Humanismo cristiano o cristianismo humano

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Me ha llamado la atención el discernimiento que hace el profesor Panikkar, que ejerció la docencia en diversas universidades de Europa, India y los Estados Unidos, cuando en el capítulo sexto, La superación del humanismo, de su obra La tradición cristiana, Fragmenta Editorial, Barcelona 2018, empieza señalando que «la fase humanista de la humanidad occidental representa el periodo en el que la razón adquiere su independencia ante formas superiores como la fe y ante formas inferiores como el instinto» (pág. 146). Se trata de «la prioridad del hombre sobre su ser, que es la característica latente de todo humanismo. Se trata de la primacía del pensar del hombre por encima de su ser, fundamento de todo idealismo» (págs 147-148). De ahí que el profesor establezca esta diferencia: «El humanismo tiende constitutivamente a la inmanencia humana, mientras que la antropología cristiana ha de defender inexorablemente la trascendencia del hombre no solamente en su destino, sino en su propia constitución» (pág. 153). Y concreta: «El humanismo no es un sistema filosófico, aunque lo presuponga. Es más una actitud cultural en la que el hombre ocupa, al menos, el centro psicológico del interés... El fundamento filosófico del humanismo es el racionalismo. Solamente si mi razón es criterio único de verdad, el hombre es medida de todas las cosas» (pág. 157). Así, «el verdadero humanismo pretende redimir al mismo hombre. Pero el hombre no puede salvarse él mismo. La autoredención es el sueño tópico del hombre moderno» (págs. 159-160). Por esto Panikkar afirma con rotundidad que «Cristo es el verdadero hombre, pero en Él no hay persona humana. Esta no existe y su papel es subsumido por la persona divina. Cristo no es humanista...El humanismo quiere hacer naturalmente humano al hombre, pero el cristianismo ha venido a convertirlo en divino» (pág. 162). Resumiendo, «el humanismo es natural, el cristianismo es sobrenatural, y entre el uno y el otro no hay más paso que la muerte y resurrección efectuada por la gracia, y sin mérito ni exigencia por parte de la naturaleza» (pág. 175). De ahí que, «el cristiano vive sumergido en el misterio, con un sentido místico que la mentalidad humanista destruye automáticamente» (pág. 179). Por esto, «podemos considerar al humanismo como una especie de religión humana hecha a la medida del hombre» (pág. 183). Pues, «el humanismo busca en el hombre aquello que nada más podemos encontrar en Dios... ‹Se tu mismo›, dice el humanismo. ‹Se Dios›, dice el cristianismo. ‹Afírmate›, dice uno; ‹niégate›, responde el otro. ‹Descubre tus valores, confía en ti›, son máximas humanistas. ‹Descubre tu destino trascendente, confía en Dios›, son máximas cristianas» (pág. 184). Pues, “el fin del hombre no reside en el mismo hombre, sino en Dios. Dios es el fin del hombre, pero no Dios como un objeto para el hombre, sino el mismo Dios, que ha querido asociar o unir al hombre con El mismo” (pág.186). Y Panikkar concluye: “Humanismo cristiano, no. Cristianismo humano” (pág.188), porque, “el humanismo cristiano no es posible incluso aquí en la tierra, ya que el cristiano es más que hombre y ha de vivir una vida divina…El cristianismo es un transhumanismo, un teandrismo, no un infrahumanismo” (pág. 189).

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