Procesiona al mar en Viernes Santo El Cristo de los marineros y pescadores expulsados de la ciudad

El  Cristo  mediático.
El Cristo mediático.

El Cristo del Salvador se lo llevaron consigo y con él su peculiar Semana Santa Marinera.

La ciudad de Valencia no tiene Semana Santa propia como cualquier otra ciudad.

Cuando los marineros y pescadores fueron expulsados del centro de la ciudad de Valencia y realojados junto al mar, en el Cabanyal, donde levantaron sus estrechas barracas y su ermita, se llevaron consigo una imagen del histórico y antiquísimo Cristo del Salvador, la que siguen venerando con intensidad como uno de sus más preciados tesoros, en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles  que ellos mismos construyeron sobre el ermitorio inicial, uno de cuyos campanarios sirvió de faro mucho tiempo para sus embarcaciones, en los tiempos en que la raya del mar rozaba la fachada del templo.

 Todos los años, en el amanecer de Viernes Santo, los descendientes de aquellos marineros y pescadores llevan al Cristo del Salvador a su playa, la playa del Cabanyal, que nada tiene que ver con la de la Malvarrosa. Lo hacen sin ninguna pompa clerical, sin trono, ni andas, sin ningún boato. Echada la imagen al hombro y rodeada de montón de gente apiñada ajunto a su madero.

 Ya en la arena, el crucificado hace pie sobre ella, y le agradecen sus favores y le rezan sus necesidades, se acuerdan también de quienes murieron en el mar faenando, en cualquier tragedia o tormenta. Una dolorosa con los pies desnudos adentra en el mar una corona de laurel, emotiva ofrenda memorial por quienes quedaron sepultados en él, a quien lo tienen también en un Cristet, imagen más pequeña de la titular, y que va de casa en casa, peregrino, andante, no cautivo por las iglesias y sacristías.

 Con mayor fe regresan a tierra firme todos, abanderados por él, el Cristo del Salvador, el patrón del Cabanyal, fieles a él, pues donde hay patrón no manda marinero. Lo tocan, lo besan, pasan por su imagen pañuelos, caen lágrimas, surgen vivas y plegarias. Es Viernes Santo, Cristo muere, pero en el Cabanyal no está sólo.

 Todo un ejército de voluntades le rodean, siguen, acompañan, se solidarizan, comparten su dolor, su pena, su vida. Están al pie de la cruz, la tienen entre sus brazos y manos. No en balde fueron pescadores, simples pescaderos y marineros, de quienes se sirvió Jesús para hacer su gran revolución. Los marineros del Cabanyal esto lo tienen muy en cuenta, no son los últimos, sino los primeros en bregar, lanzarse mar adentro.

 Tanto impresiona y atrae este Cristo que se ha convertido, sin pretenderlo, en un Cristo mediático, siempre rodeado de cámaras y flashes cuando se asoma por las calles. Y en la playa, en su mar, en el mar de su gente, la atracción mediática se acrecienta y dispara. Las cámaras lo quieren, se deshacen en disparos por retener su imagen, de mirada preciosa y serena, a pesar del dolor de la cruz, los clavos y la corona de espinas. Es el gran Cristo de la Semana Santa Marinera. Y de Valencia, que sigue sin Semana Santa a lo grande como en cualquier otra ciudad española y le salva esta carencia la Marinera. Al expulsar a pescadores y marineros para acometer las grandes reformas urbanísticas, expulsaron también su Cristología, su Semana Santa propia, la manera de entender y poner a su altura los marineros a Cristo.

 Me cupo el honor –nunca lo agradeceré bastante- , como lo toca, cómo lo tocaun año de haber sido nombrado Hermano Mayor Honorario de la Hermandad del cristo del Salvador y llevarlo en mis brazos, procesionar con él. Fue emocionante y ví de cerca cómo lo mira la gente, cómo lo besa, como lo toca, cómo se emociona. Eran los sentimientos hacia él pura energía, electricidad desbordante. Era todo un poema cristológico lo que suscitaba su imagen por las calles de la carrera de la procesión. Una procesión, su ida y vuelta a la playa, sencilla y austera,  me pareció la más llana y sincera, más emotiva, más de verdad y natural,  menos impostadas, que muchas que he visto, contemplado y vivido.

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