Homilia de Carlos Aguiar en la misa del Corpus "Señor, tú eres mi Dios; a ti te busco, mi alma está sedienta de ti"

"Bendita seas, Madre nuestra, María de Guadalupe. Con gran confianza ponemos en tus manos al Papa. León, fortalécelo y acompáñalo para que continúe indicándonos los procesos y actitudes que debemos desarrollar para ser buenos discípulos de Cristo, tu Hijo, y miembros de la Iglesia que camina juntos, sinodalmente"
"En estos tiempos, Madre, te pedimos, que muevas el corazón de aquellos que están promoviendo las tensiones y los enfrentamientos bélicos, para que cesen los conflictos, y vuelva la paz en Tierra Santa y en el Medio Oriente"
Esto lo hemos escuchado en la primera estrofa del salmo responsorial: “Señor, mi alma tiene sed de ti”. Por ello, como anuncia el profeta Zacarías: “Derramaré sobre ustedes un espíritu de piedad y de compasión, y brotará una fuente para la casa de David y los habitantes de Jerusalén, que los purificará de sus pecados e inmundicias.” Esto lo anunció el profeta Zacarías en el Antiguo Testamento: “Derramaré un espíritu de piedad y de compasión.”
¿Cómo tiene que ser el buen discípulo de Jesús? Como lo fue Jesús: con un espíritu de piedad y de compasión. Pero, ¿qué se necesita? Una fuente de donde nos venga la vida, y esto es lo que nos ofrece Jesús en cada Eucaristía. Y es, por lo que venimos a misa, sobre todo los domingos, ya que recordamos la Resurrección de Cristo.
Y yo, ¿por qué? Pregúntate tú, cada uno de ustedes: ¿He venido a misa, buscando a Dios en la presencia Eucarística de Jesús? ¿He venido a eso? ¿O he venido porque tengo miedo de ser castigado, porque es un mandamiento? ¿O lo he venido a buscar a Él?
San Pablo lo esclarece: “Recuerden, todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, por medio del bautismo.” Levanten la mano quien está bautizado. ¿Bautizados? Ya veo, que estamos todos bautizados. Y por eso, San Pablo, nos recuerda: ¡si ustedes son de Cristo, la herencia que Jesús prometió les corresponde a ustedes! ¿Cuál es la herencia que prometió Jesús a sus discípulos? La vida eterna.
Cuenta la historia que la Virgen de la Merced fue recatada por los frailes mercedarios después de que las leyes de Reforma cerraran su monasterio.
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Fue así como el templo de Nuestra Señora de Belén se convirtió en su nuevo hogar, donde miles de personas la visitan cada año.… pic.twitter.com/Ud4GjCyCpK
Considero que todos deseamos, que esta vida terrena, cuando se acabe, no se acabe todo para mí, sino que siga en compañía de la Trinidad Divina. Pues la herencia, que Jesús nos ha dejado es el Espíritu Santo, que recibimos mediante el Sacramento de la Confirmación.
Ya vimos que el Sacramento del Bautismo, lo han recibido todos Ustedes. Todos están bautizados. Ahora levanten la mano, quienes esten confirmados con el Sacramento de la Unción del Espíritu Santo. También casi todas las manos levantadas. Pues, a través de este Sacramento de la Confirmación, Jesús prometió, que el Espíritu Santo estaría asistiéndonos en nuestra vida. Y es el don del Espíritu Santo, que hemos recibido en el Sacramento de la Confirmación.
Entonces, preguntémonos:
¿Quiero y trato de ser un buen discípulo de Jesucristo? ¿Esa es mi referencia número uno en mi vida, seguirlo, ser su discípulo, y transmitir sus enseñanzas?
La herencia, que Jesús nos ha dejado es el Espíritu Santo, que recibimos mediante el Sacramentos https://t.co/X4PULGAQsT
— Carlos Aguiar Retes (@ArzobispoAguiar) June 23, 2025
Hoy, no lo negarán ustedes, está siendo un tiempo difícil de transmitir esta fe que tenemos, este don que recibimos en la Confirmación: el de ser discípulos de Cristo a sus hijos, a sus nietos, cuando son adolescentes y jóvenes. Y, ¿quiénes los atrapan? Las redes digitales. Efectivamente, ya no es fácil. Pero tenemos que estar pendientes, porque Dios nos asiste con su Espíritu para cumplir nuestra misión.
Por ello, y para ello, termino con las palabras de Jesús en el Evangelio. “Jesús les dijo a sus discípulos: “Si alguno quiere acompañarme —¿verdad que sí quieren ustedes acompañar a Jesús?— que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ese la encontrará.”
¿Quién cumplió cabalmente estas palabras? Nuestra Madre, la Madre de Jesús. Nuestra Madre, María de Guadalupe.
Por eso los invito a que, cada uno, en un breve momento de silencio, le pidamos que seamos buenos discípulos de Jesucristo, como ella lo fue.
Nos ponemos de pie y miramos a ella, nuestra Madre. Por eso vinimos aquí. Vamos entonces a expresarle y abrirle nuestro corazón para ser buenos discípulos de tu Hijo, Jesús.
Bendita seas, Madre nuestra, María de Guadalupe. Con gran confianza ponemos en tus manos al Papa. León, fortalécelo y acompáñalo para que continúe indicándonos los procesos y actitudes que debemos desarrollar para ser buenos discípulos de Cristo, tu Hijo, y miembros de la Iglesia que camina juntos, sinodalmente.
Ayúdanos a conocer, amar y servir a tu Hijo Jesús como tú lo hiciste, para que en la cotidianidad de nuestras vidas aprendamos a dejarnos conducir por el Espíritu Santo, y así seamos capaces de dar el testimonio convincente, de que tu Hijo Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.
En estos tiempos, Madre, te pedimos, que muevas el corazón de aquellos que están promoviendo las tensiones y los enfrentamientos bélicos, para que cesen los conflictos, y vuelva la paz en Tierra Santa y en el Medio Oriente.
Todos los fieles aquí presentes, este domingo, nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.
¡Oh Clemente, oh Piadosa, oh Dulce Virgen María de Guadalupe! Amén.