"Recordar que Dios camina con nosotros, no nos ha abandonado, está presente siempre" Cardenal Aguiar: "La auténtica felicidad nos la da nuestra constante relación con Dios"

Cardenal Aguiar
Cardenal Aguiar

"La Conversión personal, que consiste en adecuar nuestra conducta a los mandamientos de la ley de Dios, y dar testimonio"

"El segundo modo, que en nuestro actual contexto social necesitamos es el que transmite el Evangelio de hoy: La Conversión Pastoral"

"Para poder alimentar esa confianza, repito, debemos habituarnos a la escucha de la Palabra de Dios, de manera que vayamos descubriendo las enseñanzas de Jesús y aplicarlas en nuestra vida"

"Por tanto, conviene que los casados vivan como si no lo estuvieran. Los que sufren, como si no sufrieran; los que viven alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no compraran; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran de él. Porque este mundo que vemos es pasajero".

La vida es corta, así lo afirma San Pablo en la segunda lectura, que hemos escuchado. Lo que intenta San Pablo decirnos a través de estas afirmaciones es que aprendamos a no tener apegos, es decir, que nuestra vida no dependa de tener tal o cual cosa, de tener tal o cual amistad, de tener tal o cual condiciones de vida social, económica, política. Todo eso es pasajero, ciertamente nos afecta, pero transitoriamente.

San Pablo nos hace esta recomendación para advertirnos sobre los apegos. ¿Podemos tenerlos? Sí, pero no debemos permitir que sean la razón y la causa de nuestra alegría. Nuestra alegría tiene que ser como seguidores de Cristo, como discípulos de Cristo, la vida eterna, la que no va a terminar nunca, la que será nuestro estado por toda la eternidad, debemos alcanzar esa mirada.

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Entonces, tenemos dos opciones. Una es la que presenta la primera lectura de hoy: la conversión personal, es decir, adecuar nuestra conducta a los mandamientos de la ley de Dios, tratar de observarlos en nuestra vida. Ese es un camino, que, es más fácil cuando nuestra sociedad tiene un consenso en sus valores, como lo había hasta hace unos 50 años en nuestro país y en el mundo de Occidente. Hoy, ustedes, los que son mayores de 50 años, recordarán que nos comportábamos bien, que no había estas conductas perversas: homicidios, robos, inseguridad, y tantas otras que están sucediendo, porque ya no hay un consenso de valores como lo había establecido la cultura del siglo pasado.

Por eso es tan importante escuchar estos dos caminos que hoy la Palabra de Dios nos propone: la Conversión personal, que consiste en adecuar nuestra conducta a los mandamientos de la ley de Dios, y dar testimonio, cómo lo hemos escuchado ante la predicación del Profeta Jonás. El segundo modo, que en nuestro actual contexto social necesitamos es el que transmite el Evangelio de hoy: La Conversión Pastoral, ya que estamos en esta lucha de vivir conforme a los mandamientos de Dios, en un adverso contexto social, donde vemos constantemente que no se respetan los derechos de los demás.

¿Y qué nos dice Jesús? Dice que se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en la buena nueva. Esto es lo que hemos llamado en la Iglesia la conversión pastoral, es decir, recordar que Dios camina con nosotros, no nos ha abandonado, está presente siempre, no solo cuando venimos aquí a misa, no solo cuando rezamos, sino siempre en todos los momentos, en todo el tiempo, cada día. El Reino de Dios, ¿en qué consiste? ¿Dónde está ese Reino de Dios? El Reino de Dios es descubrir que Cristo camina con nosotros, que Cristo vive en mí y en los demás, que Cristo se hace presente a través del Espíritu Santo, que conforta nuestros corazones para poder profundizar en este camino de convicción interna y poder hacerlo nuestra fortaleza espiritual.

