“La Divina Providencia concede las dotes necesarias y ayuda con su gracia a los elegidos divinamente a participar en el sacerdocio jerárquico” (OT 2) El ministerio eclesial no exige celibato

Domingo 16º C TO 2ª Lect. (21.07.2019)

Dios “hace”servidores idóneos de la Iglesia a casados y a solteros

Comentario:Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros(Col 1, 24-28)

Evangelizar implica la cruz del amor

El apóstol comparte los padecimientos de Cristo mientras forma el grupo que vive en Amor y al que deja su pasión por el Reino. Esos “padecimientos” son la “gloria” de la Iglesia (Ef 3,13): “Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros; así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia,de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargoque me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, el misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo” (Col 1, 24-28). 

Signos principales de la vocación ministerial: capacidad y amor pastoral

Palabra de Dios”, “misterio escondido”, “Cristo en vosotros”, “esperanza de la gloria”, “hombre perfecto en Cristo”, son la Buena Noticia, la salvación que trae Jesús, el Reino, la utopía del amor del Creador manifestada por Jesús. Pablo siente que Dios le ha dado el encargo “de llevar a plenitud la palabra de Dios”. De ahí deduce: “me ha nombrado servidor” (diácono) de la Iglesia. Quizá no sea muy acertada la palabra “nombrar” para traducir el término “eguenómen” (aoristo de guínomai: llegar a ser, ser hecho...). Así hay que plantear las vocaciones ministeriales. Capacidad y amor pastoral según el Espíritu de Jesús son los signos principales de la vocación o elección divina. A esos signos deben atenerse las comunidades eclesiales para elegir a sus servidores.

El celibato no entra en la “idoneidad divina” del ministerio eclesial

Decreto del Vaticano II “Sobre la Formación Sacerdotal”:

“el deber de fomentar las vocaciones pertenece a toda la comunidad cristiana... Esta conspiración activa para fomentar las vocaciones de todo el pueblo de Dios responde a la acción de la Divina Providencia que concede las dotes necesarias y ayuda con su gracia a los elegidos divinamente a participar en el sacerdocio jerárquico, mientras confía a los legítimos ministros de la Iglesia que, reconocida la idoneidad, a los candidatos que hayan pedido tan gran servicio con recta intención y plena libertad, comprobados, los llamen y los consagren con el sello del Espíritu Santo al culto de Dios y servicio de la Iglesia” (OT 2). 

“Llamar y consagrar” al ministerio solo a varones célibes obliga a Dios a “conceder idoneidad” solo a varones solteros. Eso es “tentar a Dios”. En eso cae la Iglesia. Vincular ministerio y celibato obligatoriamente no es evangélico, no es obra del Espíritu divino.

Oración:Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros(Col 1, 24-28)

Jesús, hombre perfecto, acabado, logrado, resucitado:

admiramos hoy a un ministro de tu Iglesia, a Pablo;

nombrado por Dios”, apasionado por tu mismo amor;

sufriendo por las comunidades como tú por tu pueblo.

Tu Espíritu le guía a proclamar el Evangelio:

se siente copartícipe de tus fatigas y tribulaciones;

así completaen su carne lo que falta a tus padecimientos,

en favor de tu cuerpo que es la Iglesia” (v. 24):

“padecimientos” a causa de quienes cortaron tu vida tempranamente;

“padecimientos” que lleva consigo el Reino en todo tiempo y lugar;

“padecimientos” de tu “cuerpo, la Iglesia, nosotros”, testigos del Amor del Padre;

“padecimientos” de los educadores y servidores de las comunidades...

Contemplamos la alegría de Pablo al sufrir por el Evangelio:

el mismo Pablo pide a los cristianos de Éfeso: 

no os desaniméis ante lo que sufro por vosotros,

pues redunda en gloria vuestra” (Ef 3,13).

Sigue el camino de los primeros testigos de tu Amor:

salieron del Sanedrín contentos de haber merecido

aquel ultraje por el Nombre” (He 5,41).

Hoy siguen los “padecimientos apostólicos” por Reino:

- “padecimientos” en el interior de las comunidades:

sometidas a la letra de la Ley, a la rutina sin alma;

dominadas por el peso de la culpa y el miedo a la muerte;

sujetas a la coacción, al silencio, al pensamiento único

de responsables sin respeto al Espíritu;

- “padecimientos” sobrevenidos por el despotismo histórico:

destacan los venidos por el celibato en la Iglesia latina:

¡cuánto sufrimiento, cuántos escándalos, cuántos hijos desprotegidos,

cuántas mujeres invisibles, cuántos destierros impuestos,

cuántos vicios “contra naturam” (Lateranense III año 1179, canon 11);

cuántos abusos “con impúberes de cualquier sexo”...

