Baltasar Bueno La Palabra en tiempos de virus

BALTASAR BUENO
BALTASAR BUENO

Es evidente que  a los jóvenes sacerdotes, que son más conocedores del mundo actual, más contextualizados con la sociedad de su entorno,  que los mayores, están sabiendo aplicar las nuevas herramientas tecnológicas de comunicación a su condición de profetas seducidos por la Palabra de Dios

Un tiempo propicio y silencioso la de esta Cuaresma, Pasión y Semana Santa para hacer llegar más allá de las puertas de nuestras vacías Iglesias la Palabra de Dios germinadora.

Tengo en mi lista de Facebook un nutrido grupo de sacerdotes jóvenes –para nada funcionarios- que rápidamente se han reinventado al verse obligados a cerrar las puertas de sus templos por la pandemia del coronavirus. He ido recorriendo una a una sus ventanas en el sistema y he visto que casi todos se han repensado y reprogramado continuando su labor a través de las nuevas tecnologías, muy a pesar de que en nuestros seminarios tridentinos no se enseña, ni se les prepara, para utilizar estas nuevas herramientas de Evangelización.

 Sus Parroquias son también digitales, las puertas de la Casa Abadía y del Templo están abiertas de par en par en Internet. En el mundo presente y en el del futuro, quien no está en internet, al alcance de todo y todos, no existe. Los jóvenes presbíteros ofrecen las Misas, celebraciones religiosas, charlas, conferencias, cursillos,… de sus Parroquias por YouTube con el escepticismo de sus compañeros de mucha más edad.

 La clerecía en su conjunta aún no ha valorado en toda importancia y eficacia el fenómeno de las nuevas tecnologías de la comunicación. Si dispusieran de ellas, en estos días de coronavirus les iría de maravilla, también en tiempos de fuera de epidemia, porque sirven para llegar todas las personas y hogares, a la periferia.

 En la Diócesis de Valencia, hace más de medio siglo, un sacerdote ya fallecido, Juan Friedland Prats, fue un profeta visionario de la importancia de los medios de comunicación social para la Iglesia. En la sacristía de su Parroquia del pueblo de Planes, montó una emisora de radio parroquial, fue la primera que la Iglesia tuvo en España. A donde le trasladaban, volvía a montar emisora de radio. La que hizo en Alzira fue un exitazo popular, pastoral y comercial. Y la de Castellar, más aún. Estas fueron las primeras semillas de la cadena de Radio Popular, luego COPE. Más tarde inventó por su cuenta, sin permio de nadie Televisión Diocesana en su Parroquia de Benicalap, cuando ni siquiera existían las televisiones privadas en este país.

Las nuevas tecnología con la Evangelización
Las nuevas tecnología con la Evangelización

 Como todos los profetas bíblicos, Juan Friedland, a quien conocí bien y con el que colaboré, acabó mal, marginado, arrinconado y olvidado. Desde la Curia de la época le hicieron la vida imposible. Creían que eran ocurrencias y extravagancias bohemias lo de la televisión. Su último cargo pastoral fue el de adscrito a una parroquia de la capital. Para sobrevivir y poder comer tocaba el órgano electrónico en bailes y verbenas, música sabía un montón desde el seminario, su madre, rusa, era pianista y le enseñó.

 Con el paso de los años, la Iglesia ahora desespera por tener una red de televisiones propias, una cadena que en ocasiones está siendo más política –del PP- que Evangelizadora. Unas emisoras que, además, invierten horas y horas con películas del Oeste americano con cantidad de tiros y muertos a la espalda. Sin que encuentren en su brújula la E del Evangelio. Otro tanto muchas veces les pasa a sus emisoras de radio.

 Su dinámica de comunicación adolece de la gran dinámica comunicadora de otro profeta, Jeremías, el gran comunicador de los profetas bíblicos.  Jeremías (20, 7-18) violado, forzado, por Dios, no puede callar, no puede silenciar la Palabra de Dios, que está ya en su interior. Jeremías sucumbe ante el poder seductor de Dios, que es arrebatador, que llena y lo desborda todo. No hay nada tan eficaz, transformador y avasallador como el enamoramiento, caer plegado, rendido, ante la seducción de la persona amada. El encantamiento, el enamoramiento, el quedar prendido por alguien arrolla, avasalla, aplana. Ha sucumbido de pleno grado en palabras de Miguel  de Unamuno en su poema cristológico dedicado al Cristo de Velázquez.

Jeremías explica: “…la sentía dentro como fuego ardiente encerrado en los huesos, hacía esfuerzos por contenerla y no podía.” El fuego del volcán, en erupción constante que tenía dentro de él, la fuerza, el vigor, la vitalidad, la energía de la  palabra de Dios, su irresistible seducción, su atracción, su forma de subyugar, de enamorar, le hacía imposible no plegarse a ella, no caer rendido a sus pies. Era material y espiritualmente imposible negarse, resistirse, a transmitir, comunicar o difundir la potencialidad del mensaje.

 La propia palabra de Dios es la fuerza, la fuerza vital, que dinamiza todo, también la vida y actividad del profeta. La fuerza de Dios crea el mundo, lo hace germinar y fecundar, lo hace fértil. Es una fuerza espiritual y física. La fuerza que auxilia al profeta en su debilidad, al hombre en su situación menos favorecida. La fuerza de Dios es el propio espíritu de Yahveh,  el que insufla, que da vida, que anima. El que empuja al profeta a predicar lo que no le gusta, el castigo de su pueblo.

Es evidente que  a los jóvenes sacerdotes, que son más conocedores del mundo actual, más contextualizados con la sociedad de su entorno,  que los mayores, están sabiendo aplicar las nuevas herramientas tecnológicas de comunicación a su condición de profetas seducidos por la Palabra de Dios y no pueden contenerla, y tienen que expandirla, también en tiempos de coronavirus, que, por otra parte, están resultando tiempos de silencio y reflexión, pues, de seguro, todo lo que está ocurriendo lleva a pensar en la fragilidad y vulnerabilidad del ser humano soberbio y empoderado, entretenido e insolidario, para repensarlo y reconvertirlo. Un tiempo propicio y silencioso la de esta Cuaresma, Pasión y Semana Santa para hacer llegar más allá de las puertas de nuestras vacías Iglesias la Palabra de Dios germinadora. La que sembrada, da fruto, vida. Un tiempo de oportunidades el de este coronavirus.

Profeta Jeremías.
Profeta Jeremías.

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