Malcom Muggeridge era el encargado de preparar para la BBC de Londres una emisión sobre la madre Teresa de Calcuta, que se creía iba a ser un lamentable fracaso. Pero sorprendentemente aquella religiosa desconocida, desbordante de caridad, para quien el mundo no es nada, albanesa de origen y que tenía miedo ante las cámaras, con su dicción indecisa, impactó ante los telespectadores ingleses un domingo por la tarde. No se trataba de un apologista cristiano profesional, de un obispo o de un arzobispo. Era una demostración del Espíritu y su poder. Recordemos las palabras de san Pablo: «Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso, apoyando mi palabra y mi predicación no en persuasivos discursos de sabiduría, sino en la demostración del espíritu y su poder, para que vuestra fe no se fundase en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios» (1Cr 2, 3-5).

Efectivamente, es el Espíritu Santo quien suscita la irradiación de la santidad, quien empuja la causa del Evangelio hacia adelante con iniciativas innovadoras y suscita las reformas necesarias. No son los discursos más inteligentes quienes hacen surgir en el mundo una cosecha espiritual: son las personas totalmente entregadas a Dios como Teresa de Calcuta o Carlos de Foucauld entre otras. Estas son las personas que cambian a otras e irradian santidad.