Joan Cortadellas

Leo con admiración la contraportada de el Periódico de Cataluña, «Asuntos propios», dirigida por la periodista Núria Navarro, esta grata entrevista. Y me maravilla más todavía la evolución personal de la entrevistada, la franco-argelina Kahina Banloul, que en su libro Mi Islam, mi libertad, de Ediciones La Llave, donde explica su viaje de ejecutiva de seguros a líder espiritual.

Kahina Bahloul es la primera imán de Francia, que dirige la plegaria en la mezquita de Fátima de París y representapresenta la cara reformista y antipatriarcal de la fe musulmana.

Veamos la entrevista:

‘Islam’ y ‘libertad’ parecen términos antitéticos.

En absoluto. El sentimiento de libertad se refuerza cuando abordas la religión a través de la espiritualidad. La fe no tolera ni coacción ni coerción.

Una imán mujer no es lo corriente.

El Islam no lo prohíbe. Existe una lectura patriarcal y misógina de los textos que se ha perpetuado a lo largo de los siglos. Los hombres han tenido el monopolio del discurso religioso. Pero la religión musulmana no es la única responsable de la discriminación. En la mayoría de sociedades la vida de la mujer es sacrificada en el altar del patriarcado.

Tiene razón.

El patriarcado es un problema universal.

¿Cómo corregirlo en el Islam?

La responsabilidad es de las mujeres. Los hombres han ocupado espacio público y lo han consentido. Para restablecer el equilibrio, deben tomar la palabra. No deben ceder en todo aquello que concierna a sus derechos y a su lugar.

Sabe que eso no es fácil.

Si esperan que se lo sirvan en bandeja de plata, no se lo permitirán jamás.

¿Eso explica en la mezquita de Fátima?

En la mezquita hombres y mujeres rezan juntos. Y la mujeres pueden elegir si llevar velo o no. No hay discriminación y está en total acuerdo con la religión musulmana.

Un matiz. ¿Fue usted feminista antes que religiosa?

Soy humanista. El feminismo es un humanismo. 

¿La educaron así? Padre musulmán, madre atea, abuelo católico, abuela judía.

Eso jugó un papel en mi imaginario infantil y adolescente. Crecí en Argelia, en la Cabilia, en una fe musulmana impregnada de valores humanos y fraternales. La primera imagen que tengo del Islam fue ver a mi abuelo, campesino, hacer la plegaria bajo un olivo, en total armonía con la naturaleza.

Una imagen que hizo trizas el terror.

Entre 1991 y 2002, viví la ‘década negra’, el conflicto armado entre el Gobierno y grupos islamistas. No llegaba a comprender que el terrorismo ejerciera la violencia al grito de ‘Al.láhu Akbar’ y contra los musulmanes. Tristemente, me volvió a ocurrir durante los atentados del 2015 en Francia. 

Regresó a Francia, donde había nacido, a los 24 años.

Y me permití cuestionarlo todo. Me distancié de la religiosidad. Estudié Derecho y fui ejecutiva en una compañía de seguros. Hasta que mi padre enfermó y murió. Yo tenía 30 años y, pese a que nunca había abandonado la fe, sentí una auténtica sed espiritual. No encontraba resonancia en el Islam formalista y descubrí el sufismo, la vía mística.

¿Qué encontró en él?

En el corazón del Islam hay una dimensión espiritual que ayuda a elevarte. Muchos países musulmanes están atrapados en contextos políticos y económicos en los que la preocupación se orienta a comer cada día, no a abordar asuntos espirituales. A eso se suma una época que pone el acento en lo material. Pero lo que verdaderamente puede ayudar al ser humano a superar los problemas es la espiritualidad.

¿Cómo resumirla?

En el origen, nuestra existencia es un proyecto de amor. Y toda expresión de amor –del maternal al conyugal y al fraternal– no es más que la expresión del amor divino. La práctica meditativa del sufismo elimina las consideraciones de género.

¿Su perspectiva no le trae problemas con sus correligionarios?

No solo hay quien está de acuerdo conmigo, sino que anhela un Islam que esté en armonía con el mundo contemporáneo. Vivimos en Europa, en un sistema democrático, en el que la diversidad debe participar en la vida pública.

¿Nunca ha recibido amenazas?

En la mezquita, no. Y no hago caso a quien se esconde detrás de un ordenador.

Curiosidad: ¿cómo es la vida de una imán?

Es una vida normal. Tengo amigos, incluso me gusta bailar. Pero tengo la responsabilidad de un discurso religioso. Mi vida pasa mucho por el estudio. Hice un máster en islamología y me embarqué en una tesis doctoral sobre el místico andalusí Ibn Arabí, cuya lectura recomiendo vivamente.

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