Señor, no encontramos cómo superar estos padecimientos:

la Iglesia persa lo superó en el siglo V (concilio de Beth Edraï 486):

esta ley es “tradición nociva, gastada, a la que debían poner fin los pastores”;

los “servidores” occidentales aún creen valiosa esta ley;

es verdad que el celibato por el Reino produce muchos bienes,

pero también es verdad lo contrario: produce muchos males.

Frente a la libertad evangélica:

piden a Dios que solo “haga ministros” a varones solteros;

no ven ningún signo de Dios en la carestía de presbíteros célibes;

no “llaman” ni “consagran” a los que “Dios ha nombrado servidores,

conforme al encargoque les ha sido encomendado” (Col 1,25);

ponen primero su exigencia, por encima de la “acción de Dios”.

Jesús, hombre perfecto, acabado, logrado, resucitado:

ayúdanos a crecer “en tu misma imagen, con esplendor creciente,

por la acción de tu Espíritu” (2Cor  3, 18);

que “los encargados del ministerio por la misericordia divina obtenida,

no se acobarden, al contrario, renuncien a la clandestinidad vergonzante,

no actuando con intrigas ni falseando la palabra de Dios;

sino que, manifestando la verdad, se recomienden

a la conciencia de todo el mundo delante de Dios” (2Cor 4, 1-2). 

Preces de los Fieles (D. 16º TO C 21.07.2019): por el ministerio apostólico

Como Pablo, todoservidor eclesial puede decir: “Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargoque me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios” (Col 1, 25). Es el “amor pastoral”: pasión por el anuncio completo del Evangelio, el cuidado de los sacramentos, la fraternidad. Digamos: “Fortalece, Señor, a los que se hacen cargo de nosotros por Ti (1Tes 5, 12-13).

Por el Papa Francisco, obispo de Roma, sucesor de Pedro:

- que presida y coordine a sus hermanos obispos en tu mismo amor; 

- que tenga valor para apoyar lo que el Espíritu dice hoy a la Iglesia.

Roguemos al Señor: “Fortalece, Señor, a los que se hacen cargo de nosotros por Ti”.

Por los obispos y sus “colaboradores necesarios”, los presbíteros:

- que presidan una porción de la Iglesia, llevados por tu mismo Espíritu; 

- que anuncien tu Buena Noticia a los pobres y eviten toda vanidad (PO 17).

Roguemos al Señor:“Fortalece, Señor, a los que se hacen cargo de nosotros por Ti”.

Por los diáconos, que participan también del sacramento del Orden:

- que el amor de Jesús guíe su vida de servicio a la comunidad; 

- que su servicio y compañía sean memoria de tu vida.

Roguemos al Señor:“Fortalece, Señor, a los que se hacen cargo de nosotros por Ti”.

Por el respeto a las vocaciones:

- que no exijamos más que Jesús para ser “ministros de la Iglesia”; 

- que se “llame y consagre” a quienes Dios ha dado el amor pastoral de Cristo.

Roguemos al Señor:“Fortalece, Señor, a los que se hacen cargo de nosotros por Ti”.

Por el cambio de la ley del celibato:

- que los dirigentes de la Iglesia vuelvan al evangelio de la libertad;

- que celebremos gozosos el celibato opcional en toda la Iglesia.

Roguemos al Señor:“Fortalece, Señor, a los que se hacen cargo de nosotros por Ti”.

Por los responsables de nuestra comunidad:

- que “apreciemos aquienes cuidan de nosotros por el Señor y nos amonestan”; 

- que “les mostremos toda estima y amor por su trabajo” (1Tes 5,12-13).

Roguemos al Señor:“Fortalece, Señor, a los que se hacen cargo de nosotros por Ti”.

Acepta, Señor, nuestros deseos. Suscita las vocaciones necesarias en comunidades eclesiales. Cuenta, Señor, con nuestra colaboración para que tu evangelio llegue a todos los rincones del mundo. Sabemos que la fuerza de tu Espíritu nos acompaña a ser fieles como tú, Jesús resucitado, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, julio 2019

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