"Hoy celebramos el Domingo de la Santísima Trinidad," ¿Quién es el Espíritu Santo?

“Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio, antes de que la tierra existiera”.
Esta afirmación del libro de los Proverbios plantea una pregunta. Espero que todos tengan la respuesta en mente y en su corazón: ¿quién es y quién expresa la sabiduría de Dios? ¿En qué persona?
“Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio, antes de que la tierra existiera”.
Esta afirmación del libro de los Proverbios plantea una pregunta. Espero que todos tengan la respuesta en mente y en su corazón: ¿quién es y quién expresa la sabiduría de Dios? ¿En qué persona?
Dijimos que estamos celebrando la Santísima Trinidad. ¿En qué persona —ya encontraron la respuesta— se manifiesta la sabiduría de Dios por excelencia? Lo expresa el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo, expresa el mismo texto de los Proverbios: “Yo estaba junto a Él como arquitecto de tus obras, yo era su encanto cotidiano todo el tiempo; me recreaba en su presencia, jugando con el orbe de la tierra, y mis delicias era estar con los hijos de los hombres”.

¿Les quedó alguna duda, de qué es el Espíritu Santo? ¿Qué dijo Jesús cuando vino y se despidió de sus discípulos? “Le voy a pedir a mi Padre que, así como me asistió a mí, a ustedes también los asista”. El Espíritu Santo es esta magnífica unidad y distinción de la Trinidad divina. Hoy celebramos el Domingo de la Santísima Trinidad, por tanto, la Sabiduría tiene el encargo de acompañarnos.
El Espíritu Santo hay que invocarlo constantemente. Y nosotros, después de esta lectura de Proverbios, cantábamos: “¡Qué admirable, Señor, es tu poder! ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, ese pobre ser humano para que de él te preocupes?”. Lo que somos nosotros, lo que somos cada uno, podrá responder al Señor desde su fragilidad y desde la necesidad profunda, con la asistencia constante del Espíritu Santo.
Por su parte, el apóstol san Pablo, a los Romanos, recordaba en la segunda lectura: “Hemos sido justificados por la fe, por mediación de nuestro Señor Jesucristo.” Justificados por mediación de Jesucristo, como lo había dicho Él. Por eso Pablo nos lo recuerda: “Yo le pediré a mi Padre y les enviará el Espíritu Santo.” ¿Qué se necesita? Según san Pablo: la fe. Que creamos en esto, que seamos conscientes del gran regalo que Dios nos da desde nuestro bautismo. La fe ilumina nuestra vocación, a la que nos ha llamado Dios en esta vida y nuestra misión en ella.
Por tanto, debemos conocer a Jesús, el Hijo de Dios que se encarnó, cómo vivió siendo hombre; y orar y conocer las enseñanzas de Jesús, especialmente en los evangelios —esto que están haciendo hoy aquí—, para eso venimos a misa los domingos. Consecuencia: si tenemos fe, confianza en que somos asistidos por el Espíritu Santo, afirma san Pablo más adelante: “más aún, nos gloriamos hasta de los sufrimientos.”
¡Ah, caray! Normalmente uno no se habitúa a gloriarse de sufrir algo, pero nosotros sí. Y San Pablo expresa porqué, la fe en Jesús engendra la esperanza de que vamos a salir adelante, a pesar de esa tribulación, de esa adversidad. La esperanza no defrauda, porque Dios la ha infundido en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que Él mismo nos ha concedido.

Y para terminar, concluimos con el Evangelio de san Juan que afirma: “Jesús dijo a sus discípulos: Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender; pero cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él los irá guiando hasta la verdad plena”.
¿Quién podrá ayudarnos entonces para conocer, amar y servir a Jesucristo? Sin duda alguna, la persona que se deja guiar por el Espíritu Santo. ¿Y en quién tenemos la certeza que se dejó guiar por el Espíritu Santo? La que dijo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”. Y ella tuvo la bondad de venirnos a anunciar aquí, a nuestro país, a nuestras tierras. Es ella la intercesora fabulosa que tenemos para, por medio de ella, pedir su auxilio y mediación, para ser conducidos en nuestra vida por el Espíritu Santo.
Por eso, les pido que se pongan de pie, miremos a María y abramos nuestro corazón. Si estamos pasando por una tribulación, por una adversidad o por una gran alegría, démosle gracias.
Bendita seas Madre Nuestra, María de Guadalupe, con gran confianza, ponemos en tus manos al Papa Leon, fortalécelo y acompáñalo para que continúe indicándonos los procesos y actitudes, que debemos desarrollar para ser buenos discípulos de Cristo y miembros de la Iglesia que camina juntos, sinodalmente.
Ayúdanos a conocer, amar, y servir a Jesucristo, como tu lo hiciste, para que en la cotidianidad de nuestras vidas, aprendamos a dejarnos conducir por el Espíritu Santo; y así, seamos capaces de dar el testimonio convincente, que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida.
En este Año Jubilar te pedimos la gracia para reconocer nuestros pecados y aprender a perdonar en cualquier circunstancia adversa; fortaleciendo así nuestro sincero amor y gratitud a Dios Nuestro Padre, por el don de la vida.
Todos los fieles aquí presentes este Domingo nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén

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