San Simeón (949-1022), uno de los mayores místicos cristianos, llamado «nuevo teólogo» por haber hecho y comunicado una experiencia nueva de Dios, en una de sus catequesis habla de dejarse conducir por el Espíritu Santo y se pregunta: «¿Qué diremos a los que gustan de vanagloriarse, verse establecidos sacerdotes, pontífices y superiores y se consideran dignos de la carga de atar y desatar? Cuando veo que no saben nada de las cosas necesarias y divinas, que tampoco instruyen en ellas a los otros ni les guían a la luz del conocimiento, ¿no está produciéndose la misma situación que denunció Cristo respecto de los fariseos y de los doctores de la ley?: «Desgraciados de vosotros, doctores de la ley, porque vosotros habéis quitado la llave del conocimiento; no habéis entrado vosotros y habéis impedido que entren quienes lo deseen» (Lc 11, 52) ¿Qué es la llave del conocimiento sino la gracia del Espíritu Santo dada por la fe, que, por la iluminación, produce realísimamente el conocimiento y el conocimiento pleno?… Lo repetiré de nuevo: la puerta es el Hijo.(Yo soy la puerta – Jn10,7.9). La llave de la puerta es el Espíritu Santo (Recibid el Espíritu Santo; aquellos a quienes perdonéis los pecados, les son perdonados; aquellos a quienes se los retengáis, les quedarán retenidos- Jn 20,22-23). La casa el Padre (Porque en la casa de mi Padre hay muchas moradas – Jn 14,2). Prestad pues, cuidadosa atención al sentido espiritual de la palabra. A menos que la llave no abra (porque a él el portero le abre – Jn 10,3) la puerta no está abierta; pero si la puerta no se abre, nadie entra en la casa del Padre, como dice Cristo (Nadie viene al Padre sino por mí – Jn 14,6). Que el Espíritu Santo, pues, el primero, abra nuestro espíritu y nos enseñe lo que concierne al Padre y al Hijo, pues es el quien lo ha dicho» (Cat., XXXIII, 113, 255ss)