Habría que revalorizar la eucaristía como sacramento de reconciliación “El compartir radica en la naturaleza misma del cristiano” (Corpus Chr. 19.06.2022)

Las comidas de Jesús incluyen acogida reconciliadora y comunicación de vida

Comentario: “comieron todos y se saciaron” (Lc 9,11b-17)

Empieza el texto narrando las actitudes básicas de Jesús respecto del pueblo: “acogerlos”, “hablarles del reino” y “sanar a los que tenían necesidad de curación” (9,11b). Acogida, trabajo por el Reino (vida, verdad, ajustamiento personal y social, amor fraterno...) y cura de enfermos (físicos, psíquicos, sociales), constituyen el resumen de vida humanizada.

La comida en común simboliza la vida cristiana. La religión de Jesús gira en torno a “no olvidarse de hacer el bien y ayudarse mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hebr 13,16). Tiene su “fuente, centro y culmen” en la Cena del Señor (PO 4). “Compartir la mesa” les costó a los mismos Apóstoles. Intentaron desentenderse del problema: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». Jesús les implicó en su misión: «Dadles vosotros de comer».Coge los panes y los peces de su grupo, mira al Padre de todos, le da gracias, los parte y se los da para que lo sirvan. 

Lección práctica del Reino: “Se puede, instruido por la carta a los Gálatas, decir: `la esencia del cristianismo es syn-esthiein´ -`comer-con´- (F. Mussner. Citado por Rafael Aguirre: “La mesa compartida. Estudios del NT desde las ciencias sociales”. Sal Terrae. Santander 1994. p. 128). En el siglo IV, San Juan Crisóstomo lo dice con toda claridad: “el compartir radica en la naturaleza misma del cristiano” (Homilías sobre Hechos. PG 60, 162). “La verdadera riqueza y la opulencia indestructible está en buscar lo necesario y distribuir debidamente lo que pasa de la necesidad” (Homilía sobre el Génesis. PG 53, 348.

Las comidas de Jesús incluyen acogida reconciliadora y comunicación de vida. “Comía con pecadores" para expresar y entregar el amor del Padre, como decían sus parábolas, palabras “arrojadizas”, provocadoras (Lc 15,2; 19,7; Mc 2,6-7). A todos “acogía, les hablaba del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación” (Lc 9,11b-17). “Se compadeció de la multitud y curó a los enfermos” (Mt 14, 14; Mc 6, 35-44; Jn 6, 1-14). En la última Cena, entrega su “pan”, incluso a Judas, ofreciendo perdón y amistad (Mt 26, 26ss; Mc 14, 22ss; Lc 22, 15ss; 1Cor 11, 23ss).

En las comidas del Resucitado (Lc 24,23-35.41ss; Jn 20, 19ss; 21, 9-14; He 1,4ss) no hay reproche por la cobardía, abandono, negación... Los discípulos, al rememorar su vida y sus palabras de amor, sienten liberación gratuita de sus errores más o menos culpables, paz, alegría inmensa... Son los regalos del Amor. Esta experiencia pertenece a la entraña de la Eucaristía. Mucha pedagogía y reforma ritual necesita la Iglesia para provocar esta experiencia en la eucaristía. No tiene sentido vivir una eucaristía y no “escuchar su voz ni abrir la puerta para que entre en nuestra casa y cenar con él y él conmigo” (Apoc 3,20).

Habría que revalorizar la eucaristía como sacramento de reconciliación y dinamismo de una vida inquieta como la de Jesús. Esto es inherente a la eucaristía por su naturaleza. Empieza con acto penitencial: “antes de celebrar los sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados...”. Confesión común, petición y entrega gratuita del perdón. Inquietud comprometida experimentada en lecturas, homilía, ofertorio, consagración, padrenuestro, la paz, comunión y envío (esto significa “misa”) a seguir la tarea de Jesús. Es trágico que la Iglesia nos lleve a participar de la “cena del Señor” sin “cenar”, estar con el Señor sin compartir su inquietud ni su esperanza comprometida con los valores del Reino divino.

Oración: “comieron todos y se saciaron” (Lc 9,11b-17)

Hoy,Jesús, te contemplamos en una celebración del reino:

acoges” a todos lo que se acercan; 

les hablas del reino” -modo de vida- que Dios quiere;

sanas a los que tienen necesidad de curación”;

pones en la mesa tus cinco panes y dos peces;

invitas a sentarse y a compartir lo que tienen.

