Tú, “Verbo de Dios, te encarnaste para salvar a todos y recapitular todas las cosas” La “corona de la justicia-amor” es para todos (Domingo 30º C TO 26.10.2025)

Jesús nos “ajustará”, nos realizará, aunque sea tras la muerte

Cometario:me está reservada la corona de la justicia” (2Tim 4,6-8.16-18)

Concluimos la 2ª Timoteo con dos párrafos del capítulo cuarto. Capítulo iniciado con solemnidad testamentaria: “Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino” (2Tim 4,1). Donde escribe los deseos más decisivos que debe tener el responsable cristiano: “proclama la palabra, insiste, arguye, reprocha, exhorta…. Vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina… Se volverán a las fábulas…. Tú sé sobrio, soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio” (vv. 2-5).

El primer párrafo leído reconoce su muerte cercana y su esperanza última en Jesús. “Yo estoy a punto de ser derramado en libación”: ἐγὼ γὰρ ἤδη σπένδομαι: yo pues ya soy ofrecido” (v. 6a). Es metáfora de la carta a los Filipenses, dondeliteralmente dice: “si también soy derramado (mismo verbo: σπένδομαι) sobre el sacrificio y liturgia de vuestra fe, me alegro y congratulo con todos vosotros” (ἐπὶ τῇ θυσίᾳ καὶ λειτουργίᾳ τῆς πίστεως ὑμῶν, χαίρω καὶ συνχαίρω πᾶσιν ὑμῖν) (Flp 2,17). El vino derramado (libado) iniciaba el sacrificio de la víctima. Pablo considera su vida apostólica como “vino derramado” (ofrecido), “sobre el sacrificio y liturgia de vuestra fe”. Su vida es constante ofrenda a favor de los creyentes por su predicación. Está terminando la libación: “el momento de mi partida es inminente” (v. 6b). Buena interpretación del servicio eclesial: ofrenda por la “fe” de los hermanos, fe que es “sacrificio y culto”, culto vital, laico, vida agradable al Creador.

Tres pretéritos perfectos resumen su vida: He combatido el noble (καλὸν: hermoso) combate, he acabado la carrera, he conservado la fe” (v. 7). Imágenes deportivas aplicadas por Pablo en otros escritos:Un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita…” (1Cor 9,25-27).Corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús” (Flp 3,14). “Tampoco el atleta recibe la corona si no lucha conforme a las reglas” (2Tim 2,5). Otros escritos no paulinos también utilizan la imagen de “corona” como final del reino de Dios (Sant 1,12; 1Pe 5,4; Apoc 2,10).

Me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día” (v. 8a). “La justicia” del Señor no es nuestra justicia. La “justicia” divina es Amor. Jesús nos “ajustará”, nos realizará, aunque sea tras la muerte. “Y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación (πᾶσι τοῖς ἠγαπηκόσι τὴν ἐπιφάνειαν αὐτοῦ)” (v. 8b).  El participio perfecto activo en dativo (ἠγαπηκόσι) concreta los “coronados”: “los que han amadosu epifanía”. “Su epifanía” es amor. Confiemos en el amor de Jesús, como dice el Vaticano II: “Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien al misterio pascual” (GS 22; cf., n. 45: “salvará a todos…”).

El segundo párrafo, Pablo mira hacia atrás: “En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado... ¡No les sea tenido en cuenta!” (v. 16). Como Jesús, perdona y confía:Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones…El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (vv. 17-18). El Amor de Jesús, que le acompaña y fortalece, le llevará a la plenitud. Vivirá agradecido al Amor: “a Él la gloria por los siglos...”.

Oración:me está reservada la corona de la justicia” (2Tim 4,6-8.16-18)

Jesús, “ofrecido”, entregado, por amor:

contemplamos el final de la vida de Pablo;

vive su muerte como el fin del “vino derramado”,

vida ofrecida en favor de la gente;

ha apurado la vida en tu amor, bebiendo tu mismo cáliz;

ha sentido tu mismo abandono, ha reaccionado como Tú:

todos me abandonaron.

¡No les sea tenido en cuenta!”.

Tu Amor le complicó la vida:

recordad, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas;

trabajando día y noche para no ser gravosos a nadie,

proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios” (1Tes 2,9);

atribulados en todo, mas no aplastados;

apurados, mas no desesperados;

perseguidos, pero no abandonados;

derribados, mas no aniquilados;

llevando siempre y en todas partes en el cuerpo

la muerte de Jesús,

para que también la vida de Jesús

se manifieste en nuestro cuerpo;

mientras vivimos, continuamente nos están

entregando a la muerte por causa de Jesús;

para que también la vida de Jesús

se manifieste en nuestra carne mortal” (2Cor 4,8-11).

Pablo es un ser humano frágil:

Por la grandeza de las revelaciones,

y para que no me engría,

se me ha dado una espina en la carne…” (2Cor 12,7);

Porque las cartas —dicen— son duras y severas,

pero su presencia física es raquítica

y su palabra despreciable” (2Cor 10,10).

Sabéis que la primera vez os anuncié el Evangelio

con ocasión de una enfermedad corporal;

con todo, aunque mi estado físico os debió de tentar a ello,

no me despreciasteis ni me hicisteis ningún desaire;

al contrario, me recibisteis como a un mensajero de Dios,

como a Jesucristo en persona” (Gá1 4,13).

Pero tiene, Cristo Jesús, tu Amor en su corazón:

He combatido el noble combate,

he acabado la carrera,

he conservado la fe.

Me está reservada la corona de la justicia,

que el Señor, juez justo, me dará…;

 y no solo a mí, sino también a todos los que

hayan aguardado con amor su manifestación” (2Tim 4,6-8).

Tu “justicia”, Jesús, es la alegría, el amor, el abrazo,

de la mujer que pierde una moneda,

del pastor que carga con su oveja extraviada,

del Padre que celebra la vuelta del hijo al hogar (Lc 15);

no es nuestro “ajuste de cuentas” de nuestras “confesiones”;

es el Amor del Dios del que nada puede separarnos (Rm 8,38-39).

Es el amor manifestado en tu vida, siempre fiel:

En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado,

sino que todos me abandonaron.

¡No les sea tenido en cuenta!

Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas

para que, a través de mí,

se proclamara plenamente el mensaje

y lo oyeran todas las naciones.

Y fui librado de la boca del león.

El Señor me librará de toda obra mala

y me salvará llevándome a su reino celestial.

A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2Tim 4,6-8).

Tú, “Verbo de Dios, por quien todo fue hecho:

te encarnaste para que, Hombre perfecto,

salvaras a todos y recapitularas todas las cosas.

Tú, Señor, eres el fin de la historia humana,

punto de convergencia hacia el cual tienden

los deseos de la historia y de la civilización,

centro de la humanidad,

gozo del corazón humano

y plenitud total de sus aspiraciones.

Tú eres aquel a quien el Padre resucitó,

exaltó y colocó a su derecha,

constituyéndolo juez de vivos y de muertos.

Vivificados y reunidos en tu Espíritu, caminamos

como peregrinos hacia la consumación de la historia,

la cual coincide plenamente con su amoroso designio:

`Restaurar en ti, Cristo, todo lo que hay

en el cielo y en la tierra´ (Ef 1,10)” (GS 45)..

rufo.go@hotmail.com

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