El arzobispo san Juan de Ribera lo rescató para la memoria histórica en el siglo XVI La potente figura de san Vicente Ferrer (S.XIV) hizo oscurecer la del otro Vicente (S. IV), protomártir del cristianismo en Valencia

Martirio del diácono Vicente. Matarana
Martirio del diácono Vicente. Matarana

El joven santo diácono mártir, Vicente, el  más famoso de la Iglesia cristiana de  Europa por la impresión que causó por todas partes su horrendo martirio en tiempos de la Valencia romana y el cristianismo primitivo.

En el siglo XIV, irrumpió en nuestra historia particular el portentoso dominico Pare sant Vicent Ferrer, que encendió los caminos del Reino con su gran popularidad y dejó desde entonces en un segundo plano a san Vicente mártir,

La ciudad de Valencia celebra hoy la fiesta de uno de sus Patrono, el joven diácono oscense Vicentius, martirizado durante una de las persecuciones romanas contra el cristianismo, cuya tortura y asesinato hizo que la Iglesia primitiva se estremeciera. No habrá celebraciones externas, sólo las tradicionales y dentro de los templos, entre ellas la principal en la catedral de Valencia, y las Misas Mozárabe e Hispánica en La Roqueta y santa Catalina.

Los valencianos, tan cargados de historia, somos de memoria muy efímera y dados a las cambiantes modas. Uno de los ejemplos más claros es el poco tributo que le rendimos -apenas unas pocas horas y sólo una vez al año-  al joven santo diácono mártir, Vicente, el  más famoso de la Iglesia cristiana de  Europa por la impresión que causó por todas partes su horrendo martirio en tiempos de la Valencia romana.

Sobrevenida la invasión islámica, durante todo el tiempo de la dominación de los musulmanes, estos respetaron su basílica sepulcral, el cenobio de La Roqueta, por el escrupuloso respeto que ellos en su religión tiene a los santones. De ahí que en este enclave se conservó la fe y el culto cristiano, como custode los restos del más conocido mártir de la Iglesia cristiana valentina. Esta singularidad hizo siempre decir al historiador y canónigo Vicente Castell Maiques que este templo es la “ecclesia mater” valenciana.

Llegaron los cristianos y continuó la veneración por el joven clérigo y el lugar de su sepultura, devoción principal que fue traducida al urbanismo de la ciudad, la calle dedicada a san Vicente mártir es larguísima e importante, mientras que a san Vicente Ferrer se le consignó una diminuta plaza. Luego se trastocó todo, hoy el Monasterio de la Roqueta, centro y atracción de peregrinaciones entró en desgracia, estuvo a punto de ser demolido y aún  hoy está en condiciones de casi total indigencia y pobreza, menos mal que algunos puntales sostienen lo que queda de su antiguo esplendor.

A caballo de los siglos XIV-XV, irrumpió en nuestra historia particular el portentoso dominico Pare sant Vicent Ferrer, que encendió los caminos del Reino con su gran popularidad y dejó desde entonces en un segundo plano a san Vicente mártir, de tal manera que en abril de 1502, el Consell de la Ciutat acordó dedicarle todos los años grandes fiestas y procesión general , olvidándose del otro Vicente.

En 1568, fue nombrado para Valencia el que era arzobispo de Badajoz, Juan de Ribera, que se dedicó a poner en orden toda la Diócesis y una de la cosas que intentó corregir fue el olvido y la desatención con que aquí teníamos a san Vicente mártir por culpa de la potente figura de san Vicente Ferrer tan cercano en el tiempo éste y tan lejano el otro. Maniobró el prelado y logró rescatarlo para la memoria histórica. Recordó a los munícipes, y estos lo asumieron,  “la gran obligacio que te esta Ciutat de solemnizar, y festejar lo dia  y festa del glorios Sant Vicent Martyr, aixi per la sua gran Sanctetat com per aver patit tants y tan grans martyrys en dita ciutat y tenirlo per esta raho per Patro y especial Protector de aquella”.

Instaba el prelado a que al santo mártir se le hiciera fiesta de la misma forma y manera que se le hacía desde casi un siglo antes a san Vicente Ferrer, con todo el boato acostumbrado, lo cual quedó establecido por acuerdo del Consell de la Ciutat de 16 de enero de 1596, donde consta el itinerario que debía cursar la procesión: de la catedral a la casa del sant en La Roqueta, de allí al convento de santa Tecla, a la apella de la plça de la lenya, “lochs on principalment fonch martyrisat”. Apostillaba su acuerdo municipal el Consell de la Ciutat diciendo que lo dispuesto redundara en molt gran servei de nostr Senyor Deu, y yhonra, y gloria del benaventurat Sant”.

La vuelta larga se hizo dos años, luego se acortó la procesión, quedando como ahora en el entorno de la catedral, donde están los lugares martiriales. No obstante se mantuvo el esquema de la procesión religiosa, pero con carácter civil,  hasta la Roqueta en alguna ocasión especial efeméride en que se festejaba el aniversario de la reconquista de Valencia por Jaime I, el 9 de octubre, dia de sant Donís.

A mayor abundamiento, en la Iglesia del Patriarca, el monumento que levantó Juan de Ribera en Valencia para homenajear a la Eucaristía, el pintor Bernardo Mataran plasmó magistralmente frescos con estampas de las vida de san Vicente mártir y san Vicente Ferrer, enormes y bellos como desconocidos por el gran público.

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