"No son los propagandistas de la institución, sino los vigilantes de la historia menuda" El día del cronista

Una periodista toma notas en su cuaderno
Una periodista toma notas en su cuaderno The Climate Reality Project

En los años recientes ANCOV, la Asociación Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela ha tratado de defender la defenestración que imponen que sean parte del partido de turno. Es una aberración. Ser cronista es un oficio molesto e incómodo a los intereses, económicos, sociales o políticos de los poderosos. Necesitamos hombres y mujeres libres de ataduras, que como todo humano se pueden equivocar, pero provocan la discusión, el discernimiento útil para que tengamos referentes tangibles e intangibles que enriquezcan la identidad integral de nuestras comunidades

El 20 de mayo, fecha natalicia del escritor y hombre público Enrique Bernardo Núñez, valenciano y cronista de la capital, es el día nacional del cronista en Venezuela. Es un noble oficio que no tiene buen cartel en el imaginario criollo, siendo, por otra parte, el representante más genuino de la identidad de una comunidad. Es el responsable, mejor la conciencia viva que custodia, escudriña y defiende la vida cotidiana que va plasmando en tradiciones, en edificaciones o en hechos memorables que corren el peligro de olvidarse, para que no se pierda la memoria y la convicción de que la vida la heredamos y tenemos la obligación de enriquecerla con los instrumentos que nos ofrece la cultura, la tecnología, la ciencia y la creatividad de un pueblo.

La tentación de quienes ejercen el poder es desconocer el pasado y venderse como los auténticos constructores de la felicidad, que, según ellos, es ahora cuando comienza el progreso y el bienestar. La historia nos demuestra con creces que no es así. El pasado no pasa en vano, deja su huella, mejor o peor, pero que incide en las generaciones siguientes. Sirva un ejemplo. Pensar que con borrar las huellas del pasado desaparecen los males es una quimera. Las cárceles en Venezuela han sido, lamentablemente, antros inhumanos. Derribar La Rotunda, Guasina, las mazmorras de la Seguridad Nacional o el Retén de Catia, no significa que desparece la política carcelaria ajena a la dignidad humana. Al contrario, más sofisticada e insensible se construyen nuevos centros de reclusión en condiciones peores. Mejor sería que quedaran en pie y sirvieran de ejemplo a toda la ciudadanía para que los gobernantes no caigan en el mismo infierno.

"Hombres y mujeres enamorados de su terruño, vigías de lo mejor de sus pueblos, con pasión que va más allá de la retribución de diversa índole que le deben los ciudadanos"

En mis largos años de cronista he disfrutado de la amistad y del testimonio de hombres y mujeres enamorados de su terruño, vigías de lo mejor de sus pueblos, con pasión que va más allá de la retribución de diversa índole que le deben los ciudadanos. En la mayor parte de los casos, con recursos mínimos, pero con constancia y paciencia, luchan por lo que es, debe ser, el orgullo de un colectivo. Las virtudes y méritos, los yerros y adefesios, para que lo más genuino se mantenga y enriquezca con el aporte de las nuevas generaciones. 

Vigilantes de la historia menuda

Es un cargo, un oficio, una vocación que tiene un régimen especial. Es vitalicio, no está al servicio de las autoridades de turno. Su misión tiene como primer objetivo, la comunidad, sus anhelos y realizaciones. El centro de su interés es la periferia, es decir, la gente y no cualquiera de los poderes que quiere imponer su parecer. No son los cultores ni los propagandistas de la institución, sino los celosos vigilantes de la historia menuda, la pequeña, que es la que construye la grande, la que hay que cribar entre los aduladores a sueldo y los que, por ideología o intereses bastardos, populistas, la desfiguran.

En los años recientes ANCOV, la Asociación Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela ha tratado de defender la defenestración que imponen que sean parte del partido de turno. Es una aberración. Ser cronista es un oficio molesto e incómodo a los intereses, económicos, sociales o políticos de los poderosos. Necesitamos hombres y mujeres libres de ataduras, que como todo humano se pueden equivocar, pero provocan la discusión, el discernimiento útil para que tengamos referentes tangibles e intangibles que enriquezcan la identidad integral de nuestras comunidades.

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