coincidencias con la carta de Judas: enemigos, castigos similares, vicios... El mensaje surge de las burlas enemigas que ridiculizan la venida del Señor: “sabiendo, ante todo, que en los últimos días vendrán burlones con todo tipo de burlas, que actuarán conforme a sus propias pretensiones y dirán: «¿En qué queda la promesa de su venida? Pues desde que los padres murieron todo sigue igual, como desde el principio de la creación»” (3,3-4).

El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión”. Apoyado en el salmo 90,4 (“mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna”), argumenta con la medida del tiempo que tiene Dios: “para el Señor un día es como mil años y mil años como un día” (3,8). En la espera de la llegada del Señor ve la paciencia de Dios. Nota esencial del Amor, fruto del Espíritu, es la paciencia: “el amor es paciente” (1Cor 13,4). El mismo verbo (“macrozimeî”), pero con sujeto distinto, aparece en 1Cor 13,4. El sujeto es “agape”. En 2Pe 3,9, el sujeto es “kirios”, el Señor. Amor y Jesús se identifican. Lo que interesa a Jesús es que nuestra vida sea feliz. La esperanza de que “lo mejor está por venir”, es un soporte para “estar en vela”, atentos a la vida, a la verdad, a la libertad, al trabajo, a la colaboración, al crecimiento en todos los órdenes, a la dicha... Jesús no usa lo incierto del final de la vida para dar miedo, y, así, dominar y someter. Eso lo hacen las religiones para crear gente sumisa, pasiva, resignada, manipulable, contraria al cambio. Ante lo incierto, el Espíritu Santo  suscita confianza plena en el amor del Padre. Confianza reflejada en esta oración: “Padre, me pongo en vuestras manos con infinita confianza, porque vos sois mi Padre” (C Foucauld).

Las obras buenas no se pierden. Los cielos desaparecerán estrepitosamente, los elementos se disolverán abrasados y la tierra con cuantas obras hay en ella quedará al descubierto”  (3,10). En algunos códices no aparece el adverbio “no”. Esta es la opción de la versión litúrgica: “la tierra con cuantas obras hay en ella quedará al descubierto” (“eurethésetai”). Esta traducción cuadra más con textos del Vaticano II: “Los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: "reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz". El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección” (GS 39).

Que nuestra vida apresure la “nueva tierra: Puesto que todas estas cosas van a disolverse de este modo, ¡qué santa y piadosa debe ser vuestra conducta, mientras esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios! Ese día los cielos se disolverán incendiados y los elementos se derretirán abrasados. Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia. Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables(3,11-14),

La expectación proféticase había centrado en “mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra... Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear: yo creo a Jerusalén «alegría», y a su pueblo, «júbilo»” (Is 65,17). Es el mismo sueño, que intuye el último libro de nuestra Biblia: “vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe” (Apoc 21,1).

El Vaticano II lo expresa así: “la espera... debe avivar la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la familia humana, el cual puede de alguna manera anticipa el vislumbre del siglo nuevo... El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección”. (GS 39). Esa “presencia misteriosa” es el Espíritu Santo, el regalo que el Bautista revela que nos trae Jesús: “él os bautizará con Espíritu Santo” (Mc 1,8). Seguir los impulsos del Espíritu de Jesús es la tarea que nos incumbe. Con similar idea (no leída hoy) cierra esta carta de Pedro: “considerad que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación... Creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2Pe 3,15a.18). Crecer en el Amor (la gracia) es lo mismo que conocer a Jesús. Ahí descubriremos su voluntad, lo que haría Jesús hoy.

Oración: “Esperad y apresurad la venida del Señor” (2Pe 3, 8-14)

Hoy, Jesús de la espera, nos sugieres en la carta de Pedro:

¡qué santa y piadosa debe ser vuestra conducta,

mientras esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios!...

Mientras esperáis estos acontecimientos,

procurad que Dios os encuentre en paz con él,

intachables e irreprochables” (3,11-14).

El Bautista nos da hoy la clave paraesperar cristianamente:

él os bautizará con Espíritu Santo” (Mc 1,8);

el Espíritu de Jesús ilumina nuestra esperanza.

Así se la iluminó al Vaticano II:

“Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación

de la tierra y de la humanidad;

no conocemos de qué manera se transformará el universo;

la figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa.

