Cuando se acaba de publicar el libro La era contemplativa, es bueno recordar que esta invitación a la «contemplación», en nuestro país, viene de lejos y parece que ahora está dando sus frutos. Me estoy refiriendo al aragonés Miguel de Molinos, nacido en Muniesa (Teruel) en 1628 y que murió el año1696 en un monasterio de Roma, después de pasar sus últimos nueve años en una mazmorra por el juicio de la Inquisición. La defensa de la contemplación y de su «nihilismo estático» por parte de Molinos fue vista con prevención por los jesuitas y los dominicos, que llegaban a considerar a los quietistas como una secta pitagórica y esotérica. Se enfrentaban dos conceptos de espiritualidad: el no discursivo y contemplativo, y el discursivo y meditativo de los jesuitas, principales detractores del quietismo. Para Molinos el egoísmo evita que la persona crezca en su vida espiritual. Y, para contrarestar esto, se ha de apaciguar el deseo, suspender la voluntad y dejarse conducir por Dios.

Molinos, asentado en Roma desde el año 1663, abanderó la doctrina del quietismo, que busca el vacío interior. Dirigió la Escuela de Cristo y fue un escritor de éxito. Así, su Guía espiritual, con el subtítulo «Que desembaraza al alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz» se publicó en italiano (Roma, 1675) y tuvo ocho ediciones en los años posteriores a su aparición y se tradujo a distintos idiomas. En ella Molinos expone el mejor camino para llegar a Dios; el último objetivo es el amor de Dios, para el cual el alma no ha de hacer nada: ha de estar pura y sin pecado, aligerada de toda preocupación o meditación, quieta. Dios hará lo demás. Esto produce un vacío espiritual, una nada, como el camino más corto para llegar a Dios. Posteriormente, el año 1682 escribió la Defensa de la contemplación, que junto a la citada obra anterior constituye el eje místico de su obra. Pero faltaban las Cartas escritas a un caballero español desanimado para ayudarle a tener oración mental dándole un modo para ejercitarla, que fueron publicadas en 1676 y estaban fuera de circulación, al haber sido confiscadas, y que ahora se han editado bajo el siguiente título: Cartas para el ejercicio de la oración mental.