Fundadora de las Madres de Desamparados y san José de la Montaña La vida y obra de la Beata Petra de san José será llevada al cine

Camarín donde está enterrada la Madre Petra
Camarín donde está enterrada la Madre Petra

Roma ha aprobado el proyecto de llevar al cine la vida y obra de la Beata Petra de san José, fundadora de las Madres de Desamparados y san José de la Montaña, para lo cual ya se tiene productora y está preparado el guión.

Roma ha aprobado el proyecto de llevar al cine la vida y obra de la Beata Petra de san José, fundadora de las Madres de Desamparados y san José de la Montaña, para lo cual ya se tiene productora y está preparado el guión, según fuentes de la Casa Generalicia de la Orden que está en Valencia, que aseguran que pronto comenzará a realizarse.

La Beata Petra de San José nació el 7 de diciembre de 1845, en el Valle de Abdalajís (Málaga). En el bautismo recibió el nombre de Ana Josefa. Fue la más pequeña de cinco hermanos. Sus padres, José Pérez Reina y María Florido González, la educaron en un ambiente familiar verdaderamente cristiano.  A través de sus escritos, de los testimonios de quienes la conocieron y de la obra que nos dejó, se llega a la conclusión de que poseía una fuerte y magnética personalidad: inteligente, de agudo ingenio, segura de sí, tenaz, afectiva y emotiva, pero equilibrada, muy sensible al dolor ajeno, alegre, sencilla, de simpatía arrolladora, con un claro y coherente proyecto de vida… Cualidades que, luego, se verían dinamizadas y transformadas por el Espíritu de Dios, al que siempre se mantuvo abierta.

Con la firmeza y tenacidad que siempre la caracterizaron, al ver que el camino hacia la Vida Religiosa le estaba vedado, de momento, por la oposición de su padre, decidió vivir su entrega al Señor en su mismo pueblo, dedicándose a la oración y al cuidado de los más necesitados, especialmente de los ancianos abandonados. Su entrega al Señor y su espíritu de servicio los compartió, primeramente, con una joven muy piadosa y caritativa, Josefita Muñoz Castillo, y, más tarde, con Frasquita e Isabel Bravo Muñoz y con Rafaela Conejo Muñoz. Con ellas extendió su acción caritativa hasta el vecino pueblo de Álora.

Una vez muerto su padre, en 1877, la senda hacia la Vida Religiosa queda despejada. Una frase suya, de esta época, condensa muy bien lo que fue, para siempre, la consigna de su vida: Señor, Vos sobre todas las cosas. Por consejo de su confesor, ingresa en la naciente Congregación de las Mercedarias de la Caridad , en 1878. Unos meses más tarde, convencida de que el Señor no la quiere allí, sale de las Mercedarias. Guiada por su confianza en el Señor y por su profundo sentido de fidelidad a la Iglesia , presenta su situación al Obispo de Málaga, D. Manuel Gómez Salazar, que, con palabra profética, pone fin a su incertidumbre y le señala un camino que ella, en su humildad y sencillez, jamás se había planteado: Fundadora de una nueva Familia Religiosa en la Iglesia , las Madres de Desamparados. Lo de Desamparados en referencia a la Patrona de Valencia, pues el Obispo era valenciano. Madre Petra comienza su itinerario de Madre de Desamparados con la emisión de sus Votos temporales, en la Iglesia de San Juan Bautista de Vélez-Málaga, el 2 de febrero de 1881. Su consagración definitiva al Señor tuvo lugar en la Casa de Ronda (Málaga), en el marco incomparable de su bella Iglesia, el 15 de octubre de 1892.

