"Aun en la soledad, Dios actúa en cada persona que confía en Él" Cardenal Aguiar: “Mientras Pedro estaba en la cárcel, la comunidad no cesaba de orar a Dios por él”

El cardenal Aguiar, en la consagración
El cardenal Aguiar, en la consagración AdM

"Mientras unos están sufriendo por enfermedad, tribulación, cualquier tormento en su vida; la comunidad no cesaba de orar. ¿Y qué es lo que pasó?"

"Cuando oramos en comunidad, como la primitiva Iglesia, Dios actúa siempre de manera sorpresiva y admirable; por eso la Iglesia se ha mantenido, a lo largo de estos ya casi 21 siglos"

Qué interesante lo que nos narra hoy el libro de los Hechos de los Apóstoles. Mientras unos están sufriendo por enfermedad, tribulación, cualquier tormento en su vida; la comunidad no cesaba de orar. ¿Y qué es lo que pasó? “La puerta se abrió sola… Pedro se dio cuenta de lo que pasaba y dijo: Ahora sí estoy seguro de que el Señor envió a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de todo cuanto el pueblo judío esperaba que me hicieran”.

Cuando oramos en comunidad, como la primitiva Iglesia, Dios actúa siempre de manera sorpresiva y admirable; por eso la Iglesia se ha mantenido, a lo largo de estos ya casi 21 siglos.

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San Pablo, por su parte —hoy celebramos a San Pedro y a San Pablo— narrando en su carta a su discípulo Timoteo, afirma: “Ha llegado el momento de mi partida, he luchado bien en el combate, ahora solo espero la corona merecida”.

Qué hermoso es tener esta certeza de la esperanza, que nos ha dado Jesús: que la vida terrena termina, pero nuestra vida no, sino que continúa para la vida eterna en la casa de Dios Padre. Y San Pablo continúa expresando: “Cuando todos me abandonaron, el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas”. Aun en la soledad, Dios actúa en cada persona que confía en Él.

La Esperanza, por ello, es consecuencia y está fundada en la Fe, en creer; y si creemos, tenemos esta Fe, por eso estamos aquí. Entonces surge necesariamente la Esperanza. Es lo que le pedimos a Dios, y a su manera, Él nos responderá de forma sorpresiva. Ya lo dijo Pedro.

Finalmente en el Evangelio, hemos escuchado la respuesta, que dio Simón Pedro a Jesús cuando les preguntó: “¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?” Simón Pedro le dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Entonces Jesús le contestó: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

¿Qué concluimos de estas hermosas lecturas de hoy? La Fe es la piedra: creer en Jesucristo, verdadero hombre sí, y verdadero Dios: Jesucristo Camino, Jesucristo Verdad, Jesucristo da Vida.

La fe conduce a la Esperanza —ya lo veíamos— y también la Fe nos conduce a la Caridad, porque confiando en Dios, reconoceré su amor, y también yo amaré a mi prójimo.

Por eso los invito a ponernos de pie, porque tenemos fe, en que María de Guadalupe está aquí con nosotros y, como buena madre, escucha nuestras plegarias, y ella las lleva a Dios, nuestro Padre por medio de su Hijo Jesús. 

Cada uno pida, primero en silencio, por aquello que es una alegría para ustedes, o por aquello que es una situación de adversidad y de tribulación.

Bendita seas, Madre nuestra, María de Guadalupe: Con gran confianza ponemos en tus manos al Papa León, fortalécelo y acompáñalo para que continúe indicándonos los procesos y actitudes, que debemos desarrollar para ser buenos discípulos de tu Hijo Jesucristo, y como miembros de la Iglesia caminemos juntos, sinodalmente.

Ayúdanos a conocer, amar y servir a Jesucristo como tú lo hiciste, para que en la cotidianidad de nuestras vidas aprendamos a dejarnos conducir por el Espíritu Santo, y así seamos capaces de dar el testimonio convincente de que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. 

En este día, en que celebramos a San Pedro y San Pablo, intercede para que Dios Padre envíe el Espíritu Santo a mover el corazón, sobre todo de aquellos que están promoviendo los enfrentamientos bélicos, y así cesen los conflictos y vuelva la paz, especialmente en Tierra Santa y el Medio Oriente.

Todos los fieles aquí presentes este domingo nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María de Guadalupe! Amén.

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