"Aun de los que se comportan mal se pueden sacar lecciones, aprendizajes positivos" Cardenal Aguiar: "El dinero tiene que ser para servir a Dios"

Cardenal Aguiar
Cardenal Aguiar

En esta primera lectura del profeta Amós, podemos confirmar lo que desde el catecismo nos han enseñado: que Dios conoce, vigila y actúa

Y con una fuerza muy grande termina diciendo, en resumen, en síntesis: “no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”

"Bendita seas Madre Nuestra, María de Guadalupe, con gran confianza, ponemos en tus manos al Papa León, fortalécelo para que continúe, llamando a la reconciliación"

“El Señor, gloria de Israel, lo ha jurado. No olvidaré jamás ninguna de estas acciones”.

En esta primera lectura del profeta Amós, podemos confirmar lo que desde el catecismo nos han enseñado: que Dios conoce, vigila y actúa.

Son tres cosas muy importantes: conocimiento de las cosas, para saber exactamente lo que está pasando; vigilar, para que las cosas que se realizan no se vayan a conducir de manera mala, perversa; y, tercero, actúa, es decir, interviene cuando es necesario.

Pero, ¿qué necesita de nosotros? ¿Qué debemos hacer nosotros? Nos dice entonces San Pablo, hablándole a Timoteo en su carta, en la segunda lectura, lo que debemos hacer: “Hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres y, en particular, por los jefes de Estado y las demás autoridades”.

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"No pueden ustedes servir a Dios y al dinero"
"No pueden ustedes servir a Dios y al dinero" Fano

Esta es la forma como le podemos corresponder a Dios en esa vigilancia, que Él hace de nosotros, para que también Él esté pendiente no solo de nosotros, sino con quienes nos relacionamos.

Además, San Pablo, a su discípulo Timoteo, al escribirle esta carta, le dice: “Él quiere, (Dios), que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, libres de odios y divisiones. Hagan oración”.

La envidia, los celos, son muy dañinos, nos pueden conducir a las malas acciones. Por eso necesitamos hacer oración, para generar en nosotros la confianza en Dios, nuestro Padre, que vela por nosotros de una u otra forma.

Y eso es precisamente lo que podemos aprender, a partir de la parábola, que hemos escuchado hoy en el Evangelio de San Lucas: que aun de los que se comportan mal se pueden sacar lecciones, aprendizajes positivos.

Y eso es lo que afirma Jesús: “Los que pertenecen a este mundo, los que solamente les interesan las cosas terrestres, son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz”.

Porque nosotros estamos más confiados en este amor de Dios para lo que hacemos, lo que debemos hacer, la forma como debemos tratar a los demás. Pero los que no tienen en cuenta a Dios, dice Jesús, son muy hábiles. Y continúa diciendo el Señor: “el que es fiel en las cosas pequeñas también es fiel en las grandes”.

Y con una fuerza muy grande termina diciendo, en resumen, en síntesis: “no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.

El dinero tiene que ser para servir a Dios y, entonces, seremos buenos hijos de Dios. Si es al revés, vamos por caminos perdidos.

Los invito a ponernos de pie, a mirar a nuestra madre, porque ella, María de Guadalupe, supo servir a Dios. Que también nos ayude a nosotros para que aprendamos en su ejemplo y recibamos su auxilio, su ayuda.

En un breve momento de silencio nos ponemos delante de ella, y le abrimos nuestro corazón.

Bendita seas Madre Nuestra, María de Guadalupe, con gran confianza, ponemos en tus manos al Papa León, fortalécelo para que continúe, llamando a la reconciliación, y cesen los graves conflictos bélicos, especialmente en Tierra Santa y el Medio Oriente.

Auxílianos Madre a confiar en Dios, y a orar todos los días para experimentar, que Él interviene en nuestra ayuda, y adquiramos plena confianza en su pronta intervención; pidámosle la habilidad para practicar el bien en favor de los más necesitados, y progresemos en el desarrollo de nuestra fidelidad a sus enseñanzas.

Con tu ayuda Maternal podremos ser discípulos de tu Hijo Jesús, capaces de comprender al que ha caído, y darle a conocer el gran amor de Dios; y así adquiramos la  plena convicción de servir a Dios y no al dinero.

Todos los fieles aquí presentes este Domingo nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

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