Dios nos prepara una morada y una tierra nuevas

donde habita la justicia;

esa bienaventuranza saciará y rebasará los anhelos

del corazón humano;

vencida la muerte, los hijos de Dios resucitaremos en ti, Cristo;

lo sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción,

se revestirá de incorruptibilidad,

permaneciendo el amor y sus obras;

todas las criaturas... se verán libres de la servidumbre de la vanidad.

La espera de una tierra nueva no debe amortiguar

sino más bien avivar la preocupación por perfeccionar esta tierra,

donde crece el cuerpo de la nueva familia humana,

el cual puede de alguna manera anticipar

un vislumbre del siglo nuevo.

La dignidad humana, la unión fraterna y la libertad,

frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo,

tras propagarlos por la tierra en tu Espíritu y según tu mandato,

volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha,

iluminados y transfigurados, cuando tú, Cristo,

entregues al Padre el reino eterno y universal:

`reino de verdad y de vida, reino de santidad y gracia,

reino de justicia, de amor y de paz´.

El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra;

cuando vengas de nuevo, Señor,

se consumará su perfección” (GS 39).

Trabajar por el Reino es “apresurar la venida del día de Dios”:

abrazando a los más débiles, te hacemos presente a ti, Cristo;

acogiéndonos, el amor del Padre se hace paz y vida;

viviendo sobriamente hay pan y cobijo para todos;

tu Espíritu nos hace hermanos iguales y libres. 

Danos tu fortaleza, Cristo de la espera:

para ser testigos de tu amor en nuestra vida;

para defender los derechos y deberes humanos;

para realizar tus obras y aún mayores (Jn 14,12).

Preces Fieles (D. 2º Adv. 10.12.2023)

Juan Bautista nos recuerda hoy que “Jesús nos ha bautizado con Espíritu Santo”. Por eso nos sentimos hijos de Dios y nos dirigimos al Padre como como nos enseñó Jesús. Pidamos ahora poder celebrar dignamente la Navidad, diciendo: “que tu Espíritu mueva nuestra vida”.

Por la Iglesia:

- que el evangelio y el Espíritu de Jesús sean el centro de su vida;

- que esté atenta a los signos del Espíritu en nuestro tiempo.

Roguemos al Señor: “que tu Espíritu mueva nuestra vida”.

Por las intenciones del Papa (diciembre 2023):

- que “las personas con discapacidad sean el centro de atención social”;

- que “las instituciones promuevan programas de inclusión y participación activa”.

Roguemos al Señor: “que tu Espíritu mueva nuestra vida”.

Por el cuidado de la tierra:

- que seamos responsables con nuestro ambiente, evitando su deterioro;

- que cuidemos  la vegetación, procurando alimentos sanos para todos.

Roguemos al Señor: “que tu Espíritu mueva nuestra vida”.

Por los países en guerra:

- que sean capaces de cortar el enfrentamiento;

- que conviertan su corazón y mente en diálogo sensato y constructivo.

Roguemos al Señor: “que tu Espíritu mueva nuestra vida”.

Por las víctimas de la vida:

- que las encontremos, acompañemos, nos hagamos cargo...;

- que les animemos a restaurarse y emprender vida nueva.

Roguemos al Señor: “que tu Espíritu mueva nuestra vida”.

Por nuestro pueblo:

- que escuche y se penetre del ambiente navideño de paz y ayuda mutua;

- que la Navidad sea sobre todo el encuentro con Jesús Niño.

Roguemos al Señor: “que tu Espíritu mueva nuestra vida”.

Por esta celebración:

- que sintamos el Espíritu de Jesús que nos habita;

- que seamos movidos a crecer en paciencia y fraternidad.

Roguemos al Señor: “que tu Espíritu mueva nuestra vida”.

Danos tu fortaleza, Cristo de la espera, para ser testigos de tu amor paciente y constructivo. Queremos defender los derechos y deberes humanos en la sociedad y en la Iglesia, y “realizar obras como las tuyas y aún mayores” (Jn 14,12), siempre en beneficio de los más necesitados. Queremos tu ayuda, y trabajar contigo, tú que vives por los siglos de los siglos .

Amén.

Volver arriba