La obligatoriedad del celibato no ha sido una bendición “El peor efecto de la obligatoriedad del celibato es que ha deformado la mentalidad de los clérigos” respecto del matrimonio y de la mujer

Hablemos claro sobre la ley del celibato (8)

¡Cuánto sufrimiento, cuántos escándalos, cuántos hijos desprotegidos, cuántas mujeres invisibles, cuántos destierros impuestos, cuántos vicios “contra naturam” (Lateranense III año 1179, canon 11), cuántos abusos “con impúberes de cualquier sexo” (Instrucción 9 junio 1922)...! Pero, hasta ahora, ha sido más fuerte la imposición tiránica que la libertad evangélica. Pidamos al Espíritu Santo que brille el esplendor de la libertad y la gracia.

Desde los tiempos en que se impuso la ley de la continencia (Papa Siricio, 384-399, a finales del s. IV), viene creciendo el desprecio de la mujer. Hasta María, la madre de Jesús, se vio salpicada y lo compartió con su género (San Bernardo). Basta leer estos testimonios de personajes, eminentes en algunos aspectos de la Iglesia y de la cultura:

- San Gregorio el Grande (540-604; sexagésimo cuarto papa de la Iglesia; uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia latina): “La mujer tiene el veneno del áspid, la maldad del dragón... Todo deseo sexual es malo en sí mismo”.

- San Juan Damasceno (675-749; teólogo sirio, doctor de la Iglesia, llamado "Orador de Oro" por su elocuencia, considerado un gran profeta de la Iglesia del Este: “La mujer es la hija de la falsedad, un centinela del infierno; por ella Adán perdió el Paraíso”.

- San Gregorio VII (1020-1085; papa n.º 157 de la Iglesia católica): “Los sacerdotes [deben] escapar de las garras de sus esposas”.

- Urbano II (1042-1099; papa n.º 159 de la Iglesia católica, predicador de la Primera Cruzada (1096-1099) para la recuperación de Tierra Santa): “permitió vender a las esposas de los sacerdotes como esclavas y que se abandone a sus hijos”.

- Concilio VIII de Toledo (653)): “Algunos sacerdotes se contaminan con el inmundo y execrable contacto de sus esposas; las cómplices en este pecado torpe serán separadas y vendidas, para que quede cerrada la posibilidad de volver a sus compañeros de crimen”.

- San Bernardo de Claraval (1090-1153; siendo gran devoto de María): Niega que María fuera Inmaculada, porque, al ser engendrada con placer, era imposible que recibiera el estado de gracia en su concepción.

- San Antonio de Padua (1195-1231): “La mujer es el brazo del demonio, su voz es el silbido de la serpiente”.

- Santo Tomás de Aquino (1225-1274): “La unión matrimonial y la del fornicario son de la misma especie”.

- La encíclica Casti connubii (1930) de Pío XI: siguiendo esta mentalidad propone “las mutuas relaciones de familiaridad entre los cónyuges deben estar adornadas con la nota de castidad... Esta que llama, con mucha propiedad, San Agustín, fidelidad en la castidad.. «que el varón y la mujer estén unidos por cierto amor santo, puro, singular; que no se amen como adúlteros, sino como Cristo amó a la Iglesia...».

- San Juan Pablo II (Papa de la Iglesia desde 1978 a 2005): “Uno puede mirar a la propia esposa con ojos adúlteros”.

La sexualidad femenina bajo sospecha en el parto y fuera del parto:

  • “Purificación post partum”: la impureza de la mujer, recibida del judaísmo, se transmite en la relación sexual. Durante siglos se impuso una reconciliación, llamada “purificación , en la Iglesia, para limpiar su pecado de placer en la concepción. Se la impedía entrar en el templo hasta no recibir esta purificación ritual.
  • La menstruación: “tan gran desarreglo es testimonio de  un pecado” (San Agustín). El Papa San Gregorio Magno alaba a la mujer que durante el periodo menstrual no se acerca a la comunión. A algunas que lo decían se les negaba la comunión. Esta fue una causa determinante de la supresión del diaconado de la mujer, existente casi todo el primer milenio. Teodoro Balsamón (famoso jurista bizantino del siglo XII; autor de los 'escolios' Scholia, sobre el año 1170) atestigua: “Las diaconisas tenían acceso al altar. Pero, reparando en su impureza mensual, se les excluyó del culto y del ministerio del altar”.

Las enmiendas al Decreto PO 16 del Vaticano II, solicitadas y rechazadas, muestran la deformación propiciada por el celibato (José Luis Martín Descalzo: Un periodista en el Concilio, editorial PPC 1966. Tomo IV, pp. 500-505):

- Enmienda: Dígase que “por esa perfecta victoria del espíritu sobre la carne, los sacerdotes perciben más fácilmente las cosas espirituales”.

- Respuesta: La enmienda no puede admitirse, pues la más fácil percepción de las cosas espirituales es fruto de la castidad como tal y no del celibato.

El celibato “no hace más querido de Dios”:

- Enmienda: Escríbase que por el celibato los sacerdotes “se hacen más queridos de Dios, amador de la castidad”.

- Respuesta: Lo que hace más querido a Dios es el grado superior de caridad, que puede tenerse también en el matrimonio, como es evidente.

La Eucaristía no exige celibato ni la vida conyugal “mancha” a los casados:

- Enmienda: Dígase que el celibato conviene porque los sacerdotes ofrecen “el sacrificio del Cordero inmaculado”.

- Respuesta: La enmienda no se admite, pues parece insinuar que el sacrificio de la Misa no pudiera ofrecerse con dignidad más que por los que guardan el celibato. Y la alusión al “Cordero inmaculado” que solo podría ofrecerse por célibes parece suponer que la vida conyugal “manchase” a los casados, cosa que no puede admitirse.

La mente clerical es víctima de la obligatoriedad del celibato. Es la tesis del comentarista “Sota de Bastos”: “el peor efecto de la obligatoriedad del celibato es que ha deformado la mentalidad de los clérigos, creando en ellos una obsesión en contra del sexo y el matrimonio. Es obvio que los clérigos son unas bonísimas personas, que dejan todo para servir a Dios y los hombres. Pero, como no son ángeles y tienen un subconsciente, en su subconsciente reina una gran frustración que lleva a que hagan lo posible para poner obstáculos en el camino de los que disfrutan de lo que ellos se han autoprohibido. A lo largo de la historia de la Iglesia, conforme se iba imponiendo el celibato, ellos han ido estrechando las prohibiciones contra el sexo y el matrimonio, lo que culminó en la Humanae Vitae, que equivale a cuasiprohibir el sexo dentro del matrimonio. El resultado ha sido devastador: ha expulsado de la Iglesia a gran cantidad de fieles, ha fomentado el ateísmo en los que no entienden cómo Dios puede ser tan cruel. Produciría espanto si reprodujese aquí todas las barbaridades que se dicen en los ejercicios espirituales acerca del sexo, acompañadas de terroríficas amenazas en las que se recurre continuamente al infierno. Una muestra de lo mismo es , en contraste con lo anterior, la anchísima manga de la Iglesia en todas las demás cuestiones que implican la gravísimas injusticias en todos los demás aspectos (RD. Comentario mi Blog 17.06.2023).

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