“El papa quiere constreñir a los hombres de manera violenta a vivir como ángeles, negando el camino habitual de la naturaleza; habría dejado libre salida para la fornicación y para la inmundicia” La psicología y sociología muestran la impostura del celibato

El celibato no “caracteriza ni singulariza” el sacerdocio católico (III)

Sigo comentando el artículo de P. Royannais: “El incumplimiento de la castidad eclesiástica no es un asunto de faltas personales: es sistémico” (RD 10.02.2024).

Escribe Patrick Royannais:

“Para expresar el sentido del celibato ministerial, conviene renovar la retórica y responder, además, a la puesta en evidencia del vínculo entre poder, celibato, sexo, clericalismo y abuso como lo establece la sociología contemporánea. No es posible hablar del celibato casto sin aceptar el desafío que este tipo de investigación lanza. Si el celibato es una de las claves del sistema de poder clerical, ¿cómo puede ser evangélico? Si hay que mantenerlo, ¿cómo escapar de las desviaciones de las que es responsable?”.

Desde la psicología y la sociología, los analistas coinciden en que el abuso sexual es un “abuso de poder”. Puede darse en heterosexualidad, homosexualidad u otras formas. La violencia sexual ocurre donde el poder se ejerce sin control personal ni social.

El poder de la Iglesia, en teoría absoluto y jerárquico, se organiza en subsistemas, con poco control, donde es fácil cometer abusos y ocultarlos. El principio de autoridad, en su ejercicio no está bien ordenado ni claro. Empezando por las personas que lo ejercen que, con frecuencia, carecen de competencia personal, con formación muy pobre sobre el manejo de la autoridad y sin control inmediato. En las parroquias no hay nadie a quien quejarse ante un abuso de autoridad del párroco. El cura, en su ámbito parroquial, dispone de un poder absoluto. Similar al obispo en su diócesis. Sus Consejos, si los tienen, son “consultivos”. Ni deciden ni controlan la conducta de sus servidores. Puede verse en el trabajo: los hay que sólo dicen misa, y atienden si se les requiere para algún servicio. Pasan la mayor parte del día desocupados o en actividades ajenas al servicio eclesial. Sigue vivo, en la mentalidad popular, el desiderátum laboral: trabajo de cura, vacaciones de maestro y sueldo de militar.

El clericalismo (poder absoluto del clero) sigue siendo la principal causa del abuso de poder (sexual, de autoridad, manipulación de la conciencia, confianza…) en la Iglesia. Hace años que lo viene denunciando el Papa: “el clericalismo, esa actitud que «no solo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente» [Carta al Cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina 19 marzo 2016]. El clericalismo, favorecido sea por los propios sacerdotes como por los laicos, genera una escisión en el cuerpo eclesial que beneficia y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos. Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo” (Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios sobre los abusos sexuales del clero. 20 agosto 2018).

La psicología coincide en que “el celibato no es causa del abuso, pero sí es factor de riesgo”. Especialmente en personas con disfunciones sexuales. La vida célibe pone en peligro de más desequilibrio a las personas que no dominan bien sus pulsiones más primarias. Si ocurre también en matrimonios (muchos abusos son dentro de la familia), cuánto más en ambientes donde la pulsión no tiene salida alguna razonable.

La psicología actual no acepta los supuestos básicos en los que asientan la obligación del celibato: “la abstinencia sexual es clave para la perfección personal y espiritual” y “es posible practicarla de por vida”.  El concepto de “sublimación” ha sido eliminado por la psicología empírica como regulador de las emociones y pulsiones. Hay bastante consenso en que “los impulsos motivacionales no son sublimables”. “La sexualidad no se satisface dedicando la vida a fines espirituales superiores”. El sentido de la vida y el amor, la dedicación a causas nobles y altruistas, las virtudes y emociones positivas… no surgen de la sublimación de la sexualidad. Nacen por sí mismas del interior personal, fruto de la evolución positiva de la especie humana.

Las teorías de la motivación consideran el impulso sexual una “necesidad fisiológica básica” que responde a la supervivencia personal y de la especie. Impedir satisfacerla logra enardecerla y hacer que se busquen otras formas satisfactorias, usando toda clase de abusos de poder, violencia psíquica o física, y modos varios de encubrimiento. Si la abstinencia se prolonga, se resiente “el funcionamiento físico y psicológico, aun cuando sea voluntaria y la persona tenga un sentido superior para realizarla”.

A la pregunta “¿es posible la abstinencia sexual sostenida en el tiempo?”, la Iglesia responde afirmativamente, justificando su ley celibataria, por la creencia, sin estudio empírico demostrable, de que sus “ordenados” son mayoritariamente continentes. Esta creencia no está acreditada por los estudiosos externos e independientes. Más bien al revés. Se conocen sobre todo los casos de abusos de menores. Pero muchas prácticas sexuales, que no son delito, no han salido a la luz pública. La Iglesia no quiere estudiar empírica y seriamente esta cuestión.

Entre investigaciones libres, sobresalen los estudios del monje benedictino, de Estados Unidos, Richard Sipe (1932-2018), psicoterapeuta, que atendió a muchos clérigos y a personas abusadas por ellos. Durante más de 25 años recogió datos sobre la sexualidad clerical. Escribió seis libros al respecto. Impactaron, sobre todo, “Sexo, sacerdotes y poder: anatomía de una crisis” (Routledge Mental Health, 1995), y “El celibato en crisis: un mundo secreto revisitado” (Brunner-Routledge, Nueva York y Hove 2003). Constató en su país que más de 5.000 sacerdotes habían abusado de menores, aunque sólo unos trescientos terminaron en la cárcel. Sus conclusiones básicas fueron: los abusadores de menores representan solo el 6% del clero. Entre el 80% y el 90% se masturba. El 50% de los sacerdotes practica relaciones sexuales adultas, tanto hetero como homosexuales.  

Otra información que oculta la Iglesia son los hijos de los sacerdotes. Vincent Doyle, psicoterapeuta irlandés, conoció a los 28 años que era hijo del sacerdote que creía ser su padrino. Es fundador de una asociación (Coping International.com), asociada hoy al Vaticano, para apoyo psicológico y pastoral a hijos de sacerdotes. Reconoce que hay, a nivel mundial, bastante más de cuatro mil niños hijos de clérigos.

Sigue, pues, en pie la tesis mayoritaria del clero europeo (s. XI) al imponer Gregorio VII el celibato: “Contra este decreto se levantó improvisamente con violencia todo el grupo de los clérigos afirmando que era él (el papa) herético por cultivar una doctrina absurda. Él ha olvidado la palabra del Señor que dice: `no todos pueden entenderlo sino sólo aquellos a los que les ha sido concedido´. Y el Apóstol: `si no saben vivir en continencia, se casen´. El papa quiere constreñir a los hombres de manera violenta a vivir como ángeles, negando el camino habitual de la naturaleza; habría dejado libre salida para la fornicación y para la inmundicia” (“Annales” de Lamberto de Hersfeld).

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