La eucaristía anticipa la alegría plena

Domingo 5º Pascua C 2ª Lect. (19.05.2019)

Comentario: “He aquí la morada de Dios entre los hombres” (Apoc 21,1-5a)

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva

El capítulo 21 del Apocalipsis desvela el cielo y la tierra nuevos. Recuerda la visión de Isaías: “Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra...” (Is 65,17). Es la nueva creación que intuye Juan como fruto de la acción del Espíritu derramado sobre los creyentes. Es el desenlace de la historia. Es la transformación del mundo realizada por el Dios-Amor . Así lo enfoca el concilio Vaticano II:

“Ignoramos el tiempo y la manera... La figura de este mundo pasa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo... Los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: `reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz´. El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección” (GS 39).

Cesará el mal y brotará la alegría

- “El mar ya no existe”. El “mar” era para el judaísmo lugar de poderes malignos, residuo del caos primitivo. En el nuevo mundo no hay lugar para la incertidumbre y el desasosiego, desaparecen las causas del sufrimiento y el miedo: “ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido”. “Lo primero” es la historia penosa de la humanidad en busca de su liberación. Ya ha encontrado su total liberación del mal y ha encontrado la dicha plena.  

- “Mira, hago nuevas todas las cosas”. La nueva creación es un regalo de Dios: “que descendía del cielo...”. Dos imágenes le sirven para explicar su intuición sobre la esperanza cristiana: la ciudad y el matrimonio. La primera es “la ciudad, la santa Jerusalén, nueva” (ten polin ten hagian Ierusalem kainen). “Santa” al empaparse del Espíritu Santo, que derrama Amor divino. Se realiza el “sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lev 19,2). En términos evangélicos: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Perfección que es “sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Vivir como Jesús, en Amor divino, generoso y universal, es la guía de la acción nueva ciudadana. La otra imagen es la de los esponsales: “desciende del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo”. Subraya la intimidad de Dios de la que hablaban los profetas: “tendré mi morada junto a ellos, yo seré sus Dios, y ellos serán mi pueblo” (Ez 37, 27; 48,35; Is 25, 9ss; 65, 19ss). Es la obra de Jesús al comunicarnos el Espíritu de Dios: en el Espíritu nos unimos a Dios y a su Enviado, el “Cordero”.

La eucaristía anticipa la alegría plena

“Parusía” en el N. Testamento significa “venida” (2Cor 7, 6) y “presencia” (2Cor 10,10). “Venida” y “presencia” sacramental de Jesús glorioso que se realizan en “la Eucaristía, parusía sacramental”. Presencia que viene del más allá de este mundo material. Presencia escatológica (de los últimos tiempos) que atrae y llama, se hace encuentro personal, aunque limitado por nuestra situación espacio-temporal. Cristo es presencia personal, “espíritu vivificante”, abierto y eficaz. Nos comunica su pretensión histórica de realizar el Reino. Transmite fuerza para transformar la vida según el Amor divino. (Puede ampliarse en “La Eucaristía del Nuevo Testamento”, de J. L. Espinel Marcos. Ed. San Esteban. Salamanca 2005; “La Eucaristía, parusía sacramental” en pp. 231-257).

Oración: “He aquí la morada de Dios entre los hombres” (Apoc 21,1-5a)

Jesús glorioso, presente entre nosotros:

He aquí la morada de Dios entre los hombres,

y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo,

y el `Dios con ellos´ será su Dios.

Y enjugará toda lágrima de sus ojos,

y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor,

porque lo primero ha desaparecido.

Y dijo el que está sentado en el trono:

`Mira, hago nuevas todas las cosas´” (Apoc 21,3b-5a).

Estas palabras las hemos leído hoy en la eucaristía:

reunión que iniciaron los apóstoles tras tu muerte y resurrección.

Con detalle lo cuenta san Justino en la primera mitad del siglo II:

“el día llamado del Sol se reúnen todos en un lugar,

lo mismo los que habitan en la ciudad que los que viven en el campo...;

se leen los Recuerdos, llamados Evangelios, de los apóstoles...;

después se trae pan, vino y agua...;

el que preside pronuncia con todas sus fuerzas preces y acciones de gracias...;

comulgan todos, y los diáconos se encargan de llevárselo a los ausentes...

