“Orar en tiempo de aislamiento e incertidumbre”

Boletín Iesus Caritas, abril-junio nº 209

El confinamiento en casa ha supuesto una gran

humillación para quienes vivíamos envueltos en ruidos y en la prisa

sin sentido, sumidos en ofertas múltiples de lo transitorio y

placentero

Estamos asistiendo a un curso acelerado para aprender

a vivir reconciliados con nosotros mismos.

Quien no conoce de “largos silencios

luminosos”, jamás podrá ser luz para los demás de ahí la

importancia de escuchar para que nuestra vida grite coherencia y

Evangelio y nuestras palabras quemen a quienes nos atiendan.

JL Vázquez Borau
08 may 2021 - 19:46

«QUE BIEN SÉ YO LA FONTE QUE MANA Y CORRE,

AUNQUE ES DE NOCHE»

La pandemia que venimos padeciendo de forma declarada

desde marzo de 2020 nos ha obligado a cambiar muchos hábitos y

a adquirir una disciplina personal que nunca hubiéramos pensado.

Vivíamos sumergidos en una sociedad de confort sin aparentes

límites de crecimiento y, de repente, todo se desmorona al compás

del ritmo que marcan los acontecimientos.

La situación a la que hacemos frente nos arroja sin piedad

a una gran crisis de realismo provocada por un virus asesino

invisible que nos recuerda y evoca, en lenguaje corriente de estos

meses, lo esencial. El confinamiento en casa ha supuesto una gran

humillación para quienes vivíamos envueltos en ruidos y en la prisa

sin sentido, sumidos en ofertas múltiples de lo transitorio y

placentero. Nos han recluido y distanciado con decretos y normas

y, en consecuencia, nuestra autosuficiencia ha sido herida

haciéndonos saborear el aislamiento y la soledad. En efecto,

recluidos en casa, después de miles intentos de evasión, nos hemos

encontrado con la realidad de nuestro yo sin posibilidad de

escapatoria. Estamos asistiendo a un curso acelerado para aprender

a vivir reconciliados con nosotros mismos.

Ante tal estado de cosas, estancados en el hastío pandémico,

es consolador recordar al profeta Elías que, vapuleado por la

existencia y desorientado por los acontecimientos, no cesa de

preguntarse dónde se esconde Dios. Traigo a colación un texto

precioso y oportuno que reza así: «Entonces pasó el Señor y hubo

un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las

rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor.

Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba

el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco

estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave»

(1 Re 19,11-12). En el relato existe un fuerte contraste entre el

huracán, el terremoto y el fuego, manifestaciones características de

las religiones naturales, y la suave brisa, que evoca el silencio del

desierto. Ahí, en la poquedad del ser y en la brisa suave, se hace

presente el Dios de la vida. La voz de Dios sigue resonando en

palabras suaves perceptibles solo en el silencio: «Cuando un

silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de

su carrera, tu palabra omnipotente se lanzó desde el cielo» (Sab

18,14-15). En verdad, quien no conoce de “largos silencios

luminosos”, jamás podrá ser luz para los demás de ahí la

importancia de escuchar para que nuestra vida grite coherencia y

Evangelio y nuestras palabras quemen a quienes nos atiendan.

El confinamiento obligado por la situación de la Covid-19

provocó la cancelación de muchos encuentros programados de

oración donde se aprende a silenciar nuestro ánimo, refrenar

nuestras actividades y a escuchar. También, como innumerables

grupos, la Fraternidad Sacerdotal tuvo que suspender su retiro

anual de forma presencial. El P. NABONS-WENDE HONORE

SAVADOGO, sacerdote de la fraternidad de Burkina Faso, y

miembro del equipo internacional, era el encargado de animar este

encuentro. Los apuntes del fracasado encuentro presencial los

ofrecemos ahora en este número del BOLETÍN a los que hemos

complementado, a manera de introducción, dos meditaciones del

Hermano del Evangelio, JUAN SPANHOVE, sobre el Espíritu Santo.

Las charlas, en su día, sirvieron de meditación a la Fraternidad

Secular “Carlos de Foucauld” en su encuentro anual de1998, en la

Casa de Espiritualidad de Guadix (Granada).

Finalizado este número nos llegó la triste noticia del

fallecimiento del HERMANO ANTOINE CHATELARD. De manera

apresurada, pero con mucho afecto, hemos incluido un recuerdo de

gratitud al que fuera un colaborador eminente y asiduo de nuestro

Boletín. Fue una alegría contar con él de modo incondicional. Su

nombre quedará para siempre ligado a nuestra humilde

publicación engrandecida, entre otros, por tan afamado

colaborador. ¡Descansa en el Nazaret del cielo abandonado en las

manos del Padre!

Ante tal estado de cosas, estancados en el hastío pandémico,

es consolador recordar al profeta Elías que, vapuleado por la

existencia y desorientado por los acontecimientos, no cesa de

preguntarse dónde se esconde Dios. Traigo a colación un texto

precioso y oportuno que reza así: «Entonces pasó el Señor y hubo

un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las

rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor.

Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba

el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco

estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave»

(1 Re 19,11-12). En el relato existe un fuerte contraste entre el

huracán, el terremoto y el fuego, manifestaciones características de

MANUEL POZO OLLER

Director

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