“Los Doce” te incitan a “despedir a la gente”:

no tiene aún tus entrañas solidarias;

no han entendido tu propuesta de vida;

les bastaba predicar, “sin dar trigo”.

Tu respuesta no deja lugar a dudas:

dadles vosotros de comer”;

tienen miedo a compartir, sólo confían en lo que tienen:

no tenemos más que cinco panes y dos peces”;

Tú confías en la solidaridad de la buena gente:

haced que se sienten en grupos de unos cincuenta”;

tomas los cinco panes y los dos peces,

alzas la mirada al cielo,

pronuncias la bendición sobre ellos,

los partes y se los vas dando a los discípulos

para que se lo sirvieran a la gente”.

Se hizo presente el milagro de la mesa compartida:

"comieron todos y se saciaron...”.

Esta es, Jesús resucitado, tu apuesta de vida:

para ti no hay primeros y últimos puestos;

los jefes de los pueblos los tiranizan y los grandes los oprimen;

no sea así entre vosotros...” (Mc 10,42s);

el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor,

y el que gobierna, como el que sirve...

Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,26s);

Tú, resucitado, sigues entregando tu Espíritu:

cuando nos reunimos en tu nombre,

escuchamos tu palabra y recordamos tu vida;

nos nutrimos con tu presencia y sentimos tu misión,

cuando amparamos a los pobres y marginados;

trabajamos por suprimir el sufrimiento evitable;

estamos a favor de la vida, la verdad, el amor...;

mantenemos la esperanza en los valores de tu evangelio;

no huimos del mundo “con resignación y subterfugios”;

cuando “nuestra fe en ti se dilata hasta llegar a tu esperanza,

y no puede conformarse con la realidad dada,

sino que sufre a causa de ella y la contradice;

cuando “la paz con Dios significa discordia con el mundo,

pues el aguijón del futuro prometido punza implacablemente

en la carne a todo presente no cumplido”

(J. Moltmann: Teología de la Esperanza. Salamanca 1969, p. 26-27).

Preces de los Fieles (CUERPO Y SANGRE DE CRISTO  19.06.2022)

Esta celebración debería ser una fuerza eficaz de fraternidad. Tenemos en ella poca comunicación fraternal, poca responsabilidad compartida, poco compromiso por el modo de vida que Jesús quiere. Pidamos que nuestras misas sean memoria de Jesús, diciendo: “Danos un corazón inquieto como el tuyo, Señor”.

Por la Iglesia:

- que sus comunidades sean ámbitos de fe y vida como la de Jesús;

- que sintamos a Jesús decirnos: “dadles vosotros de comer”.

Roguemos al Señor: “Danos un corazón inquieto como el tuyo, Señor”.

Por las intenciones del Papa (Junio 2022):

- que las familias sean “ámbitos” de amor, de respeto, de crecimiento humano.

- que “las familias cristianas, con gestos concretos, vivan la gratuidad del amor

y la santidad en la vida cotidiana”.

Roguemos al Señor: “Danos un corazón inquieto como el tuyo, Señor”.

Por la paz en nuestro mundo:

- que terminen las guerras, siempre contrarias a la voluntad divina;

- que crezca el afán de entendimiento para arreglar conflictos.

Roguemos al Señor: “Danos un corazón inquieto como el tuyo, Señor”.

Por nuestra cultura:

- que las escuelas cuiden el saber y la ayuda mutua;

- que todos puedan disfrutar de los bienes culturales.

Roguemos al Señor: “Danos un corazón inquieto como el tuyo, Señor”.

Por los más débiles:

- que nuestra compañía les fortalezca, les consuele...;

- que sean creativos y trabajen por superarse.

Roguemos al Señor: “Danos un corazón inquieto como el tuyo, Señor”.

Por esta celebración:

- que celebremos alegre la mesa compartida de Jesús;

- que recibamos el Espíritu que Jesús nos entrega.

Roguemos al Señor: “Danos un corazón inquieto como el tuyo, Señor”.

Tu Espíritu ha penetrado el pan y el vino, y lo ha hecho presencia tuya resucitada. Que todos experimentemos la fuerza y la inquietud de tu amor y trabajemos por una vida mejor. Te lo pedimos a ti, Jesús, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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