Cañizares en la Misa in Coena Domini La humildad verdadera base del ser cristiano

Cardenal Cañizares
Cardenal Cañizares

El Santo Cáliz estuvo expuesto en lugar destacado en el presbiterio, junto al altar mayor, y fue incensado por el cardenal arzobispo.

“Jesús, en la última cena, hizo el cometido propio de los esclavos por nosotros, se dio, rebajó, humilló, se empequeñeció hasta la muerte y muerte de cruz por amor. Su amor no tiene límites. Baja hasta la extrema miseria, lava nuestros pies sucios para que podamos ser admitidos a la mesa de Dios".

“Jesús, en la última cena, hizo el cometido propio de los esclavos por nosotros, se dio, rebajó, humilló, se empequeñeció hasta la muerte y muerte de cruz por amor. Su amor no tiene límites. Baja hasta la extrema miseria, lava nuestros pies sucios para que podamos ser admitidos a la mesa de Dios. Así se revela el misterio de Jesús, dispuesto a enfrentar la muerte. Su amor por nosotros es inagotable, purifica y dignifica”, dio en su homilía de la Misa in Coena Domini celebrada en la catedral de Valencia el cardenal arzobispo Antonio Cañizares.

La Misa la concelebró con diez de los canónigos del Cabildo, a puerta cerrada, siendo cantada la Misa de Angelis. En lugar destacado en el presbiterio se encontraba el Santo Cáliz de la Cena del Señor que desde el siglo conserva la catedral. Estuvo flanqueado por el deán del Cabildo Emilio Aliaga y el Vicario General Vicente Fontestad.

Insistió el prelado en la característica de la humildad que debía impregnar la vida del cristiano, como humilde fue Jesús en su vida, nacido en un establo, comportándose como un trabajador más, predicando entre pecadores y muriendo entre malhechores. “En la últim a cena, no ocupó el puesto de señor, sino de esclavo, del servidor. Nos ha dado ejemplo, hagamos nosotros lo mismo. No podemos encontrar a Cristo si no nos hacemos humildes ante Dios. La humildad es la verdadera base sin la cual no puede existir el ser cristiano”.

“Esa humildad lleva a la verdad en este mundo que se lleva por la apariencia, la imagen, los medios que dominan nuestra época. La humildad es la que reconoce los dones de Dios en nosotros,  que no se doblega a las apariencias ni vive en función de la opinión”, dijo para entrar en la Eucaristía, en la que está Jesús, quien se despojó de su rango y ha venido para purificarnos por su amor, no a condenar sino a perdonar y liberar, a sentarse con nosotros, él no hace acepción de personas, se sienta con pobres y necesitados”, señaló.

“Jesús nos hace el don de sí mismo, el mensaje de su amor, todos quedan convocados a la mesa de la unidad. La entrada en la esfera de su amor sólo podrá ser posible si tenemos los mismos sentimientos de Cristo. Qué maravilla, qué grandeza, en el misterio eucarístico se nos ofrece y se os da el Hijo de Dios”, subrayó y recordó la exigencia de participar coherentemente en la Eucaristía, principio de energía y amor inagotable. “Hoy es un día para felicitarnos y para amarnos”, concluyó.

Hizo referencia a la presencia del Santo Cáliz de la Última Cena en la celebración, dando gracias a Dios por tenerlo en Valencia, sagrada reliquia que incensó al comienzo de la Misa y en el ofertorio. Al final el santísimo fue reservado en la capilla de la Inmaculada, que hace hoy de monumento. Los concelebrantes en el rito de la paz, distanciados en todo momento unos de otros, se hicieron reverencias, sin abrazarse. Sólo asistieron a la Misa las religiosas que atienden el servicio de la catedral. El Santo Cáliz fue devuelto a su capilla también en privado, sin ninguna procesión como se tiene por costumbre. En el momento del gloria se hizo sonar por los sacristanes las campanillas interiores, pero no voltearon las campanas de la torre Micalet que comunican al exterior las celebraciones.

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