Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas "Deja tu huella… que la Iglesia crezca"

Deja tu huella, que la Iglesia crezca
Deja tu huella, que la Iglesia crezca

"Este domingo la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativa"

"El lema elegido para este año es: 'Deja tu huella, sé testigo'"

"Tal como leemos en esta historia, Dios no nos deja solos jamás. Siempre nos acompaña en nuestra misión. No es casual que esta Jornada coincida con la festividad del Buen Pastor. Somos miembros de su rebaño"

"Tal como nos dice la presentación de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y de la Jornada de Vocaciones Nativas «la vida cristiana es una vida vocacional. ¡Abandonémonos en sus manos!"

Este domingo la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas. Hoy la comunidad cristiana está llamada a orar para que la Iglesia crezca. La Iglesia necesita personas comprometidas con el evangelio, tanto en nuestra diócesis como en los territorios de misión.

El lema elegido para este año es: «Deja tu huella, sé testigo». A propósito de este lema, quisiera compartir con vosotros un precioso cuento.

Cartel

Una noche, un joven soñó que iba caminando por la playa junto a Dios. Sus pasos dejaban en la arena dos hileras de huellas. Cada pisada representaba un día de su vida. El joven se dio la vuelta y, cuando observó que las dos hileras de huellas se extendían a lo largo de la playa, dio gracias a Dios. Dios había caminado siempre a su lado durante toda su vida.

Estaba feliz, sin embargo, mientras observaba las dos hileras de huellas, algo sucedió. El joven observó que en una parte del camino solo había una hilera de pisadas. En ese momento, se acordó de un momento difícil de su vida en que sintió que Dios le había abandonado. El joven, algo triste, le preguntó a Dios por qué no estaba a su lado cuando más lo necesitaba. Entonces, Dios le miró con amor y le dijo:«Esas huellas no son las tuyas, sino las mías. En aquel momento tan duro de tu vida, yo te llevaba en mis brazos».

Esta historia nos recuerda que hemos venido a este mundo para caminar al lado del Señor. Él nos invita a llevar la Buena Nueva a todas las personas que encontremos a lo largo de nuestro camino, especialmente a aquellos que la vida ha dejado en la cuneta. Dios cuenta con todos nosotros, laicos, sacerdotes y miembros de la vida consagrada, y quiere que dejemos la huella de su amor en el corazón de cada uno de nuestros hermanos. Seamos testigos gozosos del Reino de Dios hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8)

Tal como leemos en esta historia, Dios no nos deja solos jamás. Siempre nos acompaña en nuestra misión. No es casual que esta Jornada coincida con la festividad del Buen Pastor. En el pasaje del Evangelio que hemos leído hoy, Jesús nos dice que somos miembros de su rebaño. Nada podrá separarnos jamás del amor de Dios (cf. Rom 8,39). 

La vocación es siempre una respuesta al amor de Dios. «Él nos amó primero» (1Jn 4,19). Nuestra vocación fundamental es la de amar y hacer el bien a todos. Así lo intuyó santa Teresa de Lisieux, cuando descubrió, tras años de reflexión, cuál podría ser su lugar en la Iglesia: «En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor […] el amor encierra en sí todas las vocaciones» (Manuscrits autobiographiques, Lisieux 1957, p. 227).

Queridos hermanos y hermanas, tal como nos dice la presentación de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y de la Jornada de Vocaciones Nativas «la vida cristiana es una vida vocacional, en la que cada uno debe ser capaz de enfrentarse consigo mismo y tomar decisiones fundamentales, profundas, que llenen el corazón y el alma, que dejen huella y nos hagan testigos de un amor más grande». No olvidemos que contamos con la ayuda del Señor. ¡Abandonémonos en sus manos!

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