"La segunda característica, es para curar a los de corazón quebrantado" "Ustedes serán llamados sacerdotes del Señor, ministros de nuestro Dios"

Aguiar, en la misa crismal
Aguiar, en la misa crismal

"Una vez que somos conscientes de que el Espíritu de Dios nos acompaña en este servicio ministerial, no es para dar malas noticias, esas corren por otros medios, a nosotros nos toca dar la buena noticia, de que Dios camina con nosotros"

"La tercera característica, es proclamar el perdón a los cautivos, no pensemos simplemente los recluidos en las cárceles"

“USTEDES SERÁN LLAMADOS SACERDOTES DEL SEÑOR, MINISTROS DE NUESTRO DIOS”.

Así anunciaba el Profeta Isaías, lo que hoy vivimos nosotros los sacerdotes ministeriales. Somos ministros del actuar de Dios en nuestros fieles, de nuestros bautizados, y en general de nuestros hermanos, no obstante no profesen nuestra
religión, somos ministros en nombre del Señor.

¿QUÉ ES LO QUE TENEMOS QUE HACER COMO MINISTROS DEL SEÑOR?

Primeramente, según el Profeta Isaías, recibir el Espíritu del Señor. Es decir, viene el Espíritu Santo a nuestro interior para la realización de nuestra actividad misionera. Dice el texto: “porque me ha ungido y me ha enviado”, no es un privilegio recibir esta unción, es en función de un servicio, me ha enviado y ¿para qué me ha enviado?, para anunciar la buena nueva a los pobres, primera característica.

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Una vez que somos conscientes de que el Espíritu de Dios nos acompaña en este servicio ministerial, no es para dar malas noticias, esas corren por otros medios, a nosotros nos toca dar la buena noticia, de que Dios camina con nosotros, de que el amor de Dios es el que nos protege, nos fortalece y nos hace reconocer a nuestros hermanos, al prójimo como un hermano. Ésta es la primera característica, anunciar esta buena nueva, a los pobres. No necesariamente solo a los indigentes, sino a todo aquel que su corazón todavía no ha descubierto a Dios Padre, amoroso, que está pendiente de nosotros, porque ese es un pobre, todo el que carece el sentido de vida es un pobre, a ellos estamos enviados.

La segunda característica, es para curar a los de corazón quebrantado. Me imagino que todos en este momento, en estas circunstancias socioculturales que vivimos, no uno sino muchos de nuestros fieles los encontramos heridos, con su  corazón quebrantado. Pensemos en cada una de estas características, y cómo yo he realizado este ministerio sacerdotal: ¿lo he dejado llorar o le he dado esa ilusión de que la adversidad como la sufrió Jesús en la Cruz, nos hace desarrollar nuestras características en el amor?, porque a pesar de haber sido agredidos por odio, celos, envidia, nos hace crecer en el amor cuando somos conscientes que nos acompaña el Espíritu Santo. Por eso es indispensable todos los días un momento de oración, para que diario tomemos conciencia de este acompañamiento del Espíritu; por tanto, la segunda característica de nuestro ministerio es curar a los de corazón quebrantado.

La tercera característica, es proclamar el perdón a los cautivos, no pensemos simplemente los recluidos en las cárceles; sino en todos los que están siendo cautivos de sus pasiones, de sus desbordes de deseos de todo tipo, los que están enamorados de cosas que les trae males, cuyas consecuencias son terribles posteriormente, son esclavos de sus pasiones, de esos instintos desordenados, que hoy día pululan por todas partes, como si fuera ese el camino que le da felicidad al hombre, pero está torcido ese camino, no lleva sino a la desilusión y desesperanza.

Nosotros estamos llamados para proclamar a ellos el perdón, recordando que la capacidad de perdonar a quien me indujo al mal, de perdonar al que me ha agredido es el inicio del aprendizaje del amor, quien no ha perdonado no sabe amar, solo quien ha perdonado, como lo hace Jesús, hasta el extremo de pedir que aquellos que le causan la crucifixión los perdone su Padre: “Padre perdónalos, no saben lo que hacen”. Ese es el inicio del amor.

