"Murió silenciosamente, de manera humilde, como fue su vida" José Moreno Just, el santo cura de Ars valenciano

José Moreno Just, el  santo cura de Ars valenciano
José Moreno Just, el santo cura de Ars valenciano

Muy humano, se entendía bien con tiros y troyanos. Atraía y electrizaba a los más increyentes, a los más alejados, Fue siempre pastor de ovejas y de las periferias, adelantándose en décadas a lo que quiere el Papa Francisco.

Murió silenciosamente, de manera humilde y silenciosa, como fue su vida. Murió rápido, con la misión cumplida y las manos llenas de bendición. De él escribí en varias ocasiones que era de los curas que creían en Dios, de gran fe y múltiples obras, con fama de santo.  Muy humano, se entendía bien con tiros y troyanos. Atraía y electrizaba a los más increyentes, a los más alejados, Fue siempre pastor de ovejas y de las periferias, adelantándose en décadas a lo que quiere el Papa Francisco.

Se indispuso la tarde del domingo, la familia le llevó al hospital de Gandía y a las pocas horas fallecía. Su adiós fue discreto, silencioso, rápido, casi sin enterarse él, ni nadie. Él a quien siempre acudía cualquier persona, no quiso incomodar a nadie nunca , tampoco en sus últimas horas.

Nació en la Font d´Encarrós, pueblo que llevó siempre en su corazón. Encaminó sus pasos al Seminario muy joven y fue ordenado sacerdote. Era pastor de ovejas, para nada académico, simple y sencillo pastor de almas, fueran quienes fueran, puro Evangelio, vivía para el Evangelio, dándolo todo. Si alguien necesitaba unos zapatos se quitaba los suyos y se los daba. Se preocupó mucho de las vocaciones sacerdotales. Bastantes curas le deben a él, en todos los sentidos,  su ministerio.

Los pueblos por donde pasó en misión pastoral le guardan cariñoso recuerdo. En Tuéjar le dedicaron una calle. En Cheste le hicieron Hijo Adoptivo. Hace medio siglo, en Tuéjar -donde le conocí en los campamentos del nacimiento del río Tuéjar-  sus Seiscientos era la ambulancia del pueblo día y noche. Lo suyo no eran las sacristías ni los despachos, sino las personas. Con su sencillez y afecto, su profunda fe, se ganaba a todos, especialmente a los más reticentes. En Tuéjar, además de por las personas, peleó mucho por su hermoso templo, consiguió que lo declararan monumento nacional, y hoy está siendo ya restaurado.

Para Cheste, su último destino, también fue una generosa bendición de Dios. Cuando los curas dejaron de ir a por los muertos a sus casas y llevarlos al cementerio, él siguió con la antigua tradición y costumbre, obra de misericordia es enterrarlos. Lo suyo eran las obras de misericordia y las bienaventuranzas. No necesitaba más en el ejercicio pastoral.  Aquí su otra gran pasión era la Virgen de la Soledad Gloriosa. Logró que se restaurara las Sargas de la Pasión e importantes obras de restauración del templo parroquial, también monumento nacional. Las goteras las resolvió avergonzando a los políticos cubriendo el tejado de la iglesia con plásticos. Últimamente estaba con la preocupación de encontrar una foto antigua del retablo del altar mayor de Cheste antes de su deterioro en la pasada guerra civil, nunca me dijo porque, pero no me extrañaría que quisiera restaurarlo a sus expensas como ofrenda de su paso por Cheste. Desgraciadamente, me dicen, mucho de lo que hizo pastoralmente en Cheste lo está difuminando o dilapidando el clérigo que la rige ahora.

La última vez que le ví y que hablamos fue el 24 de febrero en Llutxent, en la fiesta del Milagro de los Corporales, pueblo al que, ya jubilado, acudía con frecuencia a ayudar o sustituir. Le llevé mi último libro sobre san Vicente. Estuvo afectuoso como siempre, detallista, pendiente de que todo saliera bien, explicándolo todo. Continuamente llamaba a familias de Tuéjar o Cheste que sabía que estaban con problemas de cualquier tipo para llevarles su palabra de aliento y su ayuda

Era muy humano, y por ello también santo, me gustaba, cuando escribía o hablaba de él, llamarle el santo cura de Ars valenciano. En vida tenía fama de santidad, de persona humanamente maravilosa, nada beato ni mojigato, su norma pura y simple era el Evangelio, arma que vencía cualquier obstáculo o indiferencia a su paso o cargo. Fue excepcional con su simpleza y sencillez, ejemplo claro de lo que debería ser un cura. Rara avis en la clerecía. Hoy está ya en el Paraíso, los ángeles se lo llevaron de seguida, sin trámites ni burocracia. Silenciosa, discretamente.

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