La Iglesia, aceptando modelos patriarcales, postergó a la mujer en su organización. Eso no cuadra con la cultura actual ni con la vivencia cristiana El cielo restaura la igual dignidad de la mujer (Asunción de María 15 agosto 2022)

Varones y mujeres son uno en Cristo

Comentario: “Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (Lc 1,39-56)

Este relato empalma la vida de Juan Bautista con la de Jesús. No se sabe si el episodio es fruto de la investigación de Lucas (Lc 1,3) o creación literaria propia. Intenta destacar el protagonismo de Jesús que hace saltar de alegría a Juan, aún en el vientre, e inspira a Isabel para reconocerle como “Señor”, ya en camino de nacer. No cuadra con otros textos evangélicos que hablan de la ignorancia de Juan: “¿eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Lc 7,19s; Mt 11,3); “yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel” (Jn 1,31).

María, símbolo de la nueva alianza, cimentada en el Amor, se acerca a Isabel. La presencia de Jesús en María llena de Espíritu santo a Isabel, y le mueve a bendecirla. Recuerda el cántico de Débora y Barac: “Bendita Yael entre las mujeres, la esposa de Jéber, el quenita...” (Jue 5,24), y la bendición del príncipe Ozías a Judit: “Hija, que el Dios altísimo te bendiga entre todas las mujeres de la tierra” (Jdt 13,18). “¡Bendita tú entre las mujeres...”. Expresión del superlativo relativo, inexistente en hebreo: “la más bendita”. Se entiende que el sujeto de la bendición es Dios. “Bendito el fruto de tu vientre!”: expresa la gran dignidad de la madre, realizada al tener hijos.

Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá”. Es la primera bienaventuranza evangélica. Lo que el Señor le ha dicho es que Jesús, su hijo, será “hijo del Altísimo”. María reacciona exponiendo un resumen de su espiritualidad, que coincide básicamente con las bienaventuranzas de Jesús. Proclama la grandeza divina, que es Amor “salvador”. Amor que mira la “humildad-pequeñez”, levanta a los humildes, colma de bienes a los hambrientos. A los poderosos y ricos los destrona de su pedestal, desenmascarando la deshumanidad que tienen. Sólo el Amor humaniza, libera, iguala...

María es “asunta” o “asumida” por Dios, recibida en la Vida. Ser “asunta” no evita la muerte. Pablo recuerda que “todos seremos transformados..., nos revestiremos de inmortalidad..., se cumplirá la Escritura: `la muerte ha sido absorbida en la victoria´...” (1Cor 15, 51-54).  La tumba de la Madre de Jesús está acreditada en Jerusalén, junto al torrente Cedrón. Su sepultura en Éfeso no tiene base histórica. En Jerusalén veneraron su memoria los judeo-cristianos, a cuya iglesia perteneció. Los cristianos procedentes del paganismo no conocían a María personalmente, y concibieron una “madre virgen” en abstracto. Los primeros peregrinos a Jerusalén no visitan la tumba de María, porque estaba en manos de judeo-cristiano. Más tarde, cuando desaparecen, se visita el lugar de la “Dormición” de María, su muerte para la Vida (A. Álvarez: María de Nazaret. Visión bíblica Actual, Nueva Utopía, Madrid 2012).

María es icono de la Iglesia glorificada. Pío XII, al proclamar esta enseñanza en 1950, escribía: “Lo esencial del mensaje es reavivar la esperanza en la propia resurrección”. Varones y mujeres son uno en Cristo: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,26-28). La Iglesia, aceptando modelos patriarcales, postergó a la mujer en su organización. Eso no cuadra con la cultura actual ni con la vivencia cristiana: “A las mujeres que vivieron con Jesús, a las que ocuparon cargos de responsabilidad en la comunidad primitiva y a todas las que han descubierto en su vida el Amor de Dios y han creído en él, su experiencia les hace ser conscientes de la divergencia entre sus vivencias, su reflexión, su fe, su relación con el Jesús liberador y con el Dios de Jesús, y lo que, en nombre de Dios, les han dicho los varones. Esto les ha llevado a decir `esto no puede ser de Dios, esto es cuestión de los varones, este estado de cosas no puede ser voluntad del Dios de Jesús, sino una construcción social, una ideología de género (masculino)´” (Marta Zubía Guinea. Asociación de Teólogas. Universidad Deusto. Bilbao. IGLESIA VIVA. Nº 239, julio-septiembre 2009, p. 50-52).