La vida de Madre Petra se caracteriza también por constituir un prodigioso equilibrio entre la contemplación y la acción apostólica. Su amor apasionado a Cristo la lleva a buscarlo, tanto en la soledad y el silencio como en el rostro de los ancianos y niños desamparados. Agotada por su entrega sin límites, por las persecuciones sufridas y por una grave enfermedad, murió a los 60 años, cuando aún se podría haber esperado mucho de ella. Ocurrió en Barcelona, el 16 de agosto de 1906. La fama de santidad de Madre Petra y los muchos favores atribuidos a su intercesión, dan lugar a que se abra en Barcelona, en 1932, el Proceso Diocesano de Beatificación y Canonización. El 14 de junio de 1971 el Papa Pablo VI aprueba sus virtudes heroicas y la declara Venerable. Y, en fecha reciente, el 16 de octubre de 1994, fue beatificada en Roma por Su Santidad Juan Pablo II.

Profanación de los restos

Madre Petra muere el 16 de agosto de 1906, en el Santuario de San José de la Montaña, de Barcelona. Después de estar expuesta, durante los días, a la veneración de las muchas personas que querían rendirle su último homenaje, fue enterrada en el cementerio de Montjuich.

El 5 de noviembre de 1920 sus restos vuelven al Santuario, en donde son venerados por una multitud de fieles que la consideran santa y que piden favores, por su intercesión.

Ante la fama de santidad de Madre Petra y los muchos favores que se le atribuyen, el 23 de febrero de 1932 – en el pontificado de S.S. Pio XI-se inicia, en Barcelona, el Proceso Diocesano de Beatificación y Canonización. El 23 de julio de 1936- en la confusión de los primeros días de la Guerra Civil- las Madres fueron expulsadas del Santuario, que fue saqueado y, en parte, incendiado.

Terminada la guerra, en abril de 1939, al volver las Madres al Santuario, se encuentren con la dolorosa sorpresa de que los restos de Madre Petra habían desaparecido. Sólo quedaban unos trozos quemados del ataúd; por lo que supieron que los restos habían sido destruidos por las llamas. Durante 45 años la Congregación aceptó este hecho con una dolorida resignación.

Una historia insólita

El 19 de febrero de 1981, año del Centenario de la Congregación, una religiosa, Sierva de Jesús, Sor Soledad Díaz, habla con una religiosa de nuestra Comunidad de Zaragoza y le dice que los restos de Madre Petra no fueron quemados, sino robados del Santuario de Barcelona.

En el año 1952, Sor Soledad, recién profesa, está en Valencia. En su misión de cuidar enfermos a domicilio, se encontró con un caso muy difícil: un hombre enfermo que rechazaba sus cuidados y la insultaba.

Sor Soledad persevera en su tarea de ayudar al enfermo y consigue que aquel hombre deponga su actitud de rechazo. Le confiesa que es masón y que, comisionado por su Logia, viajó a Barcelona, en 1936, recién iniciada la Guerra Civil, junto con otros compañeros, con el fin de hacer desaparecer los restos de Madre Petra.

La fama de santidad de Madre Petra -y la devoción que se había suscitado en torno a ella- molestaba vivamente a estos hombres, por lo que decidieron aprovechar la anarquía de los primeros días de la guerra, para acabar con aquella «superstición», según decían ellos. No obstante, no destruyeron los restos, como sería de esperar, sino que los trasladaron de Barcelona a Valencia; y los enterraron, en un campo próximo al pueblo valenciano de Puzol.  Este hombre, arrepentido de su acción, pidió un confesor -precisamente un Padre jesuita que había sido su profesor, en sus años jóvenes- y murió reconciliado con Dios y con la Iglesia. La Madre General y su Consejo decidieron ponerlo todo en manos de la Iglesia, comunicando la noticia al Sr Arzobispo, quien nombra un tribunal eclesiástico para que se encargue de la investigar el caso

Tras dos años y medio largo de investigación, los miembros del Tribunal llegaron a la certeza moral del hecho; ya que, incluso, habían podido contactar con testigos oculares de los hechos, que le llevaron a localizar el campo –en el término de Puzol- e, incluso, a precisar el lugar exacto en que estaban enterrados los restos.

