Sínodo ¿La Iglesia tiene necesidad de un Pentecostés perpetuo?

El movimiento de pensamiento que preparó el Concilio estaba caracterizado por un resourcement en el sentido que le daba Péguy, creador de esta palabra: más que un retorno a las fuentes, que ciertamente se daba, se trata de una ascensión en nuestro tiempo de la fuente y de la savia. La teología, la enseñanza oficial, hasta la misma catequesis y la predicación, habían impuesto una visión de la Iglesia definida, en primer lugar, como una ‹sociedad desigual, jerárquica’, que encerraba, ante todo y por derecho divino, una distinción entre clérigos y laicos, entre jerarcas y fieles

El interés de la renovación reside en asegurar la cualidad sobrenatural del pueblo cristiano en la base; en dar un rostro más perceptible a los carismas, sin monopolizarlos; introducir de nuevo en el decurso ordinario de la vida eclesial actividades tales como la ‹profecía’ o las curaciones no sólo espirituales sino físicas

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Yves Congar

En este tiempo sinodal que estamos viviendo, es bueno retornar a uno de los precursores y consultores del Concilio Vaticano II, el teólogo, dominico francés, Yves Congar (Sedan, 1904 - París, 1995), que, ordenado en 1930 e internado entre 1940 y 1945 en un campo de concentración nazi, fue Fundador y director de la colección Unam Sanctam y profesor de teología en la facultad de Le Saulchoir, abierto al ecumenismo y a la reforma de la Iglesia. En concreto vanos a referirnos a su último libro El Espíritu Santo (1980), después de haber escrito, entre sus obras más destacadas Verdadera y falsa reforma de la Iglesia (1950), Jalones para una teología del laicado (1954), Cristianos en diálogo (1964) y Tradición y tradiciones (1961-1963). 

Retomamos sus palabras, del su libro El Espíritu Santo, Biblioteca Herder, Barcelona 1983, 355-358:

«La Iglesia no es una cartuja ni un ghetto. Ubicada en el mundo recibe, necesariamente, los contragolpes de éste y sus mutaciones. Pero la Iglesia tiene también, y muy profundamente, au movimiento propio. El Concilio Vaticano II, preparado por decenios de vida litúrgica, mística, pastoral y teológica, ha sido el momento en que este movimiento se ha definido y afirmado de manera decisiva. Y se puede caracterizar de la manera siguiente: El movimiento de pensamiento que preparó el Concilio estaba caracterizado por un resourcement en el sentido que le daba Péguy, creador de esta palabra: más que un retorno a las fuentes, que ciertamente se daba, se trata de una ascensión en nuestro tiempo de la fuente y de la savia. La teología, la enseñanza oficial, hasta la misma catequesis y la predicación, habían impuesto una visión de la Iglesia definida, en primer lugar, como una ‹sociedad desigual, jerárquica’, que encerraba, ante todo y por derecho divino, una distinción entre clérigos y laicos, entre jerarcas y fieles. Se decía inmediatamente ‹Sociedad perfecta’, que posee todos los medios necesarios para su vida, entre los cuales se insistía en el poder legislativo, judicial, incluso coactivo. Santo. ¡Santo Dios! J. A. Möhler (+1838) resumía esta eclesiología en la fórmula siguiente: Dios creó la jerarquía y de esta manera atendió generosamente a todo lo necesario hasta el final de los tiempos’. La renovación será algo totalmente distinto.

El Concilio no ha desmontado ninguna de las funciones del ministerio ordenado de los sacerdotes, obispos, del papa, pero ha ido más allá de la ‹jerarcología’, del cuadro jurídico-social en el que se veía a la Iglesia. Su intención se halla claramente expresada en el ordenamiento que se ha dado a los capítulos que conforman la constitución dogmática Lumen Gentium: 1. La Iglesia vista como misterio, en una perspectiva trinitaria; 2. La Iglesia como Pueblo de Dios (sacerdocio bautismal, carisma); 3. La Iglesia estructurada jerárquicamente por los ministerios ordenados. De todo ello se desprende, ante todo, que es Dios quien hace a la Iglesia; que el elemento fundamental es lo que podemos llamar la ontología de la gracia, fundamentada en los sacramentos y en los libres dones de Dios. Los ministros ordenados están cualificados para servir esta vida cristiana, pero la Iglesia se construye, en primer lugar, por la vida cristiana.

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Frente a esta concepción de la Iglesia, el interés de la renovación reside en asegurar la cualidad sobrenatural del pueblo cristiano en la base; en dar un rostro más perceptible a los carismas, sin monopolizarlos; introducir de nuevo en el decurso ordinario de la vida eclesial actividades tales como la ‹profecía’ o las curaciones no sólo espirituales sino físicas»

Pidamos para que el próximo Sínodo de la Iglesia, del 4 al al 29 de octubre de 2023 y que continuará en octubre 2024, el Espíritu Santo ilumine a la Asamblea General del Papa con obispos y laicos de todo el mundo, donde tanto hombres y mujeres laicos pòdrán votar.

Si, "la Iglesia tiene necesidad de un Pentecostés perpetuo" (Pablo VI)

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