Oración: “Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (Lc 1,39-56)

Jesús glorificado y glorificador:

celebramos hoy la incorporación de María a tu gloria;

la “bienaventurada porque ha creído” llega a la plenitud;

“hoy ha sido llevada al cielo la Virgen, Madre de Dios;

ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada;

ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, peregrino en la tierra” (Prefacio de hoy).

Nos alegramos con ella y hacemos nuestro su cántico:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humildad de su esclava”.

Mirar “la pequeñez” es propiodel Amor:

Amor siempre digno de proclamar y agradecer;

porque “dispersa a los soberbios de corazón

y enaltece a los humildes”;

porque “a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos”;

porque “su misericordia llega a sus fieles...”. 

Hoy celebramos la coronación de tu madre:

vida como la tuya, humana, imagen y semejanza de Dios;

“figura erguida” hacia el cielo en cuerpo y alma;

ser “creado creador” para cuidar y desarrollar el mundo entero;

“varón y hembra, un solo ser humano” comunión;

“libertad” para “hacernos semejanza de Dios”. 

Gracias, Jesús, por María, madre de todos:

su vida entregada la llevó a la gloria definitiva;

allí donde restauras la igual dignidad, tan costosa en esta vida:

Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.

Cuantos habéis sido bautizados en Cristo,

os habéis revestido de Cristo.

No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer,

porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,26-28)” (Gál 3,26-28).

Ilumina, Jesús hermano, a tu Iglesia:

para adelantar tu reino en igual dignidad y comunión;

para reconocer iguales derechos a varones y mujeres;

para terminar con “contradicciones tan graves como: 

las mujeres, por el hecho de serlo,

no tienen acceso a todos los estamentos;

no pueden acceder al sacerdocio,

y no por falta de dones del Espíritu

o por falta de capacidad,

sino por su sexo o por sus cualidades “femeninas” (Marta Zubía Guinea. Asociación de Teólogas. Universidad de Deusto. Bilbao. Iglesia Viva, n. 239, julio-septiembre 2009, p. 52).

Ayúdanos, Jesús, a ser imágenes visibles y palpables en tu amor.

Preces de los Fieles (Asunción de María, 15 agosto 2022)

La mujer en Cristo tiene igual dignidad que el varón. Recibe dones del Espíritu y no le falta capacidad de liderazgo. La ley clerical le prohíbe algunos ministerios. Pidamos la reforma de la Iglesia diciendo: “Que todos seamos imágenes tuyas, Señor”.

Por la Iglesia:

- que todos los bautizados se sientan integrados en la misión de Jesús;

- que la mujer no sea discriminada por ser mujer.

Roguemos al Señor: “Que todos seamos imágenes tuyas, Señor”.

Por las intenciones del Papa (Agosto 2022):

- que pequeños y medianos empresarios encuentren medios necesarios;

- que continúen su actividad al servicio de las comunidades en que viven.

Roguemos al Señor: “Que todos seamos imágenes tuyas, Señor”.

Por nuestros políticos:

- que sirvan a todos, no a su propio encumbramiento;

- que dialoguen y encuentren soluciones para el bien común.

Roguemos al Señor: “nuestro tesoro es la fraternidad”.

Por las fiestas de nuestro pueblo:

- que nos hagan más humanos, evitando costumbres salvajes y peligrosas;

- que inciten a la colaboración, diviertan y relajen.

Roguemos al Señor: “nuestro tesoro es la fraternidad”.

Por los más débiles (enfermos, refugiados, parados...):

- que sientan nuestra cercanía y ayuda;

- que se unan y colaboren en la solución de sus problemas.

Roguemos al Señor: “nuestro tesoro es la fraternidad”.

Por esta celebración:

- que nos dé conciencia de igualdad, fraternidad, libertad...;

- que mujeres y hombres compartamos tareas en la iglesia.

Roguemos al Señor: “nuestro tesoro es la fraternidad”.

Señor: que tu madre, María glorificada, signo de igual dignidad de la mujer y el varón, nos anime a cambiar lo que es indigno del bautismo que “nos revistió de ti y nos hizo ser a hombres y mujeres uno en ti” (Gál 3,26-28), que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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