No fornicar I (La fuente y su consecuencia)



¿Por qué no? Cuando un hombre y una mujer adultos deciden libremente darse un refrigerio, no parece que haya limitaciones. De hecho, la ley civil así lo contempla: libertad total para el sexo consentido entre adultos.

La gran mayoría de la gente piensa así, especialmente los jóvenes, influidos por el pansexualismo reinante. Sin embargo eso es un "sofisma", una afirmación aparentemente verdadera que contiene una gran falsedad, además de específicos perjuicios personales y sociales, como veremos.

¿Por qué es humanamente rechazable esa "libertad de uso y abuso" de la sexualidad?

Porque la criatura humana es o debería ser tan inteligente, al menos, como libre. La libertad debe estar gobernada por la inteligencia y movida por la voluntad, si de verdad somos humanos. No existe conducta humana sin responsabilidad, es decir, sin reconocer y aceptar las consecuencias de nuestros actos. No somos animalitos, se supone que somos capaces de pensar antes de decidir. Incluso dentro del matrimonio hay que ser responsables en el uso de la sexualidad. Por eso es imprescindible una "paternidad responsable", aunque haya guías religiosos que lo olviden y recomienden tener los hijos que la divinidad nos envíe desde París ("los que dios te dé", dicen). También éstos se equivocan. Confunden divinidad con naturaleza.

¿Y qué es lo que nuestra responsabilidad humana debe tener en cuenta en el ejercicio de la sexualidad? Veamos algunas consideraciones básicas:



1. La sexualidad es la fuente de la vida. No se trata de comerse un pastel o de disfrutar de un siestón. Jugar con el sexo, por muy apetitoso que resulte, tiene o puede tener consecuencias. ¿O no te han explicado de dónde vienen los niños?

Hoy por hoy no hay método de control que pueda evitar eventuales embarazos. Todos los métodos tienen un porcentaje de fallos. Ninguno es fiable al cien por cien. Luego todos tienen riesgo. Luego una mínima responsabilidad ha de llevarnos al autocontrol responsable, a la segura continencia, cuando no tenemos el nido preparado para recibir una posible nueva vida. Por eso sólo se consideran moralmente lícitas las relaciones sexuales dentro del matrimonio, que es la estructura básica del nido. Todas las demás tienen riesgo de cosechar daños propios y ajenos.

Ninguna persona cuerda se metería en un laboratorio para jugar con sus productos peligrosos. Nadie correría el riesgo de contaminarse, incendiarse, envenenarse o explotar, por mucho placer que tal imprudencia le produjese.

Ignorar esta realidad es fuente de dolor y desorden personal o social. ¿Quién no conoce algún caso de accidental embarazo de una vecina, alguna cuñada, una prima, una esposa infiel, una soltera o alguna amante, etc.? Y paso de puntillas por los monstruosos casos de incesto. La sexualidad en sí misma -el instinto de supervivencia de la especie- es tan fuerte en la raza humana que tiende a desbordarse y además es permanente, no está sometida a ciclos de celo, como ocurre en los animales. Por eso es imprescindible la vigilancia de la razón y el contrapeso de la responsabilidad, para no generar dolor y desorden personal o social. Y, por supuesto, para no causar dolor, desgracia o muerte al inocente engendrado irresponsablemente.



2. Los hijos, aún los no deseados, tienen derechos. Si fruto de la irresponsabilidad sexual se produce un embarazo, no se puede suprimir una vida humana porque sí. No se trata de un desecho para incinerar, ni se solventa el problema con unos meses de terapia. Quien engendra un hijo tiene la obligación moral y legal de cuidarle y educarle hasta que sea capaz de valerse por sí mismo. Un hijo, en cualquier circunstancia que haya sido engendrado, tiene derecho:

• A ser respetado (es una persona y no un objeto).
• A una seguridad material y afectiva.
• A unos padres suficientemente adultos.
• A llegar a ser lo que es en sus potencialidades.
• A ser tratado como un ser único (con su personalidad individual).
• A ser tratado según sus capacidades del momento (no como un mini adulto).

Hay quienes consideran que, dentro del matrimonio, cesa toda responsabilidad y pueden tener los hijos que la naturaleza o su extremismo religioso les demande. Suelen atribuir a la divinidad sus embarazos y no a su evidente sexualidad insegura e irresponsable.

Cuando se pierde la perspectiva de una sexualidad responsable y humana se suele caer en uno de estos dos extremos: O se llega a la abominación del aborto (matar a los hijos engendrados no deseados) o se engendran un número de hijos desproporcionado a una pareja humana y a su posibilidad real de garantizar sus derechos.



Una sociedad que permite y aún patrocina el aborto, como último recurso para controlar la sexualidad y sus consecuencias, es una sociedad irresponsable, inhumana, enferma, regresiva y decadente. Convertimos en realidad al mítico dios Saturno que devoraba a sus propios hijos. Anteponemos la pulsión animal del instinto a la responsabilidad propia de toda conducta humana.

Una sociedad que no educa a sus miembros en tema tan vital como la sexualidad (educar no es sólo enseñar métodos anticonceptivos), que promueve la sexualidad en los medios de masas e incita a su consumo irresponsable, que no garantiza la supervivencia de los hijos engendrados, que no protege suficientemente a la infancia, es una sociedad que camina hacia su destrucción espiritual y material. Es una sociedad bárbara, hedonista y egoísta cuyo único principio es: "sálvese el que pueda".

Más tarde o más temprano tendrá que regurgitar moral y sicológicamente a los hijos devorados por su barbarie como en la historia mítica. ¡Cuánto dolor y miseria nos traerá ese seudoprogresismo de políticos ciegos e inhumanos que nos arrastran hacia una deshumanización aberrante! Una sociedad que mata a sus hijos es una sociedad en proceso de extinción. Es de cajón, no es necesario entrar en consideraciones religiosas.

(Continuará)
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