Los que tenemos bienes acudimos en ayuda de los que no tienen,

y permanecemos unidos...

Lo que se recoge se deposita ante el que preside..,

él es quien se encarga de todos los necesitados”

(Apología de san Justino I, c. 66-67; PG 6, 430-432).

He aquí la morada de Dios entre los hombres:

palabra del Apocalipsis que se realiza entre nosotros;

la Eucaristía es “venida” y “presencia” tuyas, Jesús glorioso;

ella es el nuevo santuario levantado por el Espíritu divino (Jn 2, 19-21);

a los discípulos se lo habías dicho claramente:

no os dejaré huérfanos, volveré a vosotros;

dentro de poco el mundo no me verá;

pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo.

Entoncessabréis que yo estoy en mi Padre,

y vosotros en mí y yo en vosotros” (Jn 14, 18-20).

La eucaristía es ya “nueva creación”:

una presencia “que viene del cielo” y nos abraza en el Amor;

nos enamora de tu proyecto y nos ayuda a realizarlo;

tu vida nos hace vivir en tu Espíritu de amor:

Como yo os he amado, amaos también unos a otros .

En esto conocerán todos que sois discípulos míos:

si os amáis unos a otros” (Jn 13, 34-35; 15, 12.17).

Tu presencia gloriosa intima tu pretensión de realizar el Reino:

de sentirnos pueblo del Dios Padre-Madre;

de enjugar las lágrimas de nuestros ojos;

de trabajar por un mundo verdaderamente humano.

Este es el sacramento de nuestra fe:

tu presencia plenamente realizada;

anunciamos tu trabajo hasta la muerte;

proclamamos tu vida plena, tu resurrección.

¡Ven, Señor Jesús, y llénanos de tu Espíritu!

Preces de los Fieles (D. 5º Pascua C 2ª Lect. (19.05.2019): La eucaristía anticipa la alegría plena

La eucaristía, decimos, es el sacramento de nuestra fe: porque en la eucaristía se expresa y sea realiza el amor pleno que tiene Jesús a la humanidad. Aquí recibimos siempre el deseo más grande de Jesús, su “mandato nuevo”: “amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 13,34). Esa es la gloria de Dios y de Jesús (Jn 13,31). Pidamos participar de verdad diciendo:¡Ven, Señor Jesús!

Por toda la Iglesia:

- que sus comunidades sean signo eficaz del amor de Jesús;

- que nuestra gloria sea el respeto y el cuidado de la vida.

Roguemos al Señor:¡Ven, Señor Jesús!

Por la celebración de la eucaristía:

- que exprese la fraternidad y la colaboración;

- que todos comulguemos en amor fraterno.

Roguemos al Señor:¡Ven, Señor Jesús!

Por las intenciones del Papa (mayo 2019):

- que “la Iglesia en África sea fermento de unidad entre los pueblos”;

- que “el compromiso de sus miembros sea signo de esperanza para este continente”.

Roguemos al Señor:¡Ven, Señor Jesús!

Por quienes cuidan del bien común (los políticos):

- que pongan su empeño y honor en mejorar la vida de todos;

- que tengan vocación: sepan trabajar y actuar con honradez.

Roguemos al Señor:¡Ven, Señor Jesús!

Por las personas más débiles:

- que les abramos el corazón y nuestra eucaristía;

- que se dejen llevar por el Espíritu de Jesús y amen a todos.

Roguemos al Señor:¡Ven, Señor Jesús!

Por esta celebración:

- que seamos conscientes de la presencia resucitada de Jesús;

- que oigamos su deseo más ardiente: “amaos unos a otros...”.

Roguemos al Señor:¡Ven, Señor Jesús!

Graba, Señor, en nuestro corazón el distintivo de nuestra comunidad: el amor. Es tu verdad más clara: “amar es la ley fundamental de la perfección humana, y, por tanto, de la transformación del mundo... Abrir a todos el camino del amor y el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal no es cosa inútil” (GS 38). Que la comunión de hoy nos ayude a trabajar contigo por los siglos de los siglos.

Amén.

Leganés (Madrid), mayo 2019.

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