Es por eso que hoy más que nunca es importante ser lectores constantes de la Palabra de Dios. No basta con venir a misa los domingos y escucharla aquí, hay que hacerlo también en casa, hay que hacerlo también en pequeños grupos, en mi parroquia, en una pequeña comunidad, porque al escuchar la Palabra de Dios, toca nuestro interior, nuestro corazón y nos va dando la convicción que el Espíritu de Dios nos fortalece aún en la más adversa o perversa situación que afrontemos ante los diversos contextos sociales.

Hace unos días recibí información de una persona en otro país, no aquí, que sufrió un secuestro y que todos los días estuvo invocando a Nuestra Señora de Guadalupe con un Rosario, que yo le había regalado y que había bendecido el Papa Francisco, y logró su liberación. Es un hecho que de alguna manera manifiesta que, cuando ponemos toda nuestra confianza en Dios, Él no nos abandona.

Pero para poder alimentar esa confianza, repito, debemos habituarnos a la escucha de la Palabra de Dios, de manera que vayamos descubriendo las enseñanzas de Jesús y aplicarlas en nuestra vida. Esta es la conversión pastoral, este es el segundo camino que debemos desarrollar especialmente cuando se pierde, como lo dije al inicio, el consenso de valores en una sociedad, el consenso de valores establecido en principios católicos, y que hoy está roto, no solo en nuestro país, sino en el mundo entero, especialmente en Occidente.

Pues bien, es por tanto la hora de vivir la conversión pastoral. Que nos va a fortalecer y nos va a facilitar para que demos un testimonio constante y convincente de la fortaleza espiritual.

Y ahora sí, con esto termino. Podemos asumir lo que dice San Pablo: la vida es corta, es pasajera. Entonces, no nos apeguemos a los condicionamientos que, según por el gusto que tengamos, nos dan esa felicidad. La auténtica felicidad nos la da nuestra constante relación con Dios, con Dios Padre, con Dios Hijo y con Dios Espíritu Santo. No lo duden.
Y por eso estamos aquí. Los invito pues a abrir nuestro corazón a nuestra Madre, a María de Guadalupe. Ella está aquí para eso entre nosotros, para que México siga siendo un pueblo católico, donde a pesar de la dificultad actual, logremos que las nuevas generaciones, descubran la fe, y orienten sus vidas. Abrámosle nuestro corazón en un breve momento. Digámosle cuáles son las situaciones, que hoy tenemos en nuestra familia, cuáles son nuestras preocupaciones. Ella nos escuchará y nos dará el auxilio conveniente, mostrándonos a su hijo Jesús.

Tú, Madre querida, bien conoces que Dios es amor, y que nos ha creado a su imagen para aprender a amar y ser amados, para valorar y apreciar la Casa común, y para hacernos custodios de toda la creación; acompáñanos para responder positivamente a nuestra común vocación.

Hoy celebramos con toda la Iglesia, el Domingo de la Palabra de Dios, ayúdanos Madre nuestra para aprender de tí a escucharla, y responder a ella favorablemente, como tu lo hiciste. Tenemos en ti nuestra esperanza, para vivir la Conversión Pastoral, y ser capaces de descubrir que el Espíritu Santo nos acompaña, nos auxilia, y nos fortalece para responder como buenos discípulos de tu Hijo Jesús.

Invocamos tu auxilio por todas las familias en nuestra Patria querida, para que encontremos los caminos de reconciliación, y logremos la paz al interior de cada familia, y en la relación de unas con otras, en las vecindades, cotos y departamentos, y en nuestra manera de comportarnos al transitar por las calles y comercios.

Con gran confianza, ponemos en tus manos al Papa Francisco, fortalécelo y acompáñalo en su ministerio pontificio. Ayúdanos a responder a su llamada para que renovemos nuestra aspiración de ser una Iglesia Sinodal, donde aprendamos a escucharnos, a discernir la voluntad de Dios Padre, a ponerla en práctica, y a transmitir esta experiencia a nuestros prójimos.

Todos los fieles aquí presentes nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

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