Después de muchas dificultades para comprar el campo, por fin el 25 de abril de 1983 se firmó el contrato, pasando a ser propiedad de la Congregación. El 15 de julio de 1983 fue el día fijado, para proceder a la exhumación de los restos, en el campo próximo a Puzol. La excavación se llevó a cabo en presencia del Sr. Arzobispo de Valencia, de su Secretario, D. Agustín Cortés; de los miembros del Tribunal Eclesiástico; de la Madre General y su Consejo; de los médicos D. Gabriel Soler y D. José Luis Donderis, y del Notario civil de Puzol, D. Virgilio Luis Ruiz Martínez.

Después de una hora y cuarenta y seis minutos, apareció el primer hueso: un radio. En este preciso momento, las campanas del Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Puzol empezaron a repicar, porque, al día siguiente, era el día de la Virgen del Carmen; pero nosotras lo interpretamos como una invitación -de parte de Dios- a la acción de gracias, al gozo y a la fiesta, porque los restos perdidos de Nuestra Fundadora, al fin, habían sido encontrados, después de haber permanecido ocultos, en este lugar, durante 47 años. Poco a poco fueron saliendo todos los huesos, hasta casi completar el esqueleto. La señal identificativa, dejada por los raptores del cuerpo, era una lámina de latón colocada sobre los huesos.

Terminado el trabajo de excavación, el Sr. Arzobispo invitó a todos los presentes a dar gracias a Dios por el regalo que acababa de hacer a la Congregación y a la Iglesia. Los restos exhumados se envolvieron en un lienzo de lino blanco, se colocaron en un arcón y se trasladaron a Valencia, a la Casa Generalicia; en donde, en días sucesivos, los médicos y los miembros del Tribunal Eclesiástico -con la colaboración de un grupo de Madres- realizaron el trabajo de estudio, limpieza y conservación de los mismos.

Una vez preparado un dossier con las actas de todo el trabajo realizado, el estudio médico, las declaraciones de los testigos, el reportaje gráfico, etc. se entregó, en Roma, el 20 de marzo de 1984, al Promotor de la Causa de Beatificación de Madre Petra, el carmelita P. Simeón de la Sagrada Familia. El Sr. Arzobispo de Valencia solicitó a la «Congregación para las Causas de los Santos» que reconociera y declarara la autenticidad de los restos de la entonces Venerable Madre Petra. También pidió la autorización pertinente, para poder inhumarlos en la Casa Generalicia; después de contar con la conformidad, por escrito, del Cardenal Arzobispo de Barcelona Mons. D. Narcís Jubany, en cuya diócesis había muerto Madre Petra y se había incoado su Proceso de Beatificación.

El 11 de mayo de 1984 el Prefecto de la «Congregación para las Causas de los Santos», Cardenal Palazzini, firma el documento en el que se declara que los restos hallados en el campo cercano a Puzol son realmente los restos de la Venerable Madre Petra de San José Pérez Florido, Fundadora de la Congregación de Madres de Desamparados y San José de la Montaña.

El día lo de junio de 1984, solemnidad de Pentecostés, tuvo lugar la ceremonia de inhumación de los restos y la Misa de Acción de Gracias, presididas por D. Miguel Roca Cabanellas, Arzobispo de Valencia, y concelebrada por 3o sacerdotes, entre los que se encontraban los miembros del Tribunal Eclesiástico.

Desde este día, los restos reposan en el Camarín de la Iglesia de San José de la Montaña, a los pies de la imagen del Santo que ella tanto amó y veneró. Desde allí sigue siendo luz, inspiración y aliento, para sus Hijas y para las muchas personas devotas que acuden a ella. La idea es construir una pequeña capilla donde descansaban los restos de Madre Petra, de momento no tenemos los permisos necesarios para este  menester, pero con la ayuda de San José y Madre Petra estamos seguras de conseguirlo.

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