"La fe es el faro de luz que recibimos para orientar y definir nuestra conducta" Cardenal Aguiar: "Debemos pedir como los apóstoles le dijeron al Señor: 'Auméntanos la fe'"

Cardenal Aguiar
Cardenal Aguiar

"Cada domingo venimos para reavivar el don de Dios, porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación"

"Auxílianos, Madre, a estar siempre bien dispuestos para imitar tu ejemplo"

"Especialmente hoy te pedimos por los migrantes y los refugiados, y ayúdanos a orar todos los días para practicar el bien y desarrollar nuestra fidelidad a sus enseñanzas"

¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me escuches y denunciaré a gritos la violencia que reina sin que vengas a salvarme?

Pareciera que el profeta Habacuc nos habla hoy, ¿verdad? Sí, a través de la Palabra de Dios se han reiterado en la historia de la humanidad estos tiempos más violentos que otros más en paz.

El profeta Habacuc expresa la desesperación que causa la violencia, que no para de terminar, y por eso debemos atender lo que el mismo profeta dice que recibió del Señor, de Dios, nuestro Padre: “El Señor me respondió: el malvado sucumbirá sin remedio, el justo, en cambio, vivirá por su fe.”

La respuesta de Dios es contundente para el malvado que no se arrepiente; y llena de confianza al justo para que siga su vida a la luz de la fe.

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Auméntanos la fe

Por eso estamos aquí, ¿no? ¿Verdad que tenemos fe? Se oye un no que no es tan contundente… ¿Tenemos fe en Jesucristo? ¡Eso!

De la misma manera San Pablo aconsejaba en la segunda lectura a Timoteo: “Te recomiendo que reavives el don de Dios…”

Por eso, cada domingo venimos para reavivar el don de Dios, porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación. Y el mismo apóstol le indica a su discípulo Timoteo el camino a seguir cuando le dice, al término de esta lectura: “Conforma tu predicación a la sólida doctrina que recibiste. Guarda este tesoro…”. Fíjense bien: “guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros”.

Eso es parte de la luz de la fe. Sabemos, porque Jesús lo pidió a su Padre, que nos enviara el Espíritu Santo para que nos fortalezca y afrontemos todo tipo de dificultad, de adversidad, de tribulación en la vida. Por eso debemos pedir como los apóstoles le dijeron al Señor: “Auméntanos la fe.”

Cada uno de nosotros sabe si su fe es fuerte, dinámica, contundente, o si es débil. Seguramente todos tenemos debilidades. Por eso sigamos el ejemplo de los apóstoles y digamos al Señor: “Auméntanos la fe.”

La fe es el faro de luz que recibimos para orientar y definir nuestra conducta, y se acrecienta cuando vamos confirmando nuestra fortaleza espiritual, ya que nos permite percibir en nuestras acciones la intervención de Dios, mediante esa asistencia del Espíritu Santo.

Por eso Jesús indica a sus apóstoles: “Ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó —seguir sus mandamientos— digan: no somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer.”

Así, de esa manera, siguiendo estos consejos, podremos decir como nuestra madre María, María de Guadalupe: “He aquí la esclava del Señor.”

Pidámosle a ella, que para eso vino aquí, a esta casita sagrada, a estas tierras mexicanas; pidámosle a ella que nos ayude para imitarla y le digamos al Señor: “Aquí estoy para servirte, Señor.”

En un breve momento de silencio nos ponemos de pie y le decimos a ella desde nuestro interior lo que necesitamos de ayuda para seguir teniendo fe  maciza, no débil, sino siempre fortaleciéndose.

Virgen de Guadalupe

Bendita seas, Madre nuestra, María de Guadalupe; con gran confianza ponemos en tus manos al Papa León, fortalécelo para que continúe llamando a la reconciliación y cesen los graves conflictos bélicos, especialmente en Tierra Santa y Medio Oriente.

Auxílianos, Madre, a estar siempre bien dispuestos para imitar tu ejemplo, y con la luz de tu Hijo Jesús aprendamos constantemente a decirle: “He aquí la esclava del Señor”, reconociendo siempre que no somos más que siervos que hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Y con esa actitud podamos vivir lo que recomienda San Pablo a Timoteo: “Reaviva el don de Dios, guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.”

Con tu ayuda maternal, sin duda, podremos ser discípulos de tu Hijo Jesús, capaces de comprender al prójimo que necesita nuestra ayuda. Especialmente hoy te pedimos por los migrantes y los refugiados, y ayúdanos a orar todos los días para practicar el bien y desarrollar nuestra fidelidad a sus enseñanzas.

Todos los fieles aquí presentes este domingo nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza: ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María de Guadalupe! Amén.

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