"Podemos quejarnos de muchas cosas, pero nunca podremos decir que estamos solos" Alégrate

La alegría de no sentirse nunca solo
La alegría de no sentirse nunca solo Noah Silliman

En estos tiempos, que a nosotros nos parecen de incertidumbre y oscuridad, llenos de problemas y dificultades, lo primero que se nos pide es no perder la alegría. Sin alegría, la vida se hace más difícil y dura

La alegría a que se nos invita no es un optimismo forzado ni un autoengaño fácil. Es la alegría interior que nace en quien se enfrenta a la vida con la convicción de que no está solo. Una alegría que nace de la fe

El relato de la anunciación a María es una invitación a despertar en nosotros algunas actitudes básicas que hemos de cuidar para vivir nuestra fe de manera gozosa y confiada. Basta que recorramos el mensaje que se pone en boca del ángel.

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«Alégrate». Es lo primero que María escucha de Dios, y lo primero que hemos de escuchar también nosotros. «Alégrate»: esa es la primera palabra de Dios a toda criatura. En estos tiempos, que a nosotros nos parecen de incertidumbre y oscuridad, llenos de problemas y dificultades, lo primero que se nos pide es no perder la alegría. Sin alegría, la vida se hace más difícil y dura.

«El Señor está contigo». La alegría a que se nos invita no es un optimismo forzado ni un autoengaño fácil. Es la alegría interior que nace en quien se enfrenta a la vida con la convicción de que no está solo. Una alegría que nace de la fe. Dios nos acompaña, nos defiende y busca siempre nuestro bien. Podemos quejarnos de muchas cosas, pero nunca podremos decir que estamos solos, pues no es verdad. Dentro de cada uno, en lo más hondo de nuestro ser, está Dios, nuestro Salvador.

Que nadie quede fuera de la alegría
Que nadie quede fuera de la alegría

«No temas». Son muchos los miedos que pueden despertarse en nosotros. Miedo al futuro, a la enfermedad, a la muerte. Nos da miedo sufrir, sentirnos solos, no ser amados. Podemos sentir miedo a nuestras contradicciones e incoherencias. El miedo es malo, hace daño. El miedo ahoga la vida, paraliza las fuerzas, nos impide caminar. Lo que necesitamos es confianza, seguridad y luz.

Sostenidos por la gracia y el amor

«Has hallado gracia ante Dios». No solo María, también nosotros hemos de escuchar estas palabras, pues todos vivimos y morimos sostenidos por la gracia y el amor de Dios. La vida sigue ahí, con sus dificultades y preocupaciones. La fe en Dios no es una receta para resolver los problemas diarios. Pero todo es diferente cuando vivimos buscando en Dios luz y fuerza para enfrentarnos a ellos.

En estos tiempos no siempre fáciles, ¿no necesitamos despertar en nosotros la confianza en Dios y la alegría de sabernos acogidos por él? ¿Por qué no nos liberamos un poco de miedos y angustias enfrentándonos a la vida desde la fe en un Dios cercano?

4 Adviento – B (Lucas 1,26-38)

24 de diciembre

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