Aguiar

La cuarta característica afirma la libertad. Hay que proclamar la libertad a los prisioneros, a los prisioneros nuevamente no solo a los recluidos en las cárceles, sino también a los prisioneros de sus pasiones, a los prisioneros de sus anhelos equivocados, a los prisioneros de los deseos del mal; es decir, tenemos que acompañar para conducir a nuestros prójimos a la libertad de los hijos de Dios, la libertad que Dios nos ha dado para desarrollar en nosotros el amor, porque si no hay libertad no hay auténtico amor, si estoy obligado a hacer las cosas, estoy todavía aprisionado por mis propios pensamientos, y no por los deseos y anhelos de Dios en nosotros. Revisémonos hermanos sobre estas características, ya que este día vamos a renovar nuestras promesas, que hicimos al recibir este ministerio sacerdotal.

Finalmente, y hoy más que en otros años, al avecinarse el año jubilar 2025, como afirma el Profeta Isaías: “hay que pregonar el año de gracia del Señor”. Un año jubilar es un año que no solamente se refiere a la alegría, al júbilo, sino a un año en que se propicia el perdón, ese es el mayor júbilo del ser humano, el perdón: ser perdonado y perdonar. Este 2025 el Papa Francisco está invitando a que lo vivamos  intensamente en nuestras comunidades parroquiales, en las comunidades de nuestros fieles cristianos.

Ahora bien, ustedes pueden decir, bueno eso lo dijo el Profeta Isaías varios siglos antes de la venida de Jesucristo; sin embargo hemos escuchado en el Evangelio de hoy, que Jesús inició su ministerio en la sinagoga de Nazaret proclamando el mensaje de Isaías: “se le dio el volumen del Profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en
que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”; y Jesús además añadió: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la escritura que acaban de oír”.

Ese hoy, es este hoy, el hoy de Dios es el hoy eterno, hoy Jesús nos dice, esta escritura se acaba de cumplir para nosotros, este es nuestro envío y nuestra misión, cada uno de nosotros interiormente o ayudados unos de otros esta tarde, o esta noche al estar ante Cristo Eucaristía, al recordar el ministerio del sacerdocio, hagamos un examen de conciencia, revisemos cómo se nos va cada día, y si hacemos realidad alguna de estas características, para las cuales Dios nos llamó. Por eso me llamó al sacerdocio ministerial. Es necesario revisar que no solo, lo que tradicionalmente hemos hecho es lo que Dios quiere, sino debemos hacer lo que hoy necesitan nuestros fieles, por eso es necesaria esta meditación, y entonces lograremos estas características, que anuncia el Profeta Isaías.

Así, si consolamos a los afligidos, entonces daremos ese consuelo a nuestros fieles en las situaciones lamentables en que se encuentren, y podremos cambiar su ceniza en diadema, es decir, una resurrección en vida, porque hay muchos muertos en vida.  No han oído acaso de entre sus fieles, cuantos han tenido la lamentable situación de depresión, a veces incluso algunos de nosotros, una depresión, es decir, no hay ánimo de vivir, y entonces lo que debemos promover nosotros es  una resurrección en vida.

Misa crismal en México

Porque tenemos la gracia del Espíritu Santo, también afirma el profeta: “Sus lágrimas cambian en aceite perfumado de alegría”. Ustedes han visto a muchos fieles que lloran, o cuando se confiesan, o cuando hablan con ustedes, es parte de nuestro  ministerio. ¿Y cómo convertimos esas lágrimas en aceite perfumado de alegría? dándoles el camino de la paz interior, ayudándoles a descubrir su propio espíritu y anunciándoles que Dios los escucha, que Dios camina con nosotros, que Dios está con nosotros. Solo así logramos esa paz interior, y que todo lo demás no nos inquiete, porque sabemos que si Dios está con nosotros, no importa quién esté contra nosotros.

Finalmente afirma también que el abatimiento hay que cambiarlo en cánticos, y ésta es la mejor manera de acercarnos y conducir a las nuevas generaciones: a los niños, adolescentes, y jóvenes, a través del canto, a través de la música, a través de lo que les alegra el corazón para que se descubran unos con otros como hermanos.
Entonces podremos anunciar como Jesús: “el año de gracia del Señor”.

A eso los invito, a que hoy, este día renueven y digan hoy mismo, en mí se ha cumplido este pasaje de la escritura que acabamos de oír, y cumplamos la palabra del Apocalipsis del apóstol San Juan: “Cristo ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre”, ¡que así sea!

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