"Nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza" Aguiar: "Nos necesitamos los unos a los otros para vivir en la paz que deseamos y en la paz que Dios quiere"
"¿Cómo podremos mantenernos firmes? ¿Cuál es la clave para garantizar que somos fieles discípulos de Jesús?"
"Debemos desarrollar nuestras capacidades, las que Dios nos ha dado desde el origen de nuestra vida; y nuestras cualidades ya desarrolladas, ponerlas en favor de los demás"
| Cardenal Carlos Aguiar Retes arzobispo primado de México
“Ya viene el día del Señor, ardiente como un horno, y todos los soberbios y malvados serán como la paja”.
“Pero para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”. ¿A qué día se refiere el profeta Malaquías?
En el Evangelio, los discípulos de Jesús le hacen también esta pregunta ante el anuncio de que no quedará piedra sobre piedra: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto? ¿Y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”.
Jesús respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: Yo soy el Mesías, el tiempo ha llegado. Pero no les hagan caso. Ustedes darán testimonio de mí, porque yo les daré palabras sabias a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”.
Y entonces surge la pregunta, ante esto que ha dicho Jesús: ¿cómo podremos mantenernos firmes?¿Cuál es la clave para garantizar que somos fieles discípulos de Jesús?
En la segunda lectura, san Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, responde con toda claridad. Dice san Pablo: “Les suplicamos a esos tales y les ordenamos, de parte de Jesús, que se pongan a trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida”.
Esta respuesta de san Pablo es fundamental. Es decir, debemos desarrollar nuestras capacidades, las que Dios nos ha dado desde el origen de nuestra vida; y nuestras cualidades ya desarrolladas, ponerlas en favor de los demás.
Por eso afirma: “Deben imitar mi ejemplo”. ¿Qué quiere decir? Padres, hijos, abuelos y nietos: es de gran auxilio esta formación en familia para que se desarrollen esas cualidades y para que las pongamos al servicio de los necesitados, de los más vulnerables, de aquellos cuya situación precaria vamos conociendo.
Tenemos entonces que educarnos para que cada persona —cada uno de nosotros— desarrolle esas cualidades.
Por ello hemos venido aquí, estamos aquí. Pidámosle a nuestra Madre, María de Guadalupe, que nos auxilie para poder imitar a su Hijo Jesús, viviendo sus enseñanzas en nuestros contextos de familia, de vecindad y, en general, en la sociedad en que vivimos.
Nos necesitamos los unos a los otros para vivir en la paz que deseamos y en la paz que Dios quiere. Pongámonos, pues, de pie; abramos nuestro corazón a nuestra Madre y, en un breve momento de silencio, cada uno, dígale lo que necesita para que seamos esas personas capaces de ayudar a los más vulnerables.
Bendita seas, Madre nuestra, María de Guadalupe. Con gran confianza ponemos en tus manos al Papa León XIV; fortalécelo para que continúe orientando nuestra conducta para amar a nuestros prójimos, especialmente a los pobres, a los migrantes y a los refugiados, a los que han perdido el sentido de la vida, a los marginados, como así lo ha expuesto el Papa León en su primera exhortación apostólica “Dilexit Te”: Dios te ama.
Con tu ayuda maternal podremos ser discípulos de tu Hijo Jesús, capaces de desarrollar nuestras capacidades y habilidades en favor de los más necesitados, viviendo sus enseñanzas en nuestros contextos de familia, de vecindad y, en general, de la sociedad en que vivimos; y así convertirnos en discípulos misioneros, que demos testimonio, de que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.
Todos los fieles aquí presentes este domingo nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María de Guadalupe! Amén.
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