"Como agua de mayo" Baltazar Porras: "Por la sed de fraternidad, gracias"

Fraternidad
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La carta encíclica del Papa Francisco sobre la fraternidad y la amistad, "Fratelli tutti" es parte de la vida de Jorge Mario Bergoglio

Como hombre de palabra, sus gestos, viajes, escritos y preocupaciones tienen como centro la periferia, la atención a los relegados de la sociedad

Leyendo la encíclica del Papa, me he topado, por azar, con una poesía de Andrés Eloy Blanco, escrita hace noventa años, no sé si estando todavía en las mazmorras de Puerto Cabello o en el confinamiento en Timotes o Valer

Se los ofrezco para la reflexión, viendo que también entre nosotros, en la orilla de enfrente, tenemos actitudes fraternas ante quien sufrió las barbaridades de una dictadura inhumana

Como agua de mayo nos ha caído la carta encíclica del Papa Francisco sobre la fraternidad y la amistad, “Fratelli tutti”. Es parte de la vida de Jorge Mario Bergoglio, pues como latinoamericano del fin del mundo, sacerdote jesuita y obispo en Buenos Aires, ha vivido su condición de hijo de emigrantes, ha palpado los problemas sociales y políticos de la gente de su pueblo, y ha estado muy atento al estudio del pensamiento católico latinoamericano del postconcilio, con la cercanía afectiva y efectiva de los pensadores de la teología del pueblo, versión urbana de la teología de la liberación en sus otras vertientes. Ha sido coherente en su vida sencilla, austera, sin aspavientos, con la suficiente moderación para disfrutar de las posibilidades de las ciencias y la tecnología para la siembra del Evangelio, con gran amplitud, en salida, hacia otras formas religiosas y culturales de su entorno.

Como hombre de palabra, sus gestos, viajes, escritos y preocupaciones tienen como centro la periferia, la atención a los relegados de la sociedad. Basta seguir su trayectoria y su voz en la necesidad de conversión cultural y pastoral de todos, en atender la casa común, nuestro planeta. La pandemia del covid19 pone al descubierto una serie de grietas en el comportamiento de la humanidad, a la vez que aparecen gestos de solidaridad y de entrega, en personas e instituciones que parecían ausentes de los requerimientos de los necesitados.

Al comienzo de la encíclica el Papa hace referencia a San Francisco de Asís, y destaca aspectos resaltantes de su santo tocayo, bajo cuya sombra ha tomado su nombre. Dice, “…de esos consejos quiero destacar uno donde invita a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él». Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite”.

Leyendo la encíclica del Papa, me he topado, por azar, con una poesía de Andrés Eloy Blanco, escrita hace noventa años, no sé si estando todavía en las mazmorras de Puerto Cabello o en el confinamiento en Timotes o Valera. Pero se los ofrezco para la reflexión, viendo que también entre nosotros, en la orilla de enfrente, tenemos actitudes fraternas ante quien sufrió las barbaridades de una dictadura inhumana. Se titula el poema “Dedicación de la mañana a Jesús de Galilea”. Que cada quien saque sus conclusiones.

“Jesús, mi comandante, suprema fórmula de hombría, flor de Varón en la perfección última, As de los Ases: / a la hora de salir el sol, yo te ofrezco el levante de mis ojos despiertos y la semilla hinchada de mi primera idea. / Por este anhelo de justicia que hoy desbasta mi horrendo pecado de pereza, gracias. / Por la sed de fraternidad que salva el panorama de mis lujurias negras, gracias. / Por la noche bendita en que hicieron preso, gracias. / Por la sed y los grillos, la desnudez y el hambre, gracias. / Por la prueba de sal en los labios indignos, gracias. / Por el momento generoso en que tu ejemplo me llevó a la fila de la falange azul; / porque, sin merecerlo, tú, mi Jefe y amigo, me empujaste a la marcha entre los dedicados y me estás regalando mi manjar de Deber, por mi signo de fe clavado en tus vanguardias, ¡gracias! / Y ahora, el pan más duro y con la sal amarga dándole hoy / y hasta la playa en sed, como una boca, / ven caminando sobre el pan salado, caminador del mar, flor de las olas”.

Siento en estos versos del hombre herido, la fuerza de la fe recóndita, y por qué no, la cercanía de Mons. Salvador Montes de Oca, quien lo visitó y alentó en Puerto Cabello, y, quizá también, la amistad en Timotes con el Padre Buenaventura Vivas, cercano al dictador, pero con quien realizaba paseos a caballo por aquellos páramos, donde se inspiró para regalarnos “la loca Luz Caraballo”, “contanditos los luceros seis, siete, ocho, nueve, diez”. Los que queremos contar para abrazarnos como hermanos.

21.- 17-1-2020 





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