Homilía en honor de Santa María de Gpe Cardenal Aguiar: "María sabe que Dios la acompañará siempre, en las buenas y en las malas"
"Isabel queda llena del Espíritu Santo y María queda llena de júbilo, reconociendo que Dios la ha elegido. Y ella, con humildad, se declara esclava del Señor. Es decir, dispuesta a todo lo que venga"
"Recuerdo cómo en mi infancia, de niño, mi mamá nos citaba todos los hijos (entonces éramos cuatro), a rezar con ella, invocar a María, pedirle que pasáramos buenas noches"
"Ya hemos escuchado al Papa León quiere continuemos el camino sinodal, que con el Papa Francisco estábamos ya llevando, y que ya estaba programado; y el Papa León lo confirma"
"Ya hemos escuchado al Papa León quiere continuemos el camino sinodal, que con el Papa Francisco estábamos ya llevando, y que ya estaba programado; y el Papa León lo confirma"
| Cardenal Carlos Aguiar Retes arzobispo primado de México
El Señor le habló a Ajaz diciendo: "Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo, o de arriba, en lo alto".
Con estas palabras, el profeta Isaías nos recuerda que Dios recibe con alegría nuestras peticiones, nuestra oración. Pero no debemos rechazar la propuesta como Acaz "no la pediré. No tentaré al Señor".
¿Qué es lo que hace Acaz? No quiere correr el riesgo de tener la responsabilidad de cumplir lo que el Señor le pida. Tiene miedo a quedar mal y mejor no pide nada. Y por eso el profeta Isaías le dice entonces: "Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros”.
Y Dios, no obstante nuestras reticencias, envía signos, envía señales que debemos aprender a interpretar y corresponder como lo hizo nuestra Madre María: “Hágase en mí según tu palabra. He aquí la esclava del Señor”.
En el Evangelio, vemos que María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y entrando en la casa de Zacarías saludó a Isabel. ¡Qué importante es este gesto de nuestra madre María! Comparte su alegría con Isabel. Y ella también corresponde narrando lo que está viviendo y el encuentro se convierte en una bendición para ambas.
En efecto: Isabel queda llena del Espíritu Santo y María queda llena de júbilo, reconociendo que Dios la ha elegido. Y ella, con humildad, se declara esclava del Señor. Es decir, dispuesta a todo lo que venga.
¿Por qué? Porque sabe que Dios la acompañará siempre, en las buenas y en las malas. Y por eso vemos que en cuanto Isabel escuchó el saludo de María, la criatura saltó en su seno.
Dios está pendiente de cada uno de nosotros y ha sembrado una vocación en nuestro interior y debemos de exclamar como María: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava".
Pensemos un instante: ¿cuántas veces hemos compartido lo que le pedimos a Dios con alguien más? Esposo con esposa, padres con hijos.
Recuerdo cómo en mi infancia, de niño, mi mamá nos citaba todos los hijos (entonces éramos cuatro), a rezar con ella, invocar a María, pedirle que pasáramos buenas noches. Un gesto sencillo, pero que queda en el corazón del pequeño y ahí se siembra.
Hoy tenemos tanta necesidad de la oración en familia, en casa. Ahí se anida el Espíritu Santo. Así lo vemos en María, estaba en su casa y ella va a la casa de Isabel. Están en su casa.
No es indispensable venir al templo para siempre externarle a Dios, nuestro Padre, nuestra oración.
Por eso, debemos siempre compartir con los demás lo que Dios siembra en nuestro corazón y así surgirá el camino sinodal, el caminar juntos como hermanos.
Ya hemos escuchado al Papa León quiere continuemos el camino sinodal, que con el Papa Francisco estábamos ya llevando, y que ya estaba programado; y el Papa León lo confirma. Porque lo están haciendo en nombre de Dios, del mismo Dios ,que los llamó a ser sucesores de Pedro.
Seamos pues también nosotros obedientes a lo que el Espíritu del Señor, siembra en nuestro interior y no duden nunca, no se queden en la soledad, compártanlo con quien tengan al lado, con quien tengan esa confianza de abrir el corazón para decir lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, como lo hicieron María e Isabel. ¡